Un régimen que enaltece la trampa como su mayor aderezo ideológico no puede venirnos ahora a hablarnos de pulcritud en el manejo de la hacienda pública. Desde su inicio promovió el derroche a manos llenas. Hizo alarde de manejar los dineros del estado sin ningún tipo de escrúpulos. Exhibiendo un estilo de vida dispendioso, propio de aquel que logró ponerle la mano al botín. En definitiva un proyecto político malsano, promotor de las peores aberraciones que una sociedad contemporánea pueda soportar. Ese planteamiento político: egocéntrico y con ínfulas de perpetuidad, simplemente invita a sus dirigentes a saquearlo todo.
¿Cómo no va a delinquir el pequeño si observa cómo asaltan sus líderes fundamentales? Es una cultura del desenfreno en donde pocos escapan. Un círculo vicioso por donde todos ellos se conectan. Le sembraron vivir de bonos y prebendas. De pequeños chanchullos. Todo en nombre de la revolución. En su retorcido mundo de prevaricaciones no se pregunta: ¿Quién es más honesto?, sino ¿quién es el más corrupto? Son ellos sus héroes que desde la nada han construido vidas de ensueño. Como no existen principios buscan imitarlos en sus ámbitos de trabajo. Eso es lo que observamos desde el barrio hasta Miraflores. La revolución venezolana es la mayor estafa de la cual se tenga memoria. Jugó con la ilusión popular para devolver la misma con la marchitez del tiempo perdido. Se ha sacrificado tiempo y millones de dólares en sostener semejante administración.
El poder totalitario es un ejecútese de arriba hacia abajo. Las bases reciben un lineamiento que deben cumplir al pie de la letra. Por ello la deformación moral es una guía que han recibido desde el nacimiento de este proceso. El espectáculo que estamos presenciando, más allá del show publicitario, es el resultado de un sistema corrompido. Castas de hampones se disputan lo poco que queda.
La experiencia venezolana es una clarinada en el continente. El saqueo ha sido brutal. Casi todos están involucrados. Desde quien se roba una bolsa de alimentos en el barrio hasta los potentados que tienen vinculación con grupos terroristas. Son ellos quienes le abrieron las puertas al narcotráfico internacional.
¿Cómo pueden pedirle honestidad a su gente, si ellos jamás lo han sido? En definitiva es tan grande la inmoralidad gobernante que pocos se escapan. La cultura del robo es una obra maestra del binomio Chávez-Maduro. Solo tienen que mirar a su alrededor para comprenderlo todo. La única obra tangible del gobierno es haber enseñado, a buena parte de su militancia, a buscar el dinero fácil.
@alecambero
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