Venezuela marcha sin pausa hacia el megafraude electoral del 28 de julio. Es un megafraude por las masivas y repetidas artimañas que públicamente ha empleado el régimen en todos los niveles e instancias para adjudicarse una victoria que ni siquiera sus propios seguidores creen. Además porque a diferencia de procesos anteriores esta vez no hay el menor interés en guardar las formas ni las apariencias.
La oposición de la PUD/MUD con el mantra “nadie nos saca de la ruta electoral” ha soportado todas las decisiones arbitrarias del régimen quien prácticamente les seleccionó el candidato y aun se reserva el derecho a volverlo a cambiar unos días antes del 28 si le da la gana.
La lógica de esta oposición parece atrincherarse en el convencimiento de que una avalancha de votos podría superar todas las dimensiones del fraude chavista. Y tienen razón de pensarlo así si se consideran las movilizaciones que hacen María Corina Machado y Edmundo Gonzalez con cientos de miles de venezolanos que de verdad creen posible el cambio, o la transición como ahora la llaman, por la vía del voto.
Sin embargo, para que esta previsión se confirme algunas cosas forzosamente tienen que ocurrir casi en forma inevitable y sin excepción.
Por ejemplo, para que la teoría del voto masivo que derrota al chavismo funcione el CNE chavista tendría que totalizar correctamente y sin manipulaciones todos los votos emitidos. Esto debería conducir lógicamente a una proclamación de Edmundo Gonzalez como ganador indiscutido de la elección presidencial y de allí a que las FANB, también chavistas, declaren su reconocimiento y obediencia a su nuevo comandante en jefe.
Si una de estas tres situaciones ocurre estaríamos frente a una dramática crisis de carácter político-militar que inevitablemente llevaría a la caída de todo el régimen.
Eso no es ningún secreto, lo sabe el régimen chavista, lo sabe la PUD/MUD y lo sabemos todos. Por eso el giro que ha dado la campaña electoral en las últimas semanas muestra una aproximación más pragmática a la realidad por parte de cada bloque.
A la PUD/MUD, con la carencia de recursos institucionales para cuestionar el fraude, lo único que le queda es seguir movilizando gente hasta el 27 de julio para demostrar fuerza, pedirle al chavismo que respete su propia legalidad y que entregue el poder en forma negociada, por las buenas. Consciente de sus propias limitaciones esta posición no puede más que ofrecer una especie de borrón y cuenta nueva, sin persecuciones, para que los capos del régimen bajen las armas y se rindan.
Para los operadores del régimen chavista la realidad es diferente. La acumulación de crímenes y abusos en estos 25 años de infierno desde 1999 representa una factura inmensamente grande que sin la impunidad del poder tendrían que pagar con cárcel dentro o fuera de Venezuela. Quién paga esa cuenta es el cálculo que gira en la cabeza de muchos operadores civiles y militares y es el frágil pegamento que hasta ahora los mantiene unidos.
El precio de entregar el poder es sumamente alto tanto para el régimen orgánicamente como para sus operadores individualmente como para desalentar cualquier posibilidad de rendirse y es al mismo tiempo el incentivo más poderoso para asaltar y robar la elección del 28 de julio sin importar que la evidencia los incrimine. Cualquier penalidad que se les imponga como consecuencia de la estafa electoral será infinitamente menos dolorosa y letal que desprenderse del poder a cambio de unas promesas difusas de inmunidad que ni siquiera sus ofertantes saben si se podrán cumplir.
La racionalidad de los operadores chavistas es tan básica como práctica. Para ellos no hay sitio más seguro en la tierra que Venezuela mientras ellos aún controlen el poder político y militar. Cualquier otra posibilidad significa incertidumbre o algo peor.
Algunos fabuladores se entretienen con escenarios que ofrecen un exilio dorado para Nicolás Maduro y Cilia Flores o un final feliz en Turquía, Irán o Rusia. Curioso que pocos mencionen a Cuba. Pero la situación es mucho más compleja y diversa. Además de Maduro y Flores habría que agregar a Padrino López, a los hermanos Rodríguez, todos parte de la cadena de mando, que son tan solo la punta del conglomerado criminal de la cual también forman parte una larga lista de operadores civiles y militares. Y como dice la canción, no habría cama para acomodar a tanta gente.
En un avión de Conviasa Airbus 340 no cabrían todos quienes se creen con el derecho a salvarse de la desgracia. Y como aquí nadie tiene la fuerza ni la credibilidad para garantizar nada lo único seguro para estos operadores del régimen es seguir donde están.
¿Que podrían hacer la oposición de la PUD/MUD, su candidato Edmundo Gonzalez y su lideresa María Corina Machado para lograr que el chavismo entregue el poder por las buenas? Muy poco. Solo les queda ofrecer en entrelíneas que no habrá persecución y que todo es negociable, hasta la jefatura de las FANB, con la esperanza de que el bloque oficialista acepte la oferta como un acto de buena fe, o se resquebraje y afloje o se materialice una ruptura en el componente militar que obligue a una realineación de fuerzas internas.
Mucho esperar de quienes han hecho lo más despreciable y hasta lo inimaginable para atornillarse en el poder.
Lo que sí está claro es que, después de lo que hemos aprendido estos 25 años, nadie tiene derecho a decir el 28 de julio en la noche “jamás pensamos que el chavismo llegaría tan lejos”.
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