En 1979, Roberta Singer estaba preparando su tesis de PhD como etnomusicóloga y folklorista de la Universidad de Indiana, la cual la llevó a documentar la rica historia cultural de Nueva York a través de su música. En ese proceso realizó numerosas entrevistas a quienes consideró testimonios fundamentales para su investigación. Una de estas entrevistas, publicada años después en el lamentablemente desaparecido sitio descarga.com, la realizó al bajista Andy González:
RS: ―¿Cuál es tu noción de lo que es este conjunto? Me refiero al concepto, ¿qué tenían en mente Manny Oquendo y tú cuando lo crearon?
AG: ―Lo que tocamos es lo que nos gusta. No puede enmarcarse en ninguna categoría particular, es simplemente la música que nos gusta. Disfrutamos tocar música típica al estilo de los conjuntos, charanga, latin jazz… Nos gustan las cosas que tienen raíces profundas, nos gusta experimentar… Nos gustan todas esas cosas”.
Con la disolución del Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino, una parte vital de sus integrantes decide seguir adelante con otro proyecto de más largo aliento. Este otro emprendimiento había comenzado en 1974 y convivía con el Experimental. Como el Folklórico Experimental era un proyecto más artístico e introspectivo, de ensayos, de investigación y de conciertos más ocasionales, deciden hacer una agrupación más bailable y que les diera más estabilidad.
La diferencia entre uno y otro es que el Experimental basaba su concepto en la rumba cubana, desde su estructura con 4 y 5 tambores repicando a la vez, hasta con su espíritu festivo. Este otro proyecto estaría más cerca del latin jazz y de la música bailable; la llamada salsa, que estaba retumbando en todas las esquinas de Nueva York en esa época gloriosa para esta música de los setenta. Así como tenían esa diferencia conceptual, también tenían tres sólidos pilares en común, en palabras de Andy González: la espontaneidad, la improvisación y el ritmo.
Este otro proyecto no es otro sino el Conjunto Libre, reconocido años después como “la Universidad de la Música Latina”. Codirigido por Andy González en el bajo y Manuel “Manny” Oquendo en el timbal y el bongó. Completaban la sección rítmica del Libre Jerry González en la tumbadora (quien años más tarde se revelaría con su grupo Fort Apache Band como un gran trompetista seguidor irreductible del sonido y estilo de Miles Davis) y Oscar Hernández en el piano. No podemos dejar de mencionar otras piezas clave del sonido del Libre como el tresista Nelson González, sobreviviente excelso de la disolución del Experimental y en los trombones una alineación de lujo: Barry Rogers y José Rodríguez, los inigualables trombones de La Perfecta de Palmieri, acompañados por un muy joven (19 años) Angel “Papo” Vásquez.
Los hermanos González y Oquendo venían de formar parte de La Perfecta de Eddie Palmieri, sin duda alguna, desde entonces y hasta hoy, una de las escuelas más calientes del movimiento. A pesar de eso, algunas circunstancias vividas en La Perfecta hicieron que Andy y Jerry dejaran la orquesta en agosto de 1974, como ya lo había hecho Oquendo un par de meses antes por las mismas razones que no viene al caso mencionar. En octubre de ese año tuvieron su primer gig con el Libre en el John Jay College de Manhattan.
En 1976, ese proyecto que coqueteaba con el latin jazz, y que era más bailable y en consecuencia más estable, produce su primer disco: Con Salsa…Con Ritmo Vol. I. El Conjunto Libre siempre fue reconocido como un alumno graduado con honores de la “Universidad” de Eddie Palmieri y La Perfecta, principalmente por su dotación basada en los trombones complementados con la flauta de Dave Valentin, aunque en este primer disco también tuvieron la adición de una trompeta (Mike Lawrence) y de un saxo barítono (Ronnie Cuber).
