Basta con mirar hacia atrás, aunque sea para echar un ojazo, y veremos asomarse esos vestigios de “lo que pudo haber sido y no fue”, las aberrantes contradicciones de los personajes, muchos engreídos, otros colocados en pedestales de barro, que no se reconocerán a sí mismos y que son la perfecta prueba de aquellos seres que padecen del “síndrome de desconocimiento de sí mismos”.
Me imagino que “el comandante Fausto”–Alí Rodríguez Araque– expiraría suspirando por esos años mozos en que comenzaron sus influjos comunistas que terminaron siendo todo, menos eso. Mientras que supongo al inefable Aristóbulo Istúriz tratando de pasar el temporal en que lo sumergió una líder de los maestros que él ha burlado, interrogándose a sí mismo, en silencio, como los monjes de su atrabiliaria revolución, con esta exclamación autocondenatoria: “No solo es cómo se puede ser cretino, sino cómo puedo ser tan cretino”.
Nada diferente debe estar cavilando su enmantillada alumna, una persona que se ha paseado por los cargos de mayor relevancia en el país, en los cuales ha dejado una mala estela, al extremo de que la bautizaron con el irónico remoquete de “la sirena del Guaire”, o como “la dedo”, expresión fallida que se equipara a un ¡oh lá lá risible! con el que pretendía halagar a su difunto “líder galáctico”.
Otro integrante de esa granja es el falso fiscal con su peculiar sex-appeal revolucionario. Tarek cada día ofrece evidencias contundentes de que puede ser cualquier cosa menos un poeta sino “un poema”, viéndolo y oyéndolo aclarar lo que se le iba tornando muy oscuro cuando se mofaba de los torturados y asesinados, como el capitán Rafael Acosta Arévalo, ofreciendo en tono pomposo: “En esta fiscalía autónoma e independiente abriremos una investigación profunda hasta llegar a sus últimas consecuencias”. ¡Qué cinismo!
En Barbados se ve a Jorge Rodríguez subido a la montaña rusa del “diálogo”. Rodríguez es el as de Maduro en las negociaciones signadas por el subir y bajar dialéctico entre el pragmatismo y los valores. Mientras tanto, no faltan los que nos emplazan, junto a María Corina y a Diego Arria, a asumir un ominoso silencio con pueriles argumentos, según los cuales “nuestro radicalismo perjudica el método que Guaidó ha puesto en marcha para lograr el cese de la usurpación”. En medio de la zarabanda, actuando entre bambalinas, se ve a un testaferro filántropo alzando sus manos en las que mantiene atrapado el documento que regirá la transición. Esa parodia que terminó poniendo al descubierto una jugada de doble filo emprendida por factores del régimen, es ahora presentada envuelta en un disfraz de épica fallida. Los intríngulis de esa chapucería están por conocerse en detalles.
Mientras tanto, la crisis humanitaria se agudiza y las primeras víctimas del “socialismo del siglo XXI” son los descamisados afiliados a semejante estafa; si no vayan, si pueden entrar, a los asentamientos populares de la Cota 905. Eso si, las élites de civiles y militares que manejan los negociados de la coca, de la gasolina, del oro y de la comida, siguen reventando sus cuentas bancarias o los cuartos de inmuebles habilitados para esconder sus riquezas mal habidas, mientras que la inmensa mayoría ve estrechar sus posibilidades de sobrevivir.
La esperanza es que ese modelo no tiene cómo sostenerse, más allá de las piruetas de Maduro para prorrogarse en la usurpación. Caerá, caerá pronto y Venezuela se levantará como el ave fénix.