OPINIÓN

Quien llega en nombre del Señor

por John Marulanda John Marulanda

Lo que uno carga en el cerebro, no es fácil de desprenderse de ello. Así suena el coro de una canción muy popular. Y en el caso de Petro, no va a ser nada fácil desprenderse, defenestrar, arrancarse de él. La situación es así: elegimos a un presidente, algunos se arrepintieron, los otros, los ciegos y los no tan ciegos, estamos en la gran duda: ¿lo arrancamos o no de nuestra, la democracia más antigua de la región? Pues no lo sabemos. Algunos dicen que nooooo, que no se puede y otros, los más sensatos, decimos que síííííí, que sí se puede. El Príncipe de Maese Nicolo de Maquiavelo, un texto de estudio para la mayoría de los estudiantes de ciencia política y para la presencia de él, aunque no lo debe haber leído.

La colombianidad no soporta el maltrato, ni la presión: más de 8.000 colombianos han cruzado el Tapón del Darién y por supuesto que van en pobres condiciones. Algunos sin pantalones y otros sin camisa. Y todos con la esperanza de ver salir el sol en la tierra de las libertades, donde alguien escribió, creo que fue Alexis de Tocqueville, que bienvenidos a la democracia.

Claro que la cosa no queda así. Siendo este el gobierno con el más bajo porcentaje de aprobación y con el mayor índice de desaprobación.

Por otra parte, la empresa privada y en particular la Acemi (Asociación Colombiana de Empresas de Emergencia Integral) pues no alcanza a ver los alcances de la propuesta de su ofensiva parlamentaria. El asunto es electoral y con solo dos o tres votos puede pasar. Es dramático el asunto.

A los anteriores hechos, agreguémosle su visita a Barranquilla, en donde estuvo comiendo “en familia” con su gran capacidad de conversión y su gran capacidad de transferencia. Entendemos por transferencia aquel fenómeno por medio del cual, el máximo jefe de la nacionalidad se obliga con otros, miente por otros.

Claro que nuestro hombre dio papaya al decir sí se puede, que él está disponible. Y mientras tanto, movió a sus alfiles, uno para Londres y otro para volver al círculo íntimo e intercambio de posiciones en su anillo más cercano.

Pero volvamos a Petro, el ya sin nombre -muchos le dicen a él, simplemente él, se refieren a él como el nn-.

Mientras el hombre no dé papaya, pues ni modo, aquí seguiremos aguantándolo, soportándolo.