OPINIÓN

¿Quién manda?

por Lidis Méndez Lidis Méndez

El pasado 13 de agosto se firmó el Acuerdo de Abraham entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos después de casi 50 años de conflictos, es notable que este hecho se oficializó en medio de la crisis pandémica y de manera equidistante; es decir, toda una novedad.

Indistintamente de los resultados que a futuro puedan observarse, debemos prestar suficiente atención y aprender una lección importante en vista del desentendimiento, fractura y rivalidades que diariamente observamos en el quehacer político nacional. Normalizar las relaciones diplomáticas entre los Estados del golfo Pérsico, confirma el poder mediador de la diplomacia estadounidense durante el mandato de Donald Trump.

Lejos de intervenir con su poderío armamentístico, el acuerdo se logra cuando el intermediador retira del tablero dos piezas: la dependencia del petróleo y la presencia de las tropas americanas. No todos los conflictos se resuelven generando condiciones favorables, algunos se resuelven eliminando factores disonantes. La consecuencia inmediata del Acuerdo de Abraham obviamente fue la perdida de relevancia de actores influyentes, como la Unión Europea y la neutralización de Irán y Qatar.

Existen factores no mediáticos que aceleran la resolución de conflictos, y en la nariz de los más desprevenidos o confiados se dan sendos batacazos, sin darles tiempo ni siquiera de pestañear. No es de extrañar que en el próximo trimestre se observen cambios favorables en la crisis venezolana, aun cuando los partidos políticos tengan dificultades para llegar a un acuerdo.

Existen ciertas alianzas y voluntades que se suman, asumiendo la reconstrucción de la República en medio de esta crisis de gobernabilidad, ¿quién manda en un país con dos presidentes, dos asambleas y dos tribunales de justicia? Manda la buena voluntad de los ciudadanos que día a día soportan penurias interminables para medio alimentarse, mandan los niños que dejan lastrada una infancia feliz en medio de muros, mandan los jóvenes que recorren calles y canchas añorando libertad, mandan los profesionales que no abandonan las instituciones públicas esperando recursos para poder trabajar, mandan las amas de casa que hacen maromas para mantener un hogar, mandan los ancianos que no abandonan el sueño de morir en paz, mandan los migrantes que regresan al país dispuestos a emprender o a trabajar con más voluntad.

Quienes aspiran a los espacios de poder en medio de una crisis, se legitiman trabajando y participando en sus instancias naturales; fortalecen y protegen las estructuras de las cuales se sirven; establecen planes, metas y objetivos que están a su alcance; comunican oportunamente y con transparencia sus acciones; no crean falsas expectativas y por sobre todas las cosas, son capaces de retirarse cuando estorban o dificultan el bienestar de los demás. El mal nunca triunfa, basta con quitarle uno o dos escollos de los cuales se sirve, para que caiga tan rápido como un pestañear de ojos; mientras el bien, tiene muchos aliados, es eficiente y se compromete a largo plazo.

Desde Unidad Visión Venezuela hemos sostenido a través del tiempo una línea política basada en la democracia, la inclusión, el pluralismo; la participación política en todas las esferas de poder; la comunicación oportuna, franca y trasparente.

En tal sentido, en vista de tantos desaciertos en la política nacional, y considerando la catastrófica relación entre los “fuertes” y los competentes, no descartamos una solución imprevista, silenciosa, novedosa y ajustada a los tiempos que estamos viviendo. Sostenemos el llamado a seguir arando en los espacios democráticos para cultivar semillas de conciencia, responsabilidad, entendimiento, libertad, bienestar y prosperidad que merece todo el pueblo venezolano.

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