Resulta interesante de este disco el homenaje a Puerto Rico a través de tres de sus íconos: El sonido del coquí, esa pequeña rana que representa el espíritu libre e independiente de la isla (dicen que si apartas a un coquí de su ambiente muere irremediablemente); el “Lamento borincano” de Rafael Hernández, el himno no oficial de la isla y que es utilizado como primer número de la grabación, y el sonido cadencioso de unas olas que rompen plácidamente en una playa y que abre un hermoso bolero llamado “Risque”. Lo puertorriqueño siempre ha estado presente en la salsa de Nueva York, pero en este disco del Libre hay un saludo de añoranza y nostalgia del jíbaro que vive las inclemencias de la gran ciudad y que extraña las cosas sencillas y hermosas de la vida en el Caribe. Los siete temas que componen el disco son clases magistrales para cualquiera que quiera entender qué es la salsa. Basta escuchar “Saoco” el cual cuenta con la utilización de una batería de tambores batá (los tambores sagrados de la religión Yoruba, que llegó al Caribe con el contingente de esclavos provenientes de Nigeria) y que en el clímax del tema se unen a la base rítmica para que Barry Rogers haga un solo de trombón con todos los giros e influencias del jazz que siempre fueron parte de su estilo único para enfrentar lo latino.
En “Bamboléate” se repite la preparación, pero cambian los ingredientes. Mientras la base rítmica pasa casi imperceptiblemente del 6/8 al 4/4 de la rumba y el mozambique, Angel “Papo” Vásquez, demuestra lo que estaban preparando las nuevas generaciones de músicos Niuyorricans. Quizás el ejemplo más contundente de todos lo representa el standard “Donna Lee” compuesto por el legendario Charlie Parker, originalmente pensado para ser tocado a altas velocidades por los intérpretes del Bebop. Donna Lee en su viaje al Caribe, se convierte en una mulata amable y relajada, nada frenética que descansa en una playa cálida de Puerto Rico, muy lejos de la agobiante ciudad. El tema es reinterpretado en el arreglo de Andy González y Manny Oquendo como un danzón, un ritmo de salón conocido por su cadencia lenta, que desemboca en un chachachá/descarga que permite el lucimiento de todos los metales del Libre y sus influencias jazzísticas, con un coro que lo dice todo y que de alguna manera revela el mantra de esta inigualable agrupación:
“A bailar, A gozar
con el Conjunto Libre”
El Libre, grabó 9 discos, siendo el último Los Niuyorquinos del año 2000.
Desde el primero hasta el último, siempre fue un grupo potente que se mantuvo fiel a sus tres pilares: Espontaneidad, improvisación y ritmo. Su trabajo esta ahí, como un tesoro de la llamada salsa, esperando entregar todo a quien abra ese cofre que contiene uno de los legados mas importantes de la música latina producida en Nueva York.
Personalmente tuve el privilegio de verlos tocar en Nueva York, en un restaurante llamado La Maganette, que servía comidas en su nivel principal y en el sótano albergaba un salón de baile. El sonido del Libre era “gordo”, imponente y abrumador, pero también honesto, auténtico y como su nombre lo decía, completamente libre. Al final del gig tuve la oportunidad de saludar a estos dos gigantes que, sentía yo, eran parte de mi familia desde que era un niño.
Coda: Manny Oquendo falleció en 2009 durante una intervención quirúrgica por un padecimiento cardíaco. Andy González en 2020 por problemas renales que venía padeciendo desde años atrás. Alguna vez González comentó que el Libre fue uno de sus máximos logros musicales y que él no pensaba que iba a durar tanto pero el gran amor a la música siempre estuvo por encima de cualquier pronóstico conservador.
“Con Manny tenemos la misma idea sobre la calidad de la música, sobre la importancia del ritmo y sobre cómo funciona el ritmo”
Andy González
@alemarquis
Los invito a escuchar el podcast Querida Salsa, que produzco junto con Luis Manuel Guzmán y que se encuentra disponible en las principales plataformas.
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