Si sobrevoláramos el planeta Tierra observando el interior de cada país, cada sociedad, probablemente caeríamos en estado de asombro total, pareciera que el afán de la mayoría fuese vivir mal, arrancarles la libertad a otros, gobernar destructivamente, negar la hermandad entre ciudadanos de la Tierra en este siglo XXI. La organización V-Dem, el instituto noruego enfocado en comprender y hacer comprender la democracia, la ha definido como una institución electoral, liberal, participativa, mayoritaria, deliberativa, igualitaria y de consenso. En la Organización de Naciones Unidas (ONU) coexisten hoy 193 países. En lo que respecta a la clasificación que se hace a los países, esta se divide en países con democracia plena, países con democracia imperfecta, países con regímenes híbridos y países con regímenes autoritarios.
“Un total de 28 países del mundo eran democracias antes de 1975, cuando se inició la tercera ola de democratización. La democracia se ha interrumpido en solo dos de estos países: Sri Lanka, que regresó a la democracia en 2015, y Venezuela, que es el único país que ha experimentado un retroceso democrático gradual en las últimas dos décadas, y que finalmente se ha convertido en un régimen no democrático. En 2021 las cifras de democracia plena incorporan sólo a 21 países, democracias deficientes 3, regímenes híbridos 34 y regímenes autoritarios 59”.
El indicador más grave de lo que significa la pérdida de la democracia en Venezuela se asocia con la destrucción de lo que hemos llamado sistema educativo, comenzando por la escuela básica. Inicial, media y por la corrosión del sistema de universidades. Una verdad que trasciende lo económico y lo político, durante el socialismo del siglo XXI se han destruido 10.000 empresas, hay de forma permanente más de 300 ciudadanos presos y torturados por sus ideas políticas, 33% de los niños han perdido la capacidad de desarrollar sus potencialidades de forma irreversible. Pero lo peor e irremediable es que desaparezcan escuelas, que los maestros formen parte de la diáspora, más de 1.000 escuelas han cerrado y la asistencia escolar no supera los dos días a la semana.
La pregunta que debemos hacernos es ¿qué pasa si el gobierno de un país cualquiera destruye su sistema educativo? Si esto ocurre, qué pasa con las nuevas generaciones, estaríamos efectuando el robo más siniestro que pueda hacérsele a cualquier sociedad. Este hurto, defraudación se expresa nítidamente en la destrucción de la capacidad de una nueva generación de desarrollar plenamente sus potencialidades físicas, cognitivas y éticas. Una degradación de la calidad del “maestro”. Una comprobada pérdida física porque biológicamente no podrán alcanzar los estándares que lograrían si recibieran las cargas de nutrientes necesarios para su pleno desarrollo biológico, una responsabilidad de la escuela básica como sucede en los países más desarrollados. Esto puede ser grave pero no lo peor, mucho más trascendente es que sus capacidades cognitivas y éticas se vean encarceladas, incapaces de albergar en sus cuerpos, la nueva generación integrada por quienes hoy presuntamente asisten a la escuela, menos habilidades físicas, pero lo más grave una menor capacidad para definirse como sujeto portador de proyectos de vida propios, en los términos que define Martha Nusbaum. Esta filósofa elabora una teoría conectada con la ética que parte de la concepción de las capacidades humanas a las que se les asigna especial relevancia para perfilar la noción de lo que significa vivir bien, recuperando la importancia del hábito, la práctica y la educación. “En el ámbito de los afectos y experiencia humanas para el desarrollo de una vida floreciente y las emociones para el razonamiento ético, estas constituyen el reflejo del estado de apertura del ser humano hacia los objetos que considera valiosos y que escapan a su completo control, revelando sus limitaciones, pero también los recursos con los que cuenta para desenvolverse en un mundo de conflictos y azar”. Podemos entonces declarar que lo peor de todo lo que ocurre en la destrucción de la democracia en nuestro país es el fracaso educativo de los cuales somos indudables portadores. Podríamos quizás llegar a tener un equipo Vinotinto que triunfe en contiendas deportivas, confinando a un grupo de individuos en recintos especializados en su fortalecimiento físico y en sus habilidades deportivas, esto es posible, pero ¿tendríamos mejores ciudadanos, mejores personas si destruimos las escuelas? Si les negamos recursos a las universidades, si dejamos de invertir en ciencia y tecnología y sobre todo si no asumimos como principio básico, cultural y ético la necesidad de educar, la importancia de la escuela, ¿estaríamos cuidando el corazón y la mente de nuestras nuevas generaciones? La educación no es intercambiable por ningún otro concepto ya sea económico, político, no puede suplirse con logros en cualquier otro campo; económico-financiero, político, bélico, deportivo. Albert Einstein insistía: «No es suficiente enseñar a los hombres una especialidad. Con ello se convierten en algo así como máquinas utilizables, pero no en individuos válidos. Para ser un individuo válido el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno. En caso contrario se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado».
En el terreno de la educación no se puede mentir, Venezuela retrocede en este campo, la apertura de los años escolares sucede en cada vez peores condiciones. Una simple ojeada al tratamiento de la educación por el socialismo del siglo XXI basta para culpabilizar al régimen: “La educación está en emergencia. Estamos enfrentando al inicio de año escolar en las peores condiciones de las que tenemos referencia”.
