El año ha comenzado con demasiada gente creyendo que Sánchez es empático y Ratzinger un nazi, cuando uno mata a mentiras y el otro se muere entre verdades.
Algo extraño opera en el ser humano moderno para que se asienten con tanta solidez prejuicios y falsedades tan sencillas de desmontar. Las del presidente del Gobierno son tan visibles como una elefanta preñada en una tienda de mascotas, y se resumen en una: ha despedido 2022 contando que, gracias a él, algunas familias recibirán 16 euros al mes para comer, menos de lo que cuesta alimentar a El Chicle en la cárcel tres días; aunque la noticia importante es que la gasolina cuesta un 20 % más.
También se despidió Penélope Glamour, conocida en los ambientes por Yolanda Díaz, vanagloriándose de los históricos datos de desempleo. Aunque cuando le preguntaron cuántos fijos discontinuos hay ya en España, excluidos de su estadística y ampliados hasta el infinito por la imposición de hacer indefinido hasta al sastre de Tarzán pero en paro real, dijo desconocer el dato.
La ministra habla del desempleo como Pedroche de las campanadas, con un modelito para dar de qué hablar y que nadie se dé cuenta de que muchos se han atragantado con las uvas: el colmo de la crueldad política es decirle a alguien que no cobra, ni del SEPE ni de una empresa, que es un trabajador activo aunque se muera de hambre y sobreviva malamente entre embargos e impagados.
Frente al deplorable cinismo de nuestros amantes de Teruel, parva ella y parvo él, irrumpe una luz en la tiniebla con la muerte de Benedicto XVI, una especie de matemático de la Fe que buscaba las respuestas a las grandes preguntas y se atrevía a exponerlas con respeto, en largas encíclicas que solo un necio puede despreciar desde un anticlericalismo analfabeto.
El mismo que ha pretendido resumir su vida recordando que, de niño, se afilió a las Juventudes Hitlerianas, cuando era obligatorio bajo amenaza de represalias familiares. O que estaba a punto de ser juzgado, por encubrir abusos sexuales y a su propio hermano, dos mentiras refutables con una simple consulta a los hechos reales, alejados de una falacia repetida por algunos de los más tontos «influencers» del momento.
«Occidente, desde hace mucho, está amenazado por esta aversión a los interrogantes fundamentales de su razón, y así solo puede sufrir una gran pérdida. La valentía para abrirse a la amplitud de la razón, y no la negación de su grandeza, es el programa con el que una teología comprometida en la reflexión sobre la fe bíblica entra en el debate de nuestro tiempo. «No actuar según la razón, no actuar con el logos es contrario a la naturaleza de Dios», dijo Manuel II partiendo de su imagen cristiana de Dios, respondiendo a su interlocutor persa».
Son apenas unas líneas del recordado discurso del Papa fallecido en la Universidad de Ratisbona, hace tres lustros largos, y suponen la mayor apuesta por tender puentes entre disciplinas aparentemente opuestas pero en realidad complementarias.
En un momento donde se levantan muros artificiales y se excavan trincheras innecesarias entre ciudadanos que, de no ser por ese mensaje político frentista, se sentirían hermanos; leer a Ratzinger es un ejercicio de tolerancia, en la misma medida que escuchar a Sánchez o a Díaz otro de intransigencia trufada de mentiras obscenas.
Pero el nazi y el pederasta era el otro.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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