Abril, 1976. Un Dodge Coronet verde se desplaza por una larga recta en una carretera venezolana. En el asiento delantero una pareja en sus cuarenta. Él, al volante con lentes de corrección y unos bigotes más abajo de la boca, como se estilaba llevarlos entonces. La mano derecha en el volante y el brazo izquierdo puesto sobre la puerta. El viento mueve la manga de la camisa como queriendo arrancarla. En el puesto del copiloto una mujer chequea la pintura de sus labios y su cabello en un espejo pequeño. Todo está en orden. Cierra el espejo, y pone la vista en el camino.
En el asiento trasero cinco niños de 13, 12, 11, 10 y 8 años respectivamente, comparten ese largo sofá que solían traer los carros de antes. En el centro de la consola del Coronet hay un reproductor de cassettes. Por los altavoces se escucha el coro de una lenta y maciza Guajira:
“A la que me lo pida,
se lo doy”
Los cinco niños escuchan, miran por la ventanilla, tratan de acomodarse en el asiento lanzando uno que otro codazo a sus vecinos. En la música, una trompeta llena los espacios que normalmente ocuparía la voz de un cantante. Esta trompeta canta tanto o más que cualquier sonero. La cinta se termina por un lado e inmediatamente se pone el otro. Comienza una rumba, un guaguancó para ser más específicos a la que se le suben inmediatamente un piano, un violín y un cantante:
Beautiful!
Iya-á Modupe fo paé
Iya-á Modupe fo paé-ooó
Opala opala aroa coloná
Lo que suena es el Grupo Folklórico Experimental Nuevayorquino. El “Experimental” como se le conoce entre melómanos, comenzó en 1974 en la casa familiar en el Bronx de los hermanos Andy y Jerry González (bajista y percusionista/trompetista respectivamente). El propósito era inicialmente retomar la vieja descarga cubana, el equivalente a los Jam Sessions jazzistas. El cantante en los inicios era René López, quien estaba tan encantado con lo que estaban haciendo que un día tuvo la iniciativa de llevar a un ejecutivo del sello disquero Salsoul a escuchar la descarga. De ahí salió el compromiso de grabar un primer disco. López se encargó de la producción del proyecto. De llamarse Conjunto Anabacoa, lo rebautizó como Grupo Folklórico Experimental Nuevayorquino; quizás para que no se les olvidara su norte y razón de ser: investigar y profundizar en la música del Caribe, vista desde la óptica nuevayorquina, sin asumir compromisos comerciales.
Para asumir la grabación, el personal creció y se hizo una mezcla perfecta de veteranos con músicos nóveles. Entre los muchos participantes de esta gran fiesta que fue el Experimental podemos mencionar en la parte vocal a Virgilio Martí, veterano en las lides de la auténtica rumba cubana; Genaro “Heny” Álvarez, puertorriqueño, quien había llegado a Nueva York a finales de los cuarenta y a Willie García, quien ya había grabado con la Charanga de Ray Barretto y el sexteto de Joe Cuba. El percusionista Manny Oquendo, miembro fundador de La Perfecta de Eddie Palmieri, se encargaría del timbal y el bongó. Manny estaría respaldado en la percusión por una pléyade de jóvenes y veteranos músicos de la escena neoyorquina: Jerry González, Milton Cardona, Gene Golden, Julito Collazo y Frankie Rodríguez. El joven Oscar Hernández, quien ya comenzaba a destacar en la escena, sería el pianista. Nelson González en el tres, Alfredo de la Fe en el violín, Gonzalo Fernández en la flauta y Alfredo “Chocolate” Armenteros en la trompeta completaban los nombres principales en la lista de invitados a esta fiesta. Grabaron dos discos: Concepts in unity (1975) y Lo dice todo (1976).
Los discos del Experimental no solo son de una calidad musical altísima, sino que además tienen un gran valor documental porque las sesiones de grabación se hicieron en un solo bloque, todos a la vez. Cuando escuchamos las grabaciones del Grupo Folklórico Experimental Nuevayorquino nos enfrentamos a un tsunami de autenticidad, energía y creatividad musical. Es escuchar el encuentro grabado de dos celebraciones del espíritu del Caribe que reunió a un grupo de artistas sobresalientes con el objetivo de experimentar libremente con lo mejor sabían hacer: buena música.
Apenas en 1977, cuando la calidad del proyecto era reconocida y demandada en todo el Caribe, en pleno boom de la salsa en Nueva York, el Experimental decidió separarse. “Se me olvidó” del disco Lo dice todo en la voz del cubano Virgilio Martí se convirtió en un éxito radial absoluto. Paradójicamente, su tema más exitoso representaría el comienzo del fin del proyecto. Les abría las puertas de la fama a la que nunca aspiraron. Alguna vez leí que los músicos fundadores del grupo, en un acto de una inmensidad artística, prefirieron parar antes de dejarse arrollar por la aplanadora del comercio que comenzaría a afectar el carácter “folklórico y experimental” del grupo. Vendrían los “este tema está muy largo”, “quitemos este solo de trompeta” o quizás el “¿por qué no cambiamos esta letra por algo que no esté en africano?”. La posición fue muy clara: La música antes que el dinero. El arte por encima del comercio. Y el Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino dejó de existir. Los hermanos González, junto a Manny Oquendo y Oscar Hernández emprendieron hacia otro proyecto que afortunadamente tuvo mucho más largo aliento del que hablaremos en una próxima entrega.
Coda: En YouTube se pueden encontrar algunos videos de presentaciones de años recientes del Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino que, aunque cuentan con un buen número de sus miembros fundadores, no dejan de ser un saludo nostálgico a una de las propuestas más sólidas y libres que hayan surgido en la década de los setenta en Nueva York, en el ámbito de la música latina.
Por cierto el niño de 8 años sentado en la parte trasera del Coronet verde que viajaba desde Caracas rumbo a los Llanos venezolanos aquel abril de 1976, memorizando hasta el último detalle musical que escuchaba en aquella grabación que sonaba incesantemente es quien esto escribe.
@alemarquis
Los invito a escuchar el podcast Querida Salsa, que produzco junto con Luis Manuel Guzmán y que se encuentra disponible en las principales plataformas.