Cuando faltan pocos meses para unas elecciones europeas, la figura de Giorgia Meloni sigue siendo escrutada, objeto de estudio sociológica, psicológica y antropológicamente. “En este primer año y medio ha evitado exageraciones, sobre todo en Europa. Su rol será llevar al centro a sus aliados europeos, aunque si Orban entrara en los conservadores esto sería más complicado”, explica Manuel Díaz Margallo en una entrevista a La Stampa. Y es que, aunque es cierto que esos resultados verterán poca sustancia política, sí ayudarán a comprender hacia donde terminar de embocar el viento de un país en perenne alerta, azuzado por el espectro de unos tártaros (el fascismo) que no terminan de llegar. Porque Italia -y Europa, en general- le ha puesto puertas al desierto, y eso hace más difícil ver quién o qué hay realmente detrás. Perdidos en las calaveras ancestrales, la duda es saber si esa recurrencia se hace por ignorancia o comodidad para legitimar una dictadura de los mercados ante una opinión pública en confusión total.
El profesor Emilio Gentile, en permanente contraste con la tesis de Umberto Eco, siempre trató de quitarle nubarrones al cielo. Negándose a comentar el presente con este periódico, es menester rescatar lo que dijo hace años. “Muchas de las características del fascismo hoy día son atribuidas a movimientos antifascistas. El fascismo usaba la tradición, pero no tenía el culto de la tradición. Mussolini despreciaba el pasado y estaba obsesionado con crear un futuro. Se trajo a extranjeros para trabajar en Italia. Churchill, De Gaulle, Reagan, Trump o Grillo fueron tildados de fascistas. El término se usa despóticamente para quien utiliza el poder de forma arbitraria. Por esa regla de tres, Caín y Dios deberían ser fascistas. Esta palabra no tiene un significado en sí. Fue usada para indicar un enemigo común (algo así hicieron los cristianos con los paganos). Comenzaron a pronunciarla comunistas como Palmiro Togliatti… Luego, tras el 48, siguió De Gasperi”, manifestó.
Esta autopsia al muerto, extrapolable a hoy, puede ayudar a comprender mejor los hechos acaecidos en Acca Larenzia hace semanas. Esclarecer por qué motivo dieron la vuelta al mundo cuando es algo cotidiano en el país. De hecho, el récord de afluencia fue con un gobierno de izquierdas: tres mil personas con Gentiloni. Para ello vuelve a entrar en escena el filósofo Diego Fusaro. “Es algo que pasa todos los años. Algunos nostálgicos de cabeza rapada quedan allí para honorar a las víctimas de aquel horror. Son cuatro folclóricos, pero nos hacen creer que se trata de una parte importante del país. Es funcional, y en realidad ellos son útiles instrumentos del poder, que dice lo de siempre: la sociedad es perfecta, y para mantenerla hay que protegerse de esta gente. Eso para ocultar el verdadero problema: la precariedad de los jóvenes, la financia, el desempleo… Eso es; no el fascismo, que terminó hace setenta años”.
Un año y poco atrás
Italia se mueve como un péndulo, y en lugar de observar su vida, se limita a vivirla. Dice el historiador francés Henri-Irénée Marrou que la historia es una batalla del espíritu que conoce sólo éxitos parciales. Al no comprender del todo la naturaleza del fascismo, en palabras de De Felice, es normal intuir su amenaza en cualquier rincón. Es fácil y cómodo oler inquisición por todos lados. Normalizarla para esconder un oprobio, y así sucesivamente hasta la eternidad.
Cuando Giorgia Meloni ganó las elecciones, la revista italiana Internazionale amaneció con la portada de una bota militar suplantando el mapa de Italia. Además, el editorial de The Guardian, decía así: “Fratelli d’Italia, nacido hace diez años y gran heredero de la tradición neofascista, liderará el gobierno más a la derecha desde la posguerra. Italia, tercera economía de la Eurozona y uno de los países fundadores de la Unión Europea, ahora tendrá un modelo en el continente de fuerzas nacionales y autoritarias”. El asunto siguió con Le Monde: “Es un movimiento con orígenes turbios, heredero de la compleja historia del fascismo tras la II Guerra Mundial”.
