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¿Qué son unas elecciones libres y justas?

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En julio de 2023 apareció en diferentes medios de comunicación una declaración del grupo de opinión Politólogos por Carabobo relativo a las inhabilitaciones políticas. En ese documento, que con mucho gusto y satisfacción pude suscribir, se indicaba textualmente que las inhabilitaciones “lesionan el derecho a elegir y ser electo reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los demás tratados sobre la materia suscritos y ratificados por la república” y, además, se cuestionaba sobre la naturaleza del régimen político venezolano interrogando “¿Son los venezolanos los que eligen al presidente de la república o es el presidente de la república actual quién elige a su sucesor? Responder a este cuestionamiento es urgente dado que podríamos estar en presencia de la legitimación de un inaceptable enclave autoritario para la tutela de la voluntad popular”. La semana pasada se cumplió el tenebroso pronóstico: Nicolás Maduro, por decisión del TSJ, tiene el poder de elegir sucesor diciendo “tú sí, tú no, tú sí, tú no”.

La gravedad de lo ocurrido aún no ha sido enteramente asumido por los distintos actores políticos, no solo se trata de mantener la injusta inhabilitación contra María Corina Machado, de por si suficientemente absurdo en una democracia, es que incluso, dentro del mismo oficialismo, dentro del PSUV, dentro del llamado “Alto Mando de la Revolución”, deberán enterarse, tarde o temprano, de que, desde ya, toda aspiración presidencial distinta a la de Nicolás Maduro reviste carácter subversivo, mucho más si esa aspiración tiene probabilidades de éxito.

Entre mis colegas no soy precisamente conocido por la objetividad, con gusto acepto esa crítica porque siento que en momentos de crisis y peligro se puede ser todo menos indiferente, pero incluso entre los politólogos más teóricos y decididamente independientes, objetivos y académicos debe notarse la incompatibilidad de la sentencia de la Sala Político Administrativa del TSJ contra María Corina Machado y la definición de elección libre y justa que se estableció en la Declaración sobre los Criterios para Elecciones Libres y Justas de la Unión Interparlamentaria Mundial de 1994, a saber: “En cualquier Estado, la autoridad de los poderes públicos sólo puede derivar de la voluntad del pueblo expresada en elecciones auténticas, libres y justas, celebradas a intervalos regulares sobre la base del sufragio universal, igual y secreto”. Esto es negro sobre blanco, o se es o no se es, somos o no somos una democracia. La sentencia no permite las medias tintas.

Si la voluntad del pueblo expresada en votos no es la fuente del poder, entonces, ¿cuál es la fuente? Algunas personas suponen, espero que de buena fe aunque eso en estos tiempos turbulentos es escaso, que lo mejor entonces es rendirse, pasar agachados, dejar las cosas como están esperando que el tiempo y no las acciones humanas reparen lo roto. “Hay que pensar a largo plazo”, pues bien, que quede claro, para quienes sufren el hambre, la pobreza, los bajos salarios, la persecución, la cárcel y el exilio, tal aseveración o recomendación, por bien intencionada que sea, equivale al suicidio.

¿Qué debemos hacer los venezolanos que deseamos evitar la imposición de la eterna continuidad de la autocracia? Recordar lo sucedido en las elecciones regionales en el estado Barinas. El candidato ganador de esas elecciones fue Freddy Superlano, al ver su triunfo fue inhabilitado por el régimen, la oposición decidió presentar a su esposa y fue también inhabilitada, hasta que, finalmente, entre otros tantos intentos, Sergio Garrido fue el abanderado por la oposición. Prácticamente desconocido por el grueso de la población pero con el apoyo unánime de todos los demócratas, y contra todo el poder del madurismo que se mudó a Barinas para evitar perder el feudo de la familia Chávez, fue electo Garrido con más votos que los alcanzados por Superlano en la primera oportunidad. Eso se llama resistencia pacífica, movilización popular, unidad de propósito y compromiso con la democracia. O es eso o el continuismo eterno de Nicolás Maduro en la presidencia de la república. No hay espacio para el preciosismo, o es chicha o es limonada.

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@rockypolitica

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