Parto de la suposición de que cuando la alta representante para las Relaciones Exteriores de la Unión Europea se traslada en viaje oficial lo hace en nombre de organización de la cual es vicepresidente. De allí que supongo, igualmente, que cuando Federica Mogherini acudió a Colombia para visitar sus autoridades y cuando lo hizo a Cuba en las pasadas semanas atendía propósitos relacionados con su función oficial. Si me equivoco, retiro de antemano los comentarios que haré a continuación.
En su discurso de partida la alta comisionada hizo mención de los temas que unen a Colombia y a la Unión Europea y lo cierto es que sí son muchos. Todo hace ver que se trata de una alianza que fortalece a los hermanos de al lado. Dos temas son notorios: desde el acuerdo comercial suscrito con la UE, hace 6 años, las exportaciones agrícolas de Colombia han aumentado 45%. Este 45% alcanzó a más de 3.000 millones de dólares en el año 2018 y ello es un buen logro. También es notorio que los europeos son en la actualidad los mayores inversionistas extranjeros en Colombia en industrias productivas, lo que crea empleos y promueve riqueza.
Europa, por otro lado, en palabras de su vicepresidente, donde se las juega a favor de Colombia es en el tema de la paz: “El proceso de paz sigue siendo el núcleo del compromiso de la Unión Europea en Colombia, tanto en términos políticos, como financieramente”, dijo la jefa de la diplomacia del viejo continente. Hablando en números, de parte de Bruselas hay armado un Fondo para la Paz que tiene 137 millones de dólares y el Banco Europeo de Inversión ha puesto a disposición cerca de 575 millones de dólares. Ello es digno de encomio. Sobre la parte política del tema, por el contrario, antes de pronunciarnos sobre el irrestricto apoyo a la paz de Santos, debemos esperar a que la misma haya rendido frutos, nada más justo.
Pero veamos el resto. Son muchos países en el mundo los que se inquietan no solo por el reciente movimiento de la disidencia de las FARC, que de nuevo le declara la guerra a Colombia, sino porque lo hace de la mano con el gobierno usurpador de Venezuela. Las palabras de Mogherini en torno a este tema, al despedirse de Colombia, le restaron importancia a tal exabrupto al afirmar que han “condenado enérgicamente el anuncio de un pequeño grupo de disidentes de las FARC de tomar las armas”. Ni una palabra de referencia a la concomitancia con el gobierno del país vecino.
Y sí, Mogherini se refirió al tema de Venezuela al terminar su visita y, es justicia destacarlo, comentó haber destinado fondos para la ayuda a Colombia con el drama de la diáspora venezolana. No son poca cosa 130 millones y otros nuevos 30 millones de euros dirigidos a la identificación de migrantes y su integración socioeconómica. Por ello va un aplauso.Pero era necesario ir mucho más lejos y armar para su continente una visión más integral de lo que se juega en ese eje geográfico, además de poner de relieve el caos que la colaboración de Maduro con el terrorismo desatará en el continente. Para la emisaria de la Unión Europea, hasta ahora, el problema parece ser solo uno de carácter humanitario. Mientras celebramos la real apuesta por Colombia que hace la autoridad europea en cuestión y la ayuda financiera que ella anuncia, es preciso remarcar que su escasez de visión en otros terrenos no es explicable.
¿Cómo entender esta concordancia total de Europa con los esfuerzos colombianos por labrarse un sólido futuro en paz y no percatarse de que la causa eficiente de medio siglo de guerra, mortandad y droga en Colombia se ha trasladado a Venezuela? ¿Cómo no percatarse de que el descalabro producido por el gobierno de Maduro es la causa única de una migración a suelo neogranadino que alcanza ya a 2 millones de venezolanos?
Si alguien tiene la respuesta a esta posición de Europa en relación con el eje colombo- venezolano, espero me lo pueda explicar, y que igualmente explique cómo es que la jefa de la diplomacia europea al poner pie en suelo cubano hizo gala de un irrestricto espíritu colaboracionista con uno de los regímenes que más pisotea los derechos ciudadanos en el planeta y el artífice, en muy alta medida, del desastre humanitario que ella misma observó en Colombia.