En este camino que he transitado escuchando y aprendiendo de numerosos pianistas de salsa, hay algunos a los que por su complejidad, en algunos casos técnica, en otros musical, han quedado como una tarea pendiente. Uno de esos pianistas es Elio Osácar, mejor conocido como Sonny Bravo. Pianista, arreglista y director musical, fundador de la maravillosa agrupación Típica 73, un descubrimiento que hice gracias al profesor Alberto Borregales para la época en que tomé las clases de timbal con él, y a la cual nos referiremos en una próxima entrega.
Sonny Bravo nació en Nueva York el 7 de octubre de 1936 y fue criado en Miami. Su padre, bajista del conjunto Caney, influyó en los gustos musicales del pequeño Elio, aunque éste no se inclinaría por la música sino hasta los 20 años, cuando luego de sufrir una lesión tuvo que abandonar lo que parecía una muy prometedora carrera en el beisbol.
Cuando la Típica perdió su «pegada», Sonny Bravo logró el asiento en el piano de la Big Band de Tito Puente, en la que permaneció por muchos años. Fue en esa época, durante una visita a Venezuela de la orquesta de Puente, que pude estrechar la mano y conversar brevemente con Sonny Bravo por primera vez.
Luego de la presentación en el Poliedro de Caracas, nos fuimos como era costumbre detrás del autobús de los músicos como unos groupies de la salsa y llegamos hasta el hotel Caracas Hilton. Vimos bajar a Tito Puente, Jimmy Frisaura (trompeta), Mario Rivera (saxo y flauta), José Madera (percusión) y Sonny Bravo. Como yo ya estaba iniciándome en el piano, inmediatamente me acerqué:
―Maestro, mucho gusto. Yo soy admirador de su trabajo, tengo todos los discos de la Típica 73.
Sonny Bravo me miró desde las alturas como un coloso. Un tipo grande y fuerte de por lo menos 2 metros de altura. Y más colosal aún por su don de gente:―Ah, muchas gracias…-dijo con una humildad devastadora
Viendo la estatura del señor Bravo y comparando mis manos con las suyas le pregunté:
―Maestro, ¿qué distancia cubre usted en el teclado?
―Bueno, así (me muestra la mano desde el pulgar hasta la punta del índice) puedo hacer una novena, y así (desde el pulgar hasta el extremo del meñique) puedo hacer una doceava.
Nota del autor: Hago acá un pequeño paréntesis para dar contexto. Una novena en el piano (por ejemplo ir desde el do hasta el re siguiente) son 19 centímetros y generalmente se deben hacer ejercicios para estirar la mano y alcanzar novenas y décimas utilizando el pulgar y el meñique con las manos completamente extendidas. Una doceava son 26 centímetros, una distancia muy por encima del alcance de la mano del pianista promedio.
La conversación continuó:
―Maestro ¿usted nos aceptaría que le invitáramos a tomar algo para conversar un poco aquí en el hotel?
―Bueno cómo no… Vamos.
Comenzamos a caminar. Más adelante iba José Madera, quien no lucía tan amigable como Bravo. Una nueva pregunta:
―Maestro, ¿usted sabrá qué fue de la vida de Markolino Dimond?
―Oye la verdad es que no… Ya va, déjame preguntar… Hey Joe!!! (dirigiéndose a Madera que caminaba delante del grupo) Do you know where’s Markolino?
―Who?
―Mark Dimond… Markolino!
―Oh… I Think he’s in California– contestó Madera secamente y sin interrumpir su paso.
Llegamos al bar del hotel y estaba cerrado. Eran las 2:00 am. Así que nos despedimos, le agradecimos la disposición y nos fuimos. Años después me tocó ir a Nueva York por trabajo. Y como solía hacer cada vez que la vida me daba la oportunidad, chequeaba el calendario de orquestas en vivo para las fechas de mi estadía. Tendría el chance de ver a Frankie Vásquez y los Soneros del Barrio en el SOB’s (Sounds of Brazil, 204 Varick Street), donde por cierto había visto a Tito Puente en abril del año 2000 en su última presentación en vivo antes de abandonar este mundo, la cual reseñé en un artículo anterior. Cuando llegué al sitio, pude sentarme en una mesa a un lado del escenario, justo detrás del pianista. Y de repente entre la gente, frente a la tarima y no sobre ella, como un pez fuera del agua, aparece Sonny Bravo. Me acerqué, lo saludé y lo invité a la mesa. Yo supongo que no relacionaba a este que lo invitaba con el joven de 19 años que lo saludó en Caracas. Aun así, aceptó venir a la mesa y sentarse. Le ofrecí un trago y no lo aceptó. Su rostro hablaba de angustia y ansiedad. Luego de la muerte de Tito Puente, la orquesta se había disuelto y no estaba muy claro qué pasaría con ella. Me contó que estaba esa noche ahí para hablar con Vásquez a ver si le daban el asiento del piano de los Soneros. Me pareció increíble. Que luego de tanta buena música, de tanto aporte y de tanta calidad musical y humana, tuviera que pasar una suerte de entrevista y audición. Esa es la vida de los artistas que viven de la música, tan bien plasmada por Rubén Blades y popularizada por Héctor Lavoe en “El cantante”. No solo los cantantes, también los pianistas, trompetistas, percusionistas y todos aquellos que dedican su vida a hacer mejor la vida de los otros a través de la música. El set terminó, el señor Bravo se excusó y lo vi perderse entre la gente.
Afortunadamente en años recientes, uno de los proyectos que se ha reestructurado y ha vuelto a los escenarios es el de la Tipica 73, con Sonny Bravo a la cabeza. Ojalá que puedan incluso grabar y tocar mucho para el disfrute de quienes seguimos su música y de quienes admiramos al gran Sonny Bravo, el Coloso del Piano.
Coda: Mientras investigaba un poco para este artículo, encontré en el sitio anapapaya.com una entrevista con Sonny Bravo de la cual quiero compartirles tres de sus respuestas, para que puedan tener una mejor idea de quién es este artista y gran ser humano:
―¿Lugar favorito en el mundo?
―En una ocasión estuve parado en el Monte de los Olivos mirando hacia abajo las murallas de Jerusalén. Todavía me erizo cuando pienso quién más se había parado ahí.
―¿Cómo le afecta la música?
―Me libra la mente de los asuntos mundanos. Me doy cuenta de que pertenezco a un grupo selecto de individuos que traen algo especial a la vida de otros, mientras enriquezcan las suyas.
―¿La música en su punto más alto?
―Esto ocurre cuando la energía de cada músico está a un nivel alto y existe una sincronización entre los músicos y el público. Y cuando esto ocurre, parece que la orquesta va a explotar.
Alejandro “Ale” Marquis es músico, melómano y productor de contenidos. En su canal de YouTube se ha dedicado a resaltar el legado de los maestros pianistas de la llamada salsa. Creador junto a Luis M. Guzmán del podcast Querida Salsa, disponible en las principales plataformas de difusión.
@AleMarquis