Cuando el Ejecutivo cumplió un año (octubre 2023), buena parte de la prensa nacional, pero sobre todo internacional siguió soltando lastre contra las nuevas tropas melonianas, convertidas en auténticos demiurgos del mal con camisas negras. En Italia, la Repubblica no dejó títere con cabeza: “Usa la legislatura para reposicionarse en Europa como país líder de una actitud nacionalista hacia Bruselas, agresivo con los inmigrantes, que además intenta transformar la cultura en un megáfono personal. Todo trufado con indiferencia hacia el colectivo LGTB, las desigualdades y la convicción de que el uso de la fuerza es la mejor solución para sanar el degrado social”, rezaba su director Maurizio Molinari, que no se detenía ahí. “Italia es un laboratorio del soberanismo, y esto nos aleja del Tratado de Roma del 57 y del Manifiesto de Ventotene, redactado por Altiero Spinelli, Ernesto Rossi y Eugenio Colorni. Además, prosigue con su cohesión atlántica, que ha llevado a salir de la nueva vía de la seda con la China de Xi”.
Su colega Ezio Mauro, editorialista, fue más allá. “Meloni no reivindica la herencia del fascismo como hacen algunos de sus secuaces, pero no la condena tampoco”. También una de las firmas más prestigiosas del diario de izquierdas, Michele Serra, excomunista. “Su política no es de derechas, es mucho peor. Una parte de esta pasta es vieja, y se trata del fascismo. La otra es nueva, nunca vista antes: un concepto que evoca orden y conservación, burguesía y bancos, jerarquía y capitalismo. No es conservadora ni liberal, sino un fenómeno nuevo y sin nombre. Populismo tampoco, porque hay un populismo de izquierdas que no es nacionalista ni homófobo, y que tampoco sigue al Cristo Rey. El fascismo es populista, pero no todos los populismos son fascistas”, apuntó.
En idéntica línea continuó el periodista Frank Horning en Der Spiegel cuando el gobierno soplaba una vela. “La llama en la tumba del Duce -en Predappio- es la que está en el símbolo de FdI. Lo cierto es que se temió que llevara el país hacia la extrema derecha. Así lo dijo en su día el presidente de Estados Unidos, pero ahora es amiga de Biden. Meloni pasó de tener una relación serena con el fascismo a mirar a Estrasburgo. Ha lanzado una ofensiva diplomática en África, pero su objetivo es el mismo que Salvini: impedir que los extranjeros vengan a Italia. Lidera un país necesitado de patriotas para combatir contra el fundamentalismo climático y la ideología de género. Ha creado (en la RAI) una especie de Tele Meloni y está tutelada, además, por Mediaset (financiado por Forza Italia). Está rodeada de Lollobrigida, Eugenia Roccella (ministra de familia en contra del aborto)… Y en el Senado, como presidente, está La Russa, que tenía un busto de Mussolini en su apartamento”, concluyó.
Muchos yoes
Así llegó la Navidad, y con ella se siguió alimentando el monstruo. De hecho, en la primera página del semanario l’Espresso, aparecía una Giorgia de espaldas en las vestes de un dictador militar. Todo coloreado con una editorial de fuego de su antiguo director, Alessandro Mauro Rossi. “La migración en Italia ha aumentado 50% desde que está ella. No ha mejorado las pensiones y ha aniquilado el salario mínimo. Hay pocos fondos para contrastar el feminicidio, y aumenta el número de italianos que van a morir fuera porque no está permitida la eutanasia”.
Pero más allá de esta retórica sobre el nuevo nazi-fascismo, la cuestión sigue sin resolverse, y quizás sea ese el verdadero objetivo de quienes la alimentan. ¿Quién es Giorgia Meloni verdaderamente? ¿Y quién no es? El periódico conservador Libero, el viernes 29 de diciembre, sacó una portada significativa no exenta de cálculo, de polémica: Giorgia Meloni, uomo dell’anno. Su director, Mauro Sechi, fue el primer jefe de comunicación de la premier italiana. “En la sociedad del pensamiento débil, hemos premiado las ideas fuertes. En la confusión de roles, hemos puesto el acento en homo, entendido éste como ser humano. En la excesiva superación del límite que tiene que ver con la diversidad, hemos dado la vuelta al género. En el tiempo de guerra hemos elegido a quien ha demostrado saber combatirla. Giorgia Meloni es hombre del año porque ha cancelado la guerra de sexos ganándola, pensando diferente, siendo divergente, superando la soberbia y ostentación de los hombres y el derrotismo de las mujeres. No ha roto el techo de cristal, lo ha disuelto. Ha proyectado sus adversarios en una dimensión de queja perenne. Dicen que es fascista, líder del patriarcado, mujer pero no feminista. El problema está resuelto: Giorgia es el hombre del año”.
En las crónicas de la época, esto dejó anotado del fascismo un periódico soviético (Boris Vaks para Izvestija). Era el 19 de diciembre de 1922: “Las medidas sociales y económicas prometidas por Mussolini solo son humo. Busca los intereses del gran capital”. Efectivamente, quizás nunca lo hemos comprendido. Nadie. Ninguno.