Cuando no se tiene la fuerza suficiente para hacer guerra frontal, se pasa a la guerrilla. Un método tan viejo como la historia, que ha demostrado habitualmente no tanto, conquistar países o destruir gobiernos como en lo que verdaderamente se propone, fastidiar, desconcertar, poner nervioso al ejército enemigo o de ocupación. Con esa técnica, paciencia y lo que ahora se olvida conveniente, mucha ayuda internacional, el creciente desprestigio del gobierno cubano, que era una tiranía militar, la de Fulgencio Batista, Fidel Castro tardó años, pero terminó entrando triunfante en La Habana luego de una derrota desmoralizante del Ejército y desmoronamiento de una dictadura que robaba, perseguía, arrestaba, torturaba y asesinaba.

Con el mismo procedimiento fracasó el asesino “Che” Guevara en Bolivia, no entendió al pueblo indígena campesino que lo observaba con sus guerrilleros como bandidos, y además acostumbrado a un gobierno también tiránico, pero que en general lo dejaba en paz. Entonces en las selvas y montañas bolivianas no fueron tomados como luchadores en defensa del pueblo, sino como delincuentes que atraían visitas no deseadas de militares y policías.

El plan vietnamita tardó años, pero acabaron derrotando al poder francés y, de seguidas, a la enorme maquinaria estadounidense. La diferencia importante estuvo en que los ciudadanos de la República Socialista de Vietnam tenían un propósito inflexible, la independencia, y uno elástico: el comunismo; tan flexible que hoy comercian libres, a placer con Estados Unidos y Europa.

El mismo hábito fracasó con la guerrilla venezolana entrenada, financiada y entusiasmada por Fidel Castro; trataron de derrocar a un gobierno elegido, respaldado por campesinos y trabajadores que guerrilleros castristas afirmaban defender “contra la burguesía, el imperialismo y la dictadura adeco-copeyana”. Pero esos mismos lugareños y obreros eran militantes, simpatizantes de Acción Democrática principalmente, y Copei en segundo y creciente lugar, tenían sentido de pertenencia e integración con esos partidos que habían derrocado a la dictadura militar de Pérez Jiménez y establecido la democracia en Venezuela, que fueron perseguidos, pero no eliminados, y antes aún habían sido formadores de sindicatos, gremios, federaciones. A los guerrilleros comunistas venezolanos los derrotó el Ejército, la ideológica y socialmente los mismos que aseguraban defender.

En Rusia no hubo guerrillas ni sector militar; Lenin creó, consolidó una convencida, disciplinada estructura política que llamó Partido Comunista. Creció, se fortaleció alimentada por errores y descuidos de la nobleza rusa, que entendió los oficiales eran nobles, pero los soldados rurales nacidos en los estamentos pobres y perjudicados del país. Así se originó la revolución marxista leninista rusa, igual que Mao TseTung en la China medieval y hambrienta que fue creciendo sobre siglos de injusticia para terminar sacando a Chiang Kai-shek, su ejército disciplinado y bien armado.

En Colombia las guerrillas pasan ya del medio siglo, no han sido derrotadas por completo, pero ellas tampoco vencen a las fuerzas armadas, y terminaron manteniendo solo de la boca para afuera banderas y argumentos sociales; en la práctica se transformaron en sinvergüenzas, bandidos narcotraficantes, secuestradores, asesinos, extorsionadores y contrabandistas.

El recuento histórico, sin mayores profundidades, es para señalar que no siempre ganan grandes movimientos, ni la proliferación de pequeños. Los que vencen son los guías ideólogos auténticos, vengan del sector que vengan, pero que captan, conservan la atención y fe de los pueblos porque tienen un mensaje claro, contundente y programa de acción, esa propuesta a la vista no lo cambian, no negocian, no dialogan, van adelante en las buenas y malas.

Es precisamente lo que no ha tenido cierta oposición venezolana a lo largo de la vigencia del chavismo. Atacaron a Hugo Chávez cuando era dueño de la confianza y expectativa de una inmensa mayoría, fueron todos contra él, pero no plantearon alternativas; en consecuencia, lo ayudaron a desarrollarse, transformándose de militar insurrecto e incompetente, en devoción. En eso siguen cabecillas de micrófonos, líderes de frases y defensores de pequeñas cuotas de poder.

El chavismo, guiado por la corrupción, codicia y experiencia castrista, se dedicó con disciplina, consagración y sin perder el norte en construir una maquinaria cívico-militar de poder. Si robaban, violaban derechos humanos en el proceso no importaba, lo importante era fortalecer la estructura y ya la tienen.

Los opositores continúan, con alguna excepción, hablando.

@ArmandoMartini


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