Una persona de gran estima hizo un par de preguntas muy difíciles de responder. Entre tantas cosas, elevó su corazón por sobre las corrientes que generan los cambios climáticos y miró a unos cuantos en situaciones y condiciones similares, consternado por tales divises, volteó sus ojos limpios, inocentes de maldad, pletóricos de amor y preguntó: ¿Quiénes son estos y de dónde han venido? En ausencia de palabras, el silencio consumidor fue la única respuesta ávida de sabiduría que se pudo expresar.
La interrogante implicaba un entendimiento del que mi corazón carecía, y solo quien puede mirar con tal asertividad estaría en el lumbral preparado para darse una respuesta a sí mismo. En tales momentos solo se puede pensar en el sublime papel pasivo de esfuerzo que implica ser testigo, los tales, solo se hallan en el momento y lugar para un propósito e inmersos en un plan. Meditaba en todo aquello sin poder articular palabras o estar preparada realmente para lo que mis oídos escucharían.
Momentos eternos y sublimes de bondad que arropan la psiquis y el alma de quienes se ven involucrados, los mismos, son difíciles de explicar, y más arduo aun sería tratar de interpretarlos. Antes de que aguas corrieran fuera de los ojos, las ventanas se abrieron y pude ver lo que inquietaba el corazón del interlocutor; impávida no tuve palabras. De forma casi instantánea tuve que bajar el rostro y mirar aquel polvo opaco entre las zapatillas, que recordaba el origen primigenio material y fundamental que esconden las pieles.
Luego de unos segundos prolongados de silencio y una mirada en la línea de lo eterno, se rompió el mutismo con respuesta, y quien hace las preguntas difíciles también las responde con prontitud: -Estos son los que van saliendo de grandes sufrimientos, angustias y tribulación. Se acercaron en medio de tales circunstancias al cordero que les asiló en las salas de su trono, por medio del cual sus vestiduras fueron cambiadas. Ya no están sujetos a necesidades fundamentales de hidratación y nutrición, los calores abrasadores no les abaten como antes. ¡Entre ellos, hay uno que les pastorea, dirigiéndoles a laderas de aguas oxigenadas en movimiento y se acerca lo suficiente como para enjuagar las lágrimas de quienes habitan allí!–.
Sus palabras resultaron no comprendidas a priori, pero llenas de descanso y bienestar en lo sucesivo. La óptica de algunas cosas cambió, a medida que pasaban los días se hacía más vívida la imagen que acompañaba su respuesta. En tal sentido, y con casi nada que aportar, el mensaje esta vez radica en el no apresurarse a tomar una determinación, por el contrario, permanecer en quietud mientras es aclarado el paisaje.
@alelinssey20
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