OPINIÓN

Qué quedó de la trilogía: caudillo-pueblo-ejército (El mantra del fascismo chavista)

por Ender Arenas Ender Arenas
Nicolás Maduro

FOTO: AFP

De Maduro, cuando se muera pudiéramos decir, parafraseando a Borges, que no será siquiera el fantasma que ya es hoy. 

Muchos dirán que es un fantasma, como todos los fantasmas, que mete miedo, pues, su régimen: miente, reprime, prepara cárceles para depositar allí a los que se le oponen, tortura, viola, asesina y hasta roba elecciones y todo eso, dice hacerlo, para proteger al pueblo y la a la patria.

Pero, hoy todo parece indicar que la gente está dispuesta a quitarle la sabana, “porque sin ella, no son nada”, como dice la canción. Y es que después del 28 de julio, después de la derrota aplastante que electoralmente le ha infringido la oposición, todo lo que ha dicho el régimen, por boca de Maduro, de los Rodríguez y de Cabello, huele a los “mensajes grabados de la serie Misión Imposible (que) están destinados a autodestruirse”.

Durante más de veinte años, la crisis que ha atravesado el país en todas las dimensiones y que lo ha fracturado, se caracterizó por la particularidad de no romper la unidad interna del aparato de Estado, esta vez todo parece indicar que la crisis implosionará desde adentro la unidad que Chávez había galvanizado.

Uds. dirán que tal ruptura no parece haberse producido, pues, hasta ahora los aparatos de poder autoritario (TSJ, FAN, CNE, Policías, etc.) han funcionado como una máquina opresora a la orden del régimen que se propone aplastar a la gente que solo le esta pidiendo ver como votaron todos.

Pero la idea fundamental sobre la que se levantó el modelo chavista: “caudillo-pueblo-ejército”, ha perdido dos anclajes centrales: el caudillo y el pueblo, el primero se murió, se murió de verdad, y han perdido el segundo. El 28 de julio, el pueblo, no solo le dio la espalda a Maduro, ha dejado sin cabeza cada monumento de Chávez con las que se ha cruzado en su camino. Les queda el ejército y, ya todos saben la historia de los apoyos que los ejércitos le dan a regímenes de fuerza…. Hasta que la derrota de esos regímenes toca su puerta, entonces, le dan la espalda.

No es la primera vez que ocurre. Venezuela conoce el episodio del 23 de enero de 1958 en la que el sector militar, sobre el que se erigió la dictadura de Pérez Jiménez, es quien le da la puntilla al dictador, desplazándolo del poder, mediante un golpe “promovido” desde la Marina. 

No debe ser una regularidad en la historia mundial de los golpes de Estado en la que la Marina da un golpe de Estado exitoso. 

Aunque, hay que precisar una vez más, (aún más, después de más de 26 años en el poder donde ha colonizado lo más sustancial de la administración pública, con prácticas de la mayor voracidad corrupta que hemos conocido) que a pesar de la necesidad de que hoy la FAN, asuma la defensa de la Constitución y se aboque a la recuperación de la democracia, en realidad, ellos (los militares) nunca han sido la solución para asumir la dirección y gobierno del país, así que ha sido lamentable, el día que salieron de sus cuarteles y decidieron, “por ahora”, no regresar “jamás”. 

Mi opinión es que hoy estamos a la puerta de una fractura definitiva del aparato de Estado chavista, que espectacularmente podemos presenciarlo, por una parte, en la caída de su símbolo más preciado que no es Simón Bolívar, el Libertador: la propia imagen de Chávez, y por otra, por la fuga de votos experimentada por una parte significativa de lo que siempre fue su base social de apoyo que se ha desplazado hacia la oposición, ahora liderada por MCM y Gonzales Urrutia.

Ahora, esto es desde adentro del país; fuera de este, a nivel internacional, su situación empeora cada vez más: La OEA, en pleno, la comunidad europea, la ONU han reconocido que el ganador de las elecciones el 28 de julio es Gonzales Urrutia. 

Aun cuando hay que hacer la salvedad que los países que dicen ser los mediadores para una salida negociada, estos son Brasil y Colombia, pues México “se fue como el sol cuando muere la tarde” y que son sus aliados ideológicos dan vueltas a argumentos tibios, por aquello de la solidaridad ideológica con una izquierda que le ha hecho un daño irreparable y que ya es un verdadero lastre para la izquierda del continente. 

Así, Lula, para calificar la naturaleza del régimen de Maduro, ha aportado un nuevo concepto a las ciencias políticas, ha dicho que el régimen de Maduro no es una dictadura… es un gobierno “desagradable” o, Petro, el presidente de Colombia, que lanza la desquiciante idea de un gobierno de coalición. Flaco favor le hacen ambos a la reparación de los daños que el madurismo le ha hecho a la izquierda latinoamericana y al contrario, los hace cómplices de la deriva dictatorial del régimen de Maduro, que ya cuenta con un amplio expediente de delitos de lesa humanidad.

En este sentido, quien mejor los juzga es el ensayista argentino Martín Caparrós, que precisamente, en sus lamentaciones sobre la situación actual de la izquierda que dirige regímenes de deriva autoritaria lo dibuja con precisión: “Si la CIA, la KGB, y los secretos servicios secretos chinos lo hubieran preparado con toda su presumida inteligencia no les habría salido tan bien: la campaña de destrucción de la izquierda mundial que encaró hace unas décadas la supuesta izquierda latinoamericana es un éxito implacable”. 

Desde hace tiempo, el chavismo destruyó la habitabilidad política construida durante cuarenta años de democracia formal y convirtió a Venezuela en un país frágil que ha dejado “de ser el lugar para los que allí nos encontramos”.

 Entre otras muchas razones, esa es una por la que debemos hacer una veda del chavismo por muchos años. Si es posible, para que nunca más volvamos a vivir semejante pesadilla.