El régimen de Maduro tiene que plantear más cosas que solo el «quédate en casa». Una cuarentena no es viable para quienes ganan 5 dólares mensuales y perdieron hace más de 10 años su capacidad de ahorro. ¿Puede un país que tiene la inflación más alta del mundo permanecer en cuarentena? ¿Es para Venezuela peor el remedio que la enfermedad?
Qué difícil es cumplir cuarentena en Venezuela cuando debes buscar el gas que no llega, el agua que nunca sale por el grifo o los alimentos para el día porque la nevera se dañó con los apagones; o cuando tienes que producir algo extra de dinero porque la hiperinflación estrangula tu poder adquisitivo para cubrir las necesidades básicas.
En fin, la crisis estructural dejó a millones de venezolanos en una línea de pobreza que les impide acatar órdenes de rigor, aunque estas sean en beneficio propio, pues está en juego la subsistencia básica.
La primera secuela del covid-19 es la obligatoria reflexión de la dirigencia política venezolana: una sociedad polarizada, resentida y con una hegemonía tarifada como la impuesta por el socialismo para lucrarse con delirios ideológicos, hoy en día está imposibilitando todo intento de pensar sin señalar y descalificar al que no piensa como yo. La imperiosa unidad nacional es difícil de alcanzar con unas fuerzas políticas cimentadas en el odio, el resentimiento y la venganza.
Tenemos grandes problemas estructurales, la mayoría de la clase política está desconectada de la gente y, a pesar del coronavirus, permanece cautiva en estériles discursos ideológicos que no representan ni definen el imaginario colectivo venezolano.
La extrema antipolítica no le permite al ciudadano común ejercer el derecho a luchar por su vida. Deben entender que no se trata de una lucha entre bien y mal, sino lucha entre la vida y la muerte. Pretender seguir actuando igual en circunstancias totalmente distintas, indica la incapacidad para entender la gravedad del momento e impide implementar medidas oportunas y efectivas.
No es dejar de hacer política, es volver precisamente a la política, con un lenguaje centrado en la verdadera crisis humanitaria, pues lamentablemente, según los expertos en la materia, está crisis se acrecentará.
Hacer política no solo tiene que ver con la lucha por el poder, sino con la atención vital del ciudadano; menos aún, se deja de ser oposición por responder oportunamente a los asuntos del Estado. Desde Unidad Visión Venezuela somos conscientes de los límites y el alcance de nuestra novel fuerza, pero no podemos dejar pasar la oportunidad de hacer un llamado a la reflexión y rectificación de las facciones con más músculo, debido a que lo único que está en juego es la vida de la gente, teniendo en cuenta que es la primera vez en toda la historia de la humanidad que mil millones de personas y decenas de países están simultáneamente en cuarentena.
Ha llegado la hora de trascender a 20 años de abusos y 20 años de errores, como los que hemos visto en los últimos días: para paliar el impacto económico de la pandemia en Venezuela, Nicolás Maduro decide aumentar la unidad tributaria en casi 3.000%.
Esperamos que en medio de la crisis rectifique y se posponga este incremento.
La peste es ciega y no distingue entre posiciones políticas. Por ello nuestra invitación es a “remar” todos en la misma dirección. A quien no le debemos dar tregua es al virus.
Sin ningún tipo de complejos, urge la Unidad Nacional, sin miramientos, sin “pajas”, para salir lo mejor parados posible de esta pandemia, ya que sin vida no hay sociedad, ni política, ni economía, ni nada. El apoyo ciudadano a las instituciones hospitalarias pasa por la decisión del autoaislamiento en la medida de nuestras posibilidades.
El momento más que político, es existencial, pero sobre todo humano. No tenemos la menor duda de que un liderazgo bien canalizado y representativo puede sumar y unificar fuerzas, puede conducir y dirigir la voluntad nacional convocando a la reconciliación de todos los venezolanos.
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