«La inocencia no encuentra protección en la culpabilidad«. Francois de la Rochefoucauld
Cuando una persona es libre es responsable de sus actos. No existe responsabilidad sin libertad. Así ocurre en el mundo de la economía, los negocios y las empresas. Las empresas que generalmente están manejadas por sus propios dueños, tienen más libertad para corregir problemas, aumentar o disminuir precios porque su dueño tiene plena libertad para hacerlo. No así las empresas que están conducidas por un gerente, salvo el dueño o los accionistas le permitan un grado de libertad con algunas condiciones. Generalmente cuando sucede algo malo, muchos buscan un culpable o un verdadero “chivo expiatorio” para evadir responsabilidades.
El keynesianismo triunfó y se hizo muy popular en el ambiente altamente competitivo del capitalismo, porque muchos dueños de empresas y seudoempresarios, sobre todo las marginales, esto es, las de menor productividad, descargaban la responsabilidad de los escasos ingresos a las bajas ventas, al mal estado en general de la economía. Bajo este contexto, un gasto fiscal creciente que aumentaba la demanda agregada de la economía, rescataba a las empresas marginales, e introducía en el mercado a otras más con menos capacidades. Instantáneamente trasladaba la responsabilidad de la generación de empleos y el estado de la economía al gobierno. De modo que el empresario que normalmente buscaba nuevos productos que atrajesen nuevos clientes, e intentaba bajar los costos y disminuir la productividad en general, se transformaba más bien en un peticionario cuasi permanente de favores del gobierno, ya fuesen tasas bajas de interés bancarios para los préstamos, divisas preferenciales en muchos países, protecciones arancelarias. Esto lo estamos viendo ahora mismo en Estados Unidos.
En el mundo de las “altas finanzas” cuando estalla una crisis bancaria los banqueros sinvergüenzas lo primero que hacen después de pedir ayuda sea del Banco Central u otro organismo, es echarle la culpa a un choque macroeconómico (baja de las exportaciones, descenso de la producción general, etc), en este sentido, Aristóbulo de Juan, un experto en regulación y supervisión bancaria, nos alerta al respecto:
“Algunos macroeconomistas consideran que las causas de las crisis bancarias son siempre de naturaleza macroeconómica y que solo interesa la economía real. Para ellos, el sector financiero constituye un subproducto de la economía real. Este punto de vista es compartido por muchos banqueros, que nunca se consideran responsables de una administración deficiente. También es compartido por algunos políticos, a quienes les resulta fácil no adoptar medidas correctivas en el sector financiero o simplemente recurrir a medidas de rescate de carácter general, en vez de poner en práctica medidas impopulares de reestructuración”.
En Venezuela, país tradicionalmente dependiente del petróleo, el gobierno le lanzaba la culpa de los males económicos a los bajos precios del petróleo. Y cuando subieron por fin los precios del petróleo y comenzó el fenómeno de la inflación a erosionar los sueldos y el poder adquisitivo del dinero, la causa directa que no era otra sino del BCV por emitir dinero por encima de las necesidades de la economía, los culpables entonces fueron de aquí en adelante los importadores y el sector empresarial porque se beneficiaba de la especulación.
También los gobiernos se arrojaban las culpas los unos a los otros de los males. E incluso un político avezado como Rafael Caldera, llegó al extremo de culpabilizar a la extinta cuarta república, como si él mismo no hubiera sido gobierno, de no proveer lo suficiente de sustento a la población, y por lo tanto el ¡pueblo no estaba dispuesto a defender la democracia! Todo un verdadero galimatías.
Todo este reclamo cuando se estaba desarrollando la intentona golpista del 4 de febrero.
Al llegar Hugo Chávez a la Presidencia de la República, así por arte de magia todo lo malo que había en Venezuela se debía exactamente a la mala herencia dejada por la famosa cuarta república. De esta forma, la delincuencia, la inflación, la pobreza, los ranchos, los malos servicios públicos se irían a arreglar con una nueva Constitución que le entregaría de verdad verdad el poder al pueblo soberano. ¡Cómo si este nunca hubiese participado en elecciones libres!
Los primeros años del gobierno de Hugo Chávez fueron modestos, pero también la culpa de lo malo existente se le echó de nuevo a los bajos precios del petróleo en los mercados internacionales. Cuando estos comenzaron a subir a niveles estratosféricos, también al gobierno nacional se le ocurrió nada más y nada menos que retirarle grandes cantidades de dólares a las reservas internacionales y se ordenó a Pdvsa que le entregara petróleo casi gratuitamente a Cuba, Nicaragua y a otros países del Caribe, además de requerirle la importación de grandes cantidades de alimentos. De modo que con esta actitud de manejo tanto del BCV como de Pdvsa debilitaron tremendamente la capacidad externa de pagos del país, y cuando bajaron por fin los precios del petróleo no tenía Venezuela reservas para afrontar la terrible baja. El dólar paralelo subió a niveles insospechables y la devaluación permanente de nuestro signo monetario, además de la emisión de dinero sin respaldo, convirtió la inflación permanente que acogotaba a la nación en hiperinflación y destruyó todo el poder adquisitivo.
Pero ahora ya el gobierno encontró -una vez más- un nuevo culpable que no es otro sino el gobierno norteamericano. Se olvidan los dueños del gobierno venezolano que los jefes del gobierno norteamericano no les obligaron a suministrarle petróleo a Cuba a cambio de servicios médicos de dudosa calidad. También se ha borrado de la frágil memoria de los “gerifaltes” del Estado belicoso y revolucionario de Venezuela, que el gobierno del Tío Sam no les exigió nombrar a una retahíla de ineptos e incapaces en los más elevados cargos de la administración pública, en la judicatura y hasta en las fuerzas armadas y policiales, y los resultados están a la vista. Por otra parte, olvidan estos dueños de casi todos los medios de comunicación televisivos y radiales que Estados Unidos no está para nada impelido a financiar los disparates financieros de la revolución chavista castrista y ahora madurista.
El gobierno del Tío Sam y de Donald Trump jamás ha recomendado y menos ordenado a 4,5 millones de venezolanos, en su mayoría de clase media y pobre, a marcharse a otros países a probar fortuna y a encontrar empleos y medios de subsistencia que el gran fracaso económico de la revolución impide crear o mejorar.
Las medidas del gobierno yanqui y otros gobiernos extranjeros no van dirigidas especialmente contra el país, sino contra corruptos que han depositado fortunas inmensas e inexplicables en los sistemas bancarios de Estados Unidos y Europa.
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