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¿Quién resulta responsable?

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Los verdaderos responsables del asesinato de (por ahora) 39 migrantes en una instalación del Inami en Ciudad Juárez son Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador. Lo demás es literatura.

Empecemos por el norteamericano. Aunque su predecesor inició la barbaridad de obligar a solicitantes de asilo, migrantes, y mujeres y niños a esperar su audiencia y procesamiento en México, de semejante salvaje nadie esperaba otra cosa. Trump hizo con los migrantes y con México lo que había anunciado en su campaña. Biden parecía ser, y quería parecer, diferente. Pero cometió el delito moral, por lo menos, de considerar que México era un tercer país seguro en los hechos, donde las decenas de miles de centroamericanos, venezolanos, cubanos, haitianos y viajeros del resto del mundo podían permanecer con seguridad, con condiciones decentes, sin peligro, en México.

No podían no saber Biden y su equipo que eso era falso. Sabían que no existen las instituciones, los recursos fiscales y humanos, y la experiencia, para absorber a semejante cantidad de gente en este país. Tenían plena conciencia que México en general, y nuestra frontera norte en particular, es una de las regiones más peligrosas del mundo, donde, en efecto, los narcos mandan y el Estado no existe. ¿Quién lo dice? Blinken, Mayorkas, los senadores demócratas y republicanos, los asesores de la Casa Blanca. Devolver los migrantes a México, o imponer que esperaran en México, era condenarlos a la barbarie. Eso es la frontera.

El otro responsable es el mexicano. Supongamos, para ser generosos, que AMLO y Ebrard no disponían de mayor margen de maniobra en noviembre de 2018, y en mayo de 2019, cuando Trump los obligó a aceptar la conversión de México en “tercer país seguro” de facto, aunque no se confesara. Conviene resaltar, sin embargo, la extraordinaria temeridad de quien sería secretario de Relaciones Exteriores, de negociar, un mes antes de serlo y de contar con el apoyo de la Cancillería, de Gobernación, del ejército, un acuerdo con Estados Unidos en materia migratoria. Y supongamos también que Biden amenazó con el igual cinismo, pero con mejores modales, a López Obrador si no mantenía el mismo principio, aunque se llame distinto: aceptar el refoulement o devolución de decenas de miles de migrantes para que esperaran su proceso en México o fueran deportados a sus países de origen desde territorio mexicano.

En varias ocasiones, el propio Ebrard, en su dizque respuesta al libro de Mike Pompeo, secretario de Estado en ese momento, ha reconocido que no quiso pedir o aceptar recursos de Estados Unidos. Se refería a la posibilidad de recibirlos en el marco del acuerdo de tercer país seguro de facto que aceptó. Dijo que recibir esos recursos encerraría “costos inaceptables” para nosotros. Como ya lo dijo Fausto Pretelín, semejante aberración evoca el machismo catastrófico de Miguel de la Madrid cuando el sismo de 1985. Ebrard y López Obrador rechazaron la analogía con Turquía, que en 2014-2015 recibió 6.000 millones de euros, en una primera entrega, para absorber más fácilmente a los casi 3 millones de refugiados sirios y afganos.

¿No necesitamos dinero, porque nos sobra y somos muy soberanos? ¿En serio? ¿El “albergue” disponía de todas las facilidades? ¿Detectores de humo, rehiletes, salidas de emergencia, protocolos y personal entrenado y suficiente? Las ciudades fronterizas ¿disponen de dinero para atender a decenas de miles de migrantes durante meses?

Los integrantes del Inami son, por lo menos desde tiempos de Diana Torres con el profesor Olivares Santana, básicamente animales. Al igual que los que contratan las dependencias encargadas de vigilar fronteras aéreas y terrestres en casi todos los países del mundo. Es a propósito: la Police des Frontières, la Border Patrol, los rusos, cubanos y austriacos, son todos salvajes. Los nuestros no más que otros. Pero eso son. ¿De veras no necesitamos dinero para contratar a más personal, mejor pagado, mejor formado? ¿No nos falta dinero para subrogar la seguridad en los albergues de la frontera a una empresa competente, y no a una empresa transa nicaragüense?  ¿Somos tan macho-soberanos que no nos hacen falta los pinches dólares de los pinches gringos?

Esta es la verdadera responsabilidad detrás de la tragedia de Ciudad Juárez. Tienen razón quienes han escrito que lo sorprendente es que no haya sucedido antes. Ojalá no suceda otra vez.

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