En tiempos recientes he tenido la oportunidad de ver dos excelentes producciones del cine latinoamericano. Las dos provenientes de los países que están liderando su actual ciclo de pujanza: Radical es una cinta mejicana y Puan argentina.
Con relación a la primera de ellas, me hizo recordar otro film que ya les comentara: Salón de profesores (https://bit.ly/4cQlicW ). Si en esta nos ha correspondido ser testigos de cómo se cuelan los conflictos actuales de la sociedad hacia el interior de una escuela alemana, se podría decir que Radical nos aporta una visión paralela contextualizada a una realidad radicalmente distinta. Se desarrolla en una escuela ubicada en el municipio fronterizo de Matamoros, colindante con Brownsville (Texas) –a lo largo de la película se nos hace ver que se trata de una zona plagada por el problema de tráfico de drogas–. Su realizador y guionista, Cristopher Zalla, aclamado por su ópera prima Sangre de mi sangre (2007) que no he visto, vuelve a impactar al público cinéfilo con este film ganador en el prestigioso Festival de Sundance 2023 del “Festival Favorite Award”.
Radical es protagonizada por un magnífico Eugenio Derbez, quien también la coproduce, personificando a un profesor de primaria que recién se incorpora a uno de los colegios más problemáticos de la región. Sergio, su personaje, es un auténtico soñador que desea implantar un radical método de enseñanza –de aquí el título–. De hecho, la película al principio incurre en un discursivismo excesivo y un tanto utópico, al intentar vendernos de un modo muy precipitado las bondades de su pedagogía irreverentemente innovadora, en una escuela cuyo entorno social la hace lucir, a primera vista, poco compatible con sus pretendidos experimentos. Sin embargo, esta sensación dura poco, la historia se encarrila perfectamente a través del excelente manejo de las situaciones humanas que se plantean, respaldadas éstas en muy sólidas actuaciones.
Al final, la película nos reitera lo extraordinariamente difícil que resulta para ingentes cantidades de niños y adolescentes en la inmensa diversidad de ámbitos geográficos, poder superar las limitaciones que les impone el entorno de miseria en el que han crecido. El tema de las oportunidades de progreso perdidas como consecuencia de la condición finita del ser humano, al cual le es vedado escapar de la contingente lotería en la que se resuelve su ámbito de nacimiento, es universal y Radical lo despliega con esa crudeza que le es tan inherente al cine latinoamericano. Pero, al mismo tiempo nos brinda con un mensaje de esperanza. Esta película está inspirada en hechos reales y hacia el final, ya cuando los textos comienzan a parecer, se muestran fotos de los reales protagonistas. Una de ellas, alumna de la escuela, y del profesor, residente de una ranchería ubicada al lado de un vertedero de basuras, recibió una importante beca por haber obtenido la mejor nota en la prueba ENLACE –Evaluación Nacional de Logros Académicos en Centros Escolares–. En definitiva, el Sergio de Radical –7.8 en IMDB– nos trae a la memoria a tantos otros profesores carismáticos del cine, al Sidney Poitier de “To sir with love” o al Robin Williams de El club de los poetas muertos. Se las recomiendo, con un pañuelo por si acaso tengan que enjugarse algunas lagrimitas que les hará brotar.
Puan también se desarrolla en un ambiente educacional. Estuve esperando el estreno de esta cinta desde que viera la ceremonia de entrega de los galardones de la 71° edición del Festival de San Sebastián. En ella, me resultó muy llamativo el discurso de Marcelo Subiotto, premiado como mejor actor por su desempeño en el rol de un profesor de filosofía política en Puan. Saber de la existencia de una película centrada en la vida de profesores universitarios latinoamericanos me suscitó un particular interés y una sensación de sorpresa. Nunca había considerado las vivencias de un profesor universitario de nuestro ámbito como constitutivas de un personaje interesante para el cine y, de hecho, no conocía, hasta ese momento, de ninguna cinta que se hubiere filmado con la lente enfocando en primer plano las dinámicas personales al interior de nuestras universidades. Puan – 6.8 en IMDB– lo hace y con gran éxito.
Aunque no gana la Concha de Oro, sí es premiada por el mejor guion en el mencionado festival, así como también fue nominada para el premio Goya en el renglón de mejor película latinoamericana. El título alude a la denominación coloquial con la que los miembros de la comunidad se refieren a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero Puan es más que una dependencia académica: es el lugar al que pertenece el personaje al que da vida Subiotto y que también se llama Marcelo. Allí adentro es un artista, un “performer” al que se le ve disfrutar la felicidad de compartir lo que le apasiona: el conocimiento. Afuera de su micro hábitat, es un individuo que se traga el malestar de todo lo que le acontece, con tal de controlar la ansiedad que le produce la crisis vital que está padeciendo.
Se ha producido la muerte de su gran amigo y también admirado jefe anterior de su cátedra. Se supone que él es su natural sucesor, pero se le aparece un contrincante. Egresado también de la UBA, ha regresado de Alemania y decide concursar por la vacante. A este personaje lo interpreta un espléndido Leonardo Sbaraglia. Algunas sinopsis publicadas sobre Puan colocan el foco del relato en esta batalla académica por la cátedra vacante. Yo no la siento así. El personaje de Marcelo, en la película, se traga a su rival. La cámara sigue todo el tiempo a Subiotto, adonde sea que vaya, y su mirada es la que focaliza el mensaje que se nos desea transmitir. Hay temor al desamparo en ella: ¿Adónde ir o qué hacer cuando el lugar que uno ha adoptado como suyo se diluye ante nuestros ojos? Me trasladé a la crisis universitaria venezolana y por ello me sentí demasiado identificado con Marcelo. Por cierto, Puan también aloja una subtrama en favor de la defensa de la educación pública, pero ya esto es harina de otro costal. Se las recomiendo. ¡Enfáticamente!