Sin lugar a dudas no es Maduro. Aquella vieja expresión propia de las monarquías constitucionales que reza: el rey reina pero no gobierna, pudiera encajar perfectamente en la Venezuela de hoy y podemos decir que Maduro “reina” pero no gobierna. Aunque estoy persuadido que tampoco “reina”, es decir, tampoco ha sido capaz de simular autóritas.
Efectivamente hay evidencias de que ha habido un desplazamiento del poder, y de su expresión material el gobierno, de Maduro a Padrino López y que después del último discurso de este, con motivo del Día de la Independencia, quedó demostrado que quien manda en el país es la FANB y su jefe quien quiere y desea definitivamente ser el jefe de gobierno y de todo.
Probablemente la historia del país no ha tenido un gobierno más tutelado por la FANB que este de Maduro, el cual es un drama, de allí que lo que inicialmente había boceteado Chávez: un populismo radical travestido de lo que él llamó socialismo del siglo XXI sobreviva ahora en manos de Maduro, con la ausencia de dos elementos básicos: el liderazgo carismático, cuestión que poseía Chávez, un verdadero seductor de masas y ausencia, también, del demiurgo populista: su sujeto político fundamental “el pueblo”.
Maduro carece de ambos, con el agravante de que al evidenciarse la crisis y develarse la responsabilidad de Chávez como productor de la misma, su propio liderazgo carismático que lo sobrevivió se rutinizó rápidamente y me atrevo a decir que su peso en los venezolanos no alcanza el objetivo que se propuso el chavismo: convertirlo en un referente a lo Perón, pues ha perdido de manera significativa el afecto de los que antes lo veneraban.
El deslave ha sido dramático. Las encuestas más serias señalan que “el pueblo” le ha dado la espalda y subraya que su gobierno, el de Maduro, es realmente malo y que las razones que el gobernante esgrime con la pretensión de que se conviertan en las razones de todos (es decir del “pueblo”) hace bastante tiempo que no son reconocidas ni seguidas ni compartidas por sus gobernados y esto es lo que marca definitivamente su deslegitimidad, incluso, de origen, puesto que quien otorga legitimidad de origen es el ciudadano y al desconocer este el liderazgo de Maduro y sus razones para gobernar lo deslegitima de origen.
En resumen, es el ciudadano quien da y quita legitimidad al desconocer a quien lo gobierna, incluso, la legitimidad de origen, aun cuando los constitucionalistas afirmen una otra vez que es el voto el que consagra la legitimidad de origen “hasta las próximas elecciones”.
No deja de ser interesante de que el desplazamiento de Maduro por Padrino se ha producido sin aparentemente contradicciones en el seno del aparato de Estado.
Lo que es visto en días recientes como la pérdida de poder, por ejemplo, de Diosdado Cabello a favor de Maduro con la reestructuración del Alto Mando Militar, a quien deja como el líder único y beneficiado de tales cambios es a Padrino y no Maduro.
Ello implicará en el futuro inmediato, y creo que ya es así que la deriva autoritaria que hoy presenta el régimen, cuestión que es natural en todo régimen populista, será, y ya lo es, responsabilidad directa de la FANB y del liderazgo que ejerce en su seno el ministro de la Defensa, Padrino. No quiere decir que Maduro no sea responsable de la lógica política que se instaura ahora más militar que civil, al contrario, es tan responsable como Padrino, solo que él lo es por su ambición de mantenerse en el poder, aunque solo como cuestión simbólica lo complace y deja hacer con su aplauso.
Estaremos así frente a una dictadura estrictamente militar con una fachada de gobierno civil, cuya lógica y narrativa, se caracteriza por el desplazamiento de la lógica y narrativa civil por una narrativa y jerga militarista.
Así que la lucha en Venezuela parece recobrar viejas consignas que ya creíamos superadas: democracia contra dictadura y lucha por la independencia nacional. Consignas que eran propias de otros tiempos y de otras latitudes.