Por mí se llega a la ciudad del llanto;
por mí a los reinos de la eterna pena.
Y a los que sufren inmortal quebranto
renuncien para siempre a la esperanza
Dante Alighieri
Jean Paul Sartre, filósofo de la violencia y existencialista, expresaba que uno tenía hasta libertad para dejar de ser libre, y aquí yo pienso que atinó perfectamente. Hay gente que renuncia a su sueldo y lo entrega a una congregación religiosa, mujeres que aceptan maltratos de sus maridos y países que renuncian a la democracia, como una vez lo hizo un país en el norte de América del Sur, también Nicaragua y muchos años antes Cuba.
En el transcurrir las masivas protestas violentas que se llevaron a cabo en Chile entre octubre de 2019 y marzo de 2020 (hasta que se detuvieron por la cuarentena sanitaria) se impusieron diversas exigencias. Esto nos recuerda las insurrecciones en el Mayo francés,: ¡seamos realistas, pidamos lo imposible! De esta manera se impulsó un plebiscito entre la población. En la última de estas manifestaciones quemaron una iglesia católica ante la presencia de la prensa local e internacional.
Ahora bien, no es muy cierto que la carta magna vigente fuera la confeccionada bajo el amparo del dictador Pinochet, esta había sido modificada dos veces: en 1989 y en el año 2005. Análogamente, votó 50,95% del padrón electoral y 70,28% fue el que aprobó una “convención constituyente”, de modo que es una minoría la que está cambiando la Constitución al más puro estilo venezolano.
Siguiendo la hoja de ruta de este guion o libreto extremista, llamada “Convención” en lugar de Asamblea, es como si a un lobo lo llamaran “chihuahua” para que deje de ser animal salvaje. En un informe publicado por la Universidad Arturo Prat, las razones -aparentemente- aducidas, por las cuales el pueblo votó por crear esa Asamblea Constituyente son las siguientes:
1) Crisis del sistema de partidos;
2) Estancamiento económico, (aparentemente en los últimos años decimos nosotros).
3) Rechazo al sistema privado de pensiones, el cual ha permitido la acumulación de 200.000 millones de dólares en ahorros colocados en su gran parte en el largo plazo.
4) Carencia de un modelo alternativo. Nosotros nos preguntamos ¿andan buscando a Dios por las esquinas? Y, además: ¿puede ser desarrollado el país y vencida la pobreza sin costos y sin esfuerzos?
5) Reprobación de las Iglesias Católica y Evangélica, ¿triunfo del ateísmo?
6) Crítica a los carabineros y a las Fuerzas Armadas chilenas. Pérdida de imagen decimos nosotros.
Quizá no nos lo dicen los sociólogos y menos aún los que han sido coordinadores de doctorados en ciencias sociales en la UCV: el éxito de una dictadura comunista es que posibilita su dominio mientras más pobre sea la gente, al contrario de una dictadura capitalista. Dos ejemplos: después de la muerte de Francisco Franco a pesar de la prosperidad que había en España, era intolerable la dictadura sobre todo para las clases medias (donde se recluta tradicionalmente el regimiento de los políticos). El general Marcos Pérez Jiménez que gobernó desde el año 1950 aproximadamente hasta el año 1958 creó una prosperidad tal en Venezuela que atrajo a miles de inmigrantes italianos, gallegos y portugueses. Pero este crecimiento económico enfadó también a unas clases medias y a una oficialidad mediocre, que obligaron al dictador a volar a Santo Domingo. Esto es, de las dictaduras de derecha como la que ocurrió en Chile con la dictadura de Pinochet, se sale fácilmente porque la prosperidad que crean las más de las veces, origina estamentos o segmentos de la población que ansían más libertad y un ambiente democrático. Mientras que en las dictaduras comunistas no hay salida porque viven de la miseria que crean y sus oligarquías son como sanguijuelas que viven de lo poco que hay. En Cuba los ministros y los generales, y otros poderosos tienen todo mientras que al pueblo le falta casi todo. También viven de la mentira y tienen poderosos lazos internacionales. Nos recordamos que Chávez hasta dio un mitin en Argentina. Cuba envía a sus médicos, como mano de obra esclava, a los cuatro puntos del mundo. A Corea del Norte, hasta Estados Unidos le tiene pánico.
En la actualidad, el pueblo chileno tiene una de las tasas de mortalidad infantil más bajas de América Latina. El salario mínimo en Chile es de 438 dólares mensuales, uno de los más elevados de la región. El producto interno bruto por persona de Chile es uno de los más grandes en América Latina. En efecto, el PIB por persona de Chile es de 25.155 dólares, mientras que el de Argentina es de 23.040 dólares, el de Uruguay es de 22.515 dólares y apenas es sobrepasado por el de Panamá, 32.850 dólares; cifras del Banco Mundial para el año 2019.
Por si todo esto fuera poco, en el índice de competitividad (2019) elaborado por el Foro de Davos, Chile está en el puesto 33, Argentina en el puesto 83, Panamá en el lugar 66, Brasil en el 71 y nuestra querida Venezuela en el 133. ¿Qué más anhelan? ¿Vivir cómo se vive en Estados Unidos o Suiza? Cuidado si terminan viviendo como se vive en Venezuela, con hambre y miseria, o como en Cuba.
Lo único que les falta a los constituyentes chilenos es que se busquen a Allan Randolph Brewer Carías, en la actualidad en el exterior perseguido por el gobierno venezolano, para que les confeccione una Constitución a la medida del centralismo, el populismo y la concentración de los poderes públicos en una persona. Y luego, cuando nazca la inflación, la devaluación y el deterioro del salario real, a llorar al valle, como los condenados al infierno de Dante. O quizá le echen la culpa a ese tío rico y muy antipático llamado tío Sam, unas veces encarnado por Trump y ahora será representado por Biden.