La semana pasada analicé el triunfo de Trump (https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/el-triunfo-de-trump/ ) desde el punto de vista coyuntural e interno, hoy ahondaré dentro de una perspectiva más estructural y comparativa. Mi tesis es que el triunfo de Trump se inscribe dentro de una tendencia mundial de rechazo a un fenómeno que ha hecho eclosión en las dos últimas décadas, pero que viene desde al menos los años sesenta: la constitución de una oligarquía internacional de izquierda. ¿Cómo se originó este fenómeno? Hagamos un poco de historia.
Entendemos por izquierda los partidos y movimientos sociales que tienen como estirpe ideológica el marxismo en sus diferentes modalidades (desde el comunismo estalinista, hasta la socialdemocracia moderada). Recordemos que Marx postuló la muerte del capitalismo debido a sus contradicciones internas, originadas de la explotación de los obreros por los capitalistas, de allí su concepción de la política como una lucha de clases que finalizaría en el triunfo del comunismo, las reformas que las democracias capitalistas hicieron lograron un extraordinario e inédito progreso de la clase obrera, al punto que esta se aburguesó, y, por lo tanto, abandonó los partidos de izquierda.
Gramsci vio este fenómeno con particular agudeza y postuló una nueva estrategia: para lograr el triunfo del comunismo, ya la izquierda no plantearía una lucha de clases económicas, sino que buscaría invertir en términos marxistas el mecanismo de dominación: la infraestructura (los factores de producción) ya no determinarían la superestructura (grosso modo la cultura), sino que esta a través de la cooptación de las instituciones de socialización ( educativas, culturales, de comunicación, gremios, iglesia) crearían la hegemonía cultural, que llevaría a transformar la infraestructura capitalista en una comunista.
Desde los sesenta la izquierda comenzó en efecto a dominar en el sector educativo y cultural en el mundo occidental, lo que llevó a que en la actualidad la élite dominante esté consciente o inconscientemente implementando las teorías de la escuela de Frankfurt (Adorno, Habermas, Horkheimer, Marcuse) y de los estructuralistas franceses de esa época (Derrida, Foucault, Lacan, Althusser), actualizada y aplicada al socialismo del siglo XXI por Laclau.
En el sancocho que la izquierda mundial tiene hoy se ve pues como ideología dominante woke, de la lucha identitaria, que aplicando la tesis gramsciana crea conflictos identitarios (feminismo radical, teoría crítica de la raza- racismo inverso del negro contra el blanco, ambientalismo radical, animalismo, LGQTBI+. etcétera), como versiones de las luchas de clases modernas.
Obviamente esto llevó a que los partidos estuviesen dominados por las élites intelectuales desligadas del hombre común y aquellas intentaron imponer la narrativa woke, imbuida del globalismo internacional que asfixió a las clases medias y populares, lo cual llevó al surgimiento de movimientos populistas de derecha que sí atienden las necesidades del hombre común, frente al fracaso económico y social de las políticas de izquierda, estos movimientos lograron captar así al votante medio, en contraposición del extremo de izquierda, que es cada vez más una élite económica y social de los plutócratas internacionales, ejemplarmente representada en Soros.
Esto explica el rechazo total a nivel internacional de la oligarquía de la izquierda, que admirablemente analiza Fernando Pedroza (https://seul.ar/trump-gano-casta/), con el descriptivo título de “The casta is afraid” en el que compara los triunfos de Trump y Milei (pero que como veremos se aplica a toda la izquierda global), y que paso a comentar “in extenso”.
Para Pedroza el triunfo de Trump significa “una ruptura dentro de la misma élite sobre cuál debe ser el destino del país, lo cual, por supuesto, tendría consecuencias mucho más profundas y resultados impredecibles”. Esto producto de la “la wokización extrema de la presidencia de Joe Biden, las políticas irracionales mantenidas en el escenario internacional sumadas al creciente antisemitismo partidario y las propuestas de Kamala Harris para reactivar la economía con el manual de Axel Kicillof, parece evidente que el cambio ideológico del partido sobrepasó a los actores secundarios”.
Esto es las élites intelectuales cooptaron al partido demócrata, impusieron su narrativa woke, y al hacer esto, se olvidaron de su nicho electoral: las clases populares, como todo vacío se llena, pues Trump captó ese electorado abandonado por los demócratas, y eso explica que el avance generalizado de Trump en todas las capas sociales (pero especialmente los hombres latinos y negros) llevó al éxito contundente de Trump.
El núcleo fundamental de la exposición de Pedroza es que:
“Mi hipótesis es que, al derrumbarse el Muro de Berlín, sus huérfanos ideológicos en Europa no dudaron en rearmar el edificio conceptual con ese pensamiento originado en América Latina. Así, comenzó a entrar en las academias para luego influir en la nueva forma que adoptaron los relatos con los que las élites progresistas de todo el mundo analizaron el mundo pos-soviético. Esta vertiente renovada del pensamiento de izquierda tenía diferencias muy importantes con la socialdemocracia europea o el liberalismo progresista norteamericano del siglo XX, sobre todo por su carácter antiliberal y anticapitalista, lo que también agudizó su postura anti-occidental”.
Así (y en esto es en donde se inserta el triunfo de Trump dentro de la perspectiva comparada, pues lo que a continuación señalaré es un elemento global) los demócratas (al igual que toda la izquierda internacional) privilegió la narrativa sobre la realidad, atacó la libertad individual en nombre dela lucha identitaria, e impuso la práctica de la cancelación.
Explica Pedroza que la genialidad de Trump (pero que repito, se aplica a varios líderes de la derecha internacional como Milei, Meloni, Badenoch, Ayuso) es que:
“Trump logró, también gracias a la deriva izquierdista demócrata, homogeneizar mucho más al partido alrededor de su liderazgo que, si bien mantiene zonas de conflicto, está lejos de mostrar la ruptura permanente de 2016. La campaña de Trump supo hablarles a los jóvenes, ir a buscarlos en aquellos medios donde forman sus opiniones, que no son ni The New York Times ni The Washington Post. Logró llegar con un mensaje esperanzador a los jóvenes latinos, estigmatizados sólo por su condición masculina. Y, sobre todo, encontró un discurso para las mujeres que no había tenido antes: la defensa de sus derechos frente a la avanzada trans en los deportes.”
Como conclusión señalo que este análisis de Pedroza debería ser analizado por la derecha colombiana, Petro está repitiendo el modelo Biden-Harris, su discurso es el del decrecimiento y la defensa de minorías identitarias, abandonando las clases populares que lo llevaron al poder, una candidatura de derecha que aglutine las masas en torno a una reivindicación de los anhelos del hombre común ( inflación, inseguridad, desempleo, etcétera) frente a la narrativa woke de Petro, sería triunfadora, es necesario que se induzca el voto de reacción a esa oligarquía de izquierda que se quiere instaurar, y esto es válido para todo el continente, el modelo de Trump de reacción frente a la izquierda globalista debe ser copiado por la derecha latinoamericana.