Es necesario repetir con insistencia la información que transmite Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la UCAB “la crisis educativa venezolana ya es endémica”. El director señaló que tiene 26 años de experiencia y, durante ese tiempo, no ha encontrado el primer año escolar que hayan comenzado en paz. “Si no es por crítica a diseños curriculares, lo es por problemas salariales (que es algo endémico), por atribuciones del Ministerio de Educación que no le corresponden y otras.
Y si bien se pudiera afirmar que cada año es complejo, las condiciones de agravamiento general del sistema, de la escuela y la dimensión profesional de los educadores son las «peores» que se pueden registrar.
En este inicio, estos tres factores están en una alineación casi perfecta para decirle a la sociedad venezolana: no vengas, no me los traigas, aquí no hay nada qué hacer, no hay esperanza, ni futuro”.
Hay que aceptar que la crisis educativa “la cual conocemos y no podemos ignorar” es la peor consecuencia de la pérdida política de la condición de país democrático. Esto significa que no somos una democracia con ciudadanos que conviven, participan, de forma mayoritaria, deliberativa, igualitaria, consensual, basadas en condiciones electorales transparentes propias de un régimen de libertades.
No somos, ni seremos una sociedad democrática si no reaccionamos de forma activa frente a la profunda crisis educativa que estamos afrontando y que quizás es uno de los mecanismos de dominación que impone el actual régimen con su afán de perpetuarse en el poder. Es claro que la guerra contra la democracia comienza por destruir las tres grandes instituciones asaltadas por el régimen: el Estado de Derecho, la educación y los medios de comunicación. El comunista italiano Antonio Gramsci proponía como una estrategia superior a la guerra y al conflicto un camino ligado a la educación, basada en la imposición de ideas “asalta jueces, escuelas y periódicos, lo demás vendrá solo”.
La huelga de los maestros no es un episodio más de la crisis política del país. Es su peor expresión, es tan grave como tener ciudadanos presos por sus ideas políticas, torturarlos, matar al oponente.
Una ostensible manifestación de las intenciones del régimen ha sido la presencia de un hombre que representa las armas, el actual ministro de la Defensa, poniendo sus pies en la puerta de la escuela el día de apertura del año escolar. Debemos preguntarnos ¿qué hace ese militar en la escuela, cuál es la intención oculta, qué mensaje pretende dejar en las mentes de las personas, maestros, escolares, representantes? Acaso pretenderá decirle a la comunidad educativa que él es su verdadero jefe, que la escuela debe estar sometida a un régimen militar de negación de la libertad individual.
La huelga de los maestros es el hecho político más grave y profundo que no valoramos ni comprendemos en toda su trascendencia. Es un movimiento de la gente responsable por la formación y el desarrollo físico, cognitivo y ético de la nueva generación de venezolanos. No es una lucha por salarios solamente, es un combate legítimo por la democracia y por la posibilidad de que los venezolanos sean ciudadanos libres y responsables, capaces de acabar con la injusticia y respetar el derecho de todos a ser libres e iguales. Los ciudadanos virtuosos solo son aquellos capaces de discernir, aplicar valoraciones éticas frente a la realidad tal como decía Einstein: El legado sagrado que recibe el hombre es su intuición, su espiritualidad, su sirviente es la mente racional, en muchas sociedades el legado sagrado está sometido a lo puramente racional, no pongamos lo sagrado al servicio de la esclavitud”.
Es imprescindible en estos nuevos tiempos en los cuales los venezolanos muestran su valentía, como han demostrado en las elecciones primarias, cuando actuamos como personas libres desafiando la estructura opresora del régimen socialista. Es imprescindible que tomemos conciencia de la significación de la crisis educativa, no es un factor más expresivo de la degradación de la democracia, es el síntoma de la ignominia presente y de la imposibilidad futura de reconstruirnos como una sociedad de seres humanos libres.
Reflexionemos el contenido de las palabras de Ángel Oropeza en su artículo en El Nacional “A propósito de la patria”: “ No habrá patria sin virtud. La Venezuela que la mayoría aspira y merece no llegará nunca si no asumimos, desde las virtudes de la esperanza y el juicio correcto, que sólo la unidad, la organización y la presión popular constante y efectiva, imposible sin las dos primeras, constituyen la única estrategia con posibilidad de éxito”.
La crisis educativa no es un signo más de descomposición de Venezuela, es el indicador más importante y de mayor impacto en las posibilidades de lograr derrotar la imposición de ideas nefastas de anulación de la libertad, desconocimiento de la responsabilidad individual y la consecuente instalación de poderes absolutos, concentrados como ha sido la experiencia de los países soviéticos y más cerca aquí en nuestras costas, la infeliz situación de la isla cubana sometida férreamente por la dictadura comunista.
La educación en definitiva muestra que los seres humanos son perfectibles, sujetos de perfección natural o intencional. La educación es un hecho humano y social que transmite cultura, y fija los conocimientos necesarios a cada época. La educación es la promoción de cosmovisiones, paradigmas, filosofías que compiten, finalmente, la educación es ir más allá de lo superficial en busca de lo recóndito, es la búsqueda de un ideal. La educación muestra el camino de lo que podemos ser como seres humanos y como sociedad, de allí su imponderable significación.