Apóyanos

QUERIDA SALSA El día que descubrí a la Sonora Ponceña

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

 

Siendo alguien que escuchaba salsa desde los 8 años de edad, debo decir que descubrí a la Sonora Ponceña un poco tarde. Esto ocurrió luego de haber estudiado percusión con el maestro Alberto Borregales en Caracas, y justo en el momento de haber decidido dar el salto de la percusión con baquetas a la percusión con los dedos; del timbal al piano. Aproximadamente a los 20 años. Ya hacía algunos años, había escuchado «El pío pío», el cual fue un gran éxito radial, pero para mí fue otro tema comercial que pegó en la radio entonces. Simpático, bailable, pegajoso, pero nada especial. De hecho, recuerdo que el tema pegó tanto que a la orquesta la trajeron para interpretar ese gran hit en un programa musical sabatino televisivo, como solía ocurrir por la importante plaza que representaba nuestro país para la salsa.

Volviendo al momento que me presentaron formalmente a la Ponceña, recuerdo que estaba en casa de mi amigo Ricardo Genatios, quien en ese entonces era para mí un modelo a seguir en la música por su manera de tocar la percusión. Además, fue Ricardo quien me presentó al maestro Borregales, con quien ya él había estudiado en los legendarios talleres de percusión de Sarría, en Caracas. Escuchando algunos discos de acetato en su casa me habla de la Sonora Ponceña.  Al ver mi cara de no saber de qué me estaba hablando, me dice:

一¿Tú no has escuchado a la Ponceña?

Y yo con cara de absoluto ignorante, que ni siquiera conectaba “El pío pío” con la Ponceña, le digo:

一No.

Una de las mejores cosas del mundo para un melómano es iluminar a alguien con tu conocimiento. Presentarle algo a otro amante de la música que él no conozca. Es una sensación que me ha tocado vivir en el tiempo con orquestas, canciones, y hasta solos. Ese día Ricardo lo hizo para mí.

一Escucha esto -me dice.

Veo que toma un disco que tiene una portada con un diseño poco salsero, más bien hacia la onda de los discos de Yes y otras agrupaciones de rock. Lo saca de la carátula, lo pone en el tocadiscos, coloca la aguja sobre el disco que ya está girando y se mete las manos en los bolsillos con una sonrisa en la cara.  El disco era Night Rider. Comienzan a sonar los primeros compases de «Ramona» y…

Es difícil explicar lo que pasó en mi cerebro en ese momento. Me imagino que es lo que debe sentir un boxeador cuando lo agarran descubierto y le meten un recto de derecha que le impacta la cara y le sacude los sesos. Esto era algo totalmente nuevo para mí. Una energía que no había escuchado antes. Una combinación de sonidos única. Solo tuvimos chance de escuchar ese tema, pero fue suficiente para contagiarme con este maravilloso virus creado en un laboratorio de Ponce. Al día siguiente fui a la discotienda que estaba cerca de mi casa.  Aunque no tenían ellos el mejor inventario de salsa, tenían un disco de la Sonora Ponceña en el formato CD, que entonces comenzaba a aparecer en las tiendas, también con una portada tipo rock sinfónico. Ese disco era Tiene pimienta.

Desde que este disco llegó a mi casa lo escuché incesantemente, una y otra vez tratando de ponerme al día por todos los años perdidos y de asimilar lo más que pudiera este nuevo sonido.  «Mayeya», «Tumba Mabo», «La montaña del oso», «No muera mi son», «Homenaje a las gordas».  Todos los temas sin excepción los escuchaba memorizando cada detalle, pero uno era mi claro favorito: «Hachero sin hacha».  Con este tema comenzó formalmente mi romance con el piano de Papo Lucca y su inigualable buen gusto y genio musical.

El maestro Lucca tiene muchísimos solos buenos pero este tiene algo muy diferente. Generalmente, según leí en una entrevista, prefiere las cadencias menores.  Le resulta más interesante el sonido y las posibilidades de las escalas menores. Hay otro elemento distintivo en este solo poco usado por el maestro Lucca: la utilización percusiva de los acordes de cuarta, en mi modesta opinión, la más crucial «importación» de los pianistas salseros tomado del sonido del gigante del jazz McCoy Tyner.

No perdamos de vista que este disco es de 1975. Papo Lucca tenía 29 años y el ambiente en Nueva York estaba colmado de grandes pianistas con más experiencia y prestigio, comenzando por los hermanos Palmieri, Larry Harlow, Markolino Dimond (quien acababa de dejar grabado su solo antológico de Rompe Saragüey), Gil López era el pianista de Ray Barretto luego de la salida del colombiano Eddie Martínez y Louie Cruz; El profesor Joe Torres hacía de las suyas con la Orquesta de Willie Colón, Sonny Bravo llevaba a la Típica 73 por un camino de sabor entre lo cubano y lo niuyorquino y un largo etcétera de brillantes músicos ejecutantes del piano.

Con el tiempo, y como era de esperarse, la Sonora Ponceña se ha convertido en una de mis orquestas favoritas de todo el universo musical de la salsa. Papo Lucca encontró un espacio para expresar y desarrollar su talento como pianista y arreglista, haciendo gala de un buen gusto musical que se pierde de vista. En una próxima entrega les contaré sobre mi fugaz encuentro con “O melhor piano do mundo”, como lo llama Rubén Blades en el tema “Sin tu cariño”.

Coda: Sería un olvido tremendo hablar del día que conocí a la Sonora Ponceña sin mencionar a otro de mis amigos, quien con el tiempo se convirtió en uno de los apóstoles de la agrupación para mí, por su cercanía durante muchos años con la Isla del Encanto al trabajar con la Oficina de Turismo de Puerto Rico. Eduardo Restrepo, a quien llamamos cariñosamente «el Pollo».  Venezolano pero más «portorro» que muchos nacidos en la isla. Músico, melómano y salsero de primera.  Y no solo eso, además un «analista» del género. Uno de sus ejercicios favoritos: «Si tuvieras que hacer una orquesta de salsa con los mejores músicos de todos los tiempos, ¿quiénes serían?». Hipótesis esta que siempre da para horas enteras de debates y análisis.

Si acaso no se los agradecí suficientemente en su momento, lo vuelvo a decir ahora de manera pública: Gracias amigos por contagiarme hace unos cuantos años atrás con ese virus maravilloso salido de Ponce, el cual afortunadamente he descubierto que es incurable.


 

Alejandro “Ale” Marquis es músico, melómano y productor de contenidos. En su canal de YouTube se ha dedicado a resaltar el legado de los maestros pianistas de la llamada salsa. Creador junto a Luis M.Guzmán del podcast Querida Salsa, disponible en las principales plataformas de difusión.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional