Una vez recibí un correo electrónico que comparaba actitudes de los europeos, los norteamericanos y los venezolanos:
“Si un europeo tiene una vaca, su vecino también quiere tener una vaca. Si un estadounidense tiene una vaca, su vecino quiere tener dos vacas. Si un venezolano tiene una vaca, su vecino quiere que se le muera la vaca”.
Confieso que sentí indignación al leer aquello. Me pareció una aseveración injusta con un pueblo tan solidario como ha sido el pueblo venezolano. Hoy tengo serias dudas… ¿será que hemos cambiado tanto?
¿Cómo explicar el resentimiento que ha salido a relucir en tantas personas? No importa cuánto trabajo, cuánta mística, cuánto esfuerzo se haya invertido en lograr algo… los exitosos son envidiados, hostigados, atacados. Los únicos exitosos que -por ahora- se salvan de las envidias del prójimo son los jugadores de beisbol. Freud decía que el sexo es lo que mueve el mundo. Yo diría que lo que mueve muchas de las actitudes, no sé si en todo el mundo pero sí en la Venezuela actual, es la envidia.
Fernando Díaz Plaja, uno de los más brillantes intelectuales españoles, escribió entre 1966 y 1985 una serie de libros sobre los siete pecados capitales de los españoles, los estadounidenses, los franceses, los italianos y los habitantes de los distintos países de la Europa del Este. Sobre la envidia, que considera el pecado capital por excelencia de los españoles, se explaya. En 2016, Ramón Pérez Maura lo trae a colación en un sesudo artículo que escribió para ABC «La envidia, nuestro pecado nacional», donde comienza hablando de un reportaje en la revista ¡Hola! sobre el yate de Giorgio Armani:
“¿Qué dirían en España si Amancio Ortega (el dueño de la cadena Zara y empresario textil) enseñara las intimidades de su barco y desplegara su tripulación? O por ir a otro sector de negocio del italiano, el de los perfumes, ¿se imaginan a la familia Puig haciendo pareja ostentación de su bien ganada fortuna? En España te asaetearían en la plaza pública. Porque en nuestro país está mal visto triunfar y ganar dinero. Se contempla con divertimento y deseo el despliegue de bienes de los ricos extranjeros, pero se condena sin juicio previo a quien ha hecho fortuna con su trabajo aquí. Por no hablar de quien la ha heredado, que ése ya es considerado delincuente sin derecho a defensa”. Y digan lo que digan sobre la ascendencia indígena de los venezolanos, lo cierto es que la mayor carga genética e influencia que tenemos es la española.
¿Será de allí de donde adquirimos esa inclinación hacia la desvalorización de los demás, como si el éxito ajeno fuera incompatible con el nuestro? ¿Será eso quizá lo que impide que emprendamos iniciativas colectivas viables, porque esos emprendimientos requieren confianza en los demás, en nosotros mismos y en el bien común? Y seguimos sin hacer nada, viendo como cada día somos más inseguros y más incapaces de proveer a nuestra propia defensa, a nuestra propia supervivencia. Todos esos insumos están en la lista de los bienes inalcanzables hoy. Y todos sabemos quiénes han hecho que sean inalcanzables.
Pero seguimos sin hacer nada, y cada día somos menos capaces de proveer para nuestra propia supervivencia. Es un sabotaje contra los mejores valores del ser humano, en que el saboteador dice actuar a favor de los valores que perjudica. Y puede acabar con la sociabilidad del venezolano, ser sociable por excelencia. ¡Alerta, conciudadanos! Debemos reencontrar y cultivar nuestras virtudes y hacerlas valer… antes de que mueran todas nuestras vacas.
@cjaimesb