Por equipo editorial
Venezuela ya no será la misma. Después del 28 de julio. La educación como centro del desarrollo, no volverá a ser la luz del futuro de niños, adolescentes y jóvenes. La educación universitaria podrá ver en el corto plazo como terminan convirtiéndose sus aulas en espacios vacíos llenos de tristeza e ignominia.
Si en la última década la educación ha estado postrada ante una destrucción planificada, la cual no solo ha dejado en ruinas todo el sistema pedagógico y de la infraestructura pública, lo que viene en términos de abandono y deserción de los estudiantes universitarios será de máxima emigración.
En esa perspectiva, ya estudiar en la patria de Bolívar no es atractivo y menos alentador para nuestros jóvenes, quienes al no tener futuro en una nación donde nada funciona, salvo para una casta de privilegiados, es obvio que su primera opción está en dejar sus raíces y buscar alternativas distintas en otros espacios y territorios, donde además de la existencia de la democracia, exista garantía en sus derechos humanos que han sido vulnerados en todos sus principios constitucionales desde un anacrónico Estado, en el cual hasta escribir ideas o reclamar por la inexistencia de servicios públicos, pudiera ser objeto de sentencias por «odio» con 30 años de prisión.
En un país donde solo queda la amenaza y la represión para vivir, eso no es vida, porque se convierte en un constante compendio de lágrimas, dolor y miseria. Si alguna vez hubo esperanzas, estas se han ahogado entre tantas frustraciones y decepciones. Nuestros jóvenes no es que abandonarán la educación y sus sueños ¡No! Es que simplemente la mayoría de ellos buscará en otras naciones lo que en Venezuela les ha sido negado lo que legítimamente por derecho les correspondía para construir una patria llena de seres humanos felices.
La sonrisa se ha desvanecido. Solo queda angustia y sentidos de unos espejos rotos, cuyos reflejos solo muestra el destrozo de una nación que llegó a tener los más altos niveles de vida, y que hoy, habría que reescribir unas «Casas Muertas» en una versión de «Nación Muerta» ante el vilipendio, la maldad y la obscenidad política de unos pocos.
Los sentimientos están constreñidos. Solo la educación era la herramienta que permitía elevar los senderos de la paz, la justicia y la prosperidad. Era la educación la generadora del ámbar de los sueños y el elipsis de cada arco iris para obtener a través de cualquier grado académico, un camino hacia la permanencia de la eudaimonia. Todo eso ha quedado diluido, y por ello, solo queda el abandono de lo que ayer era el centro del progreso y el bienestar humano en la otrora nación que dio independencia a un continente.
¿Qué pasará con la educación en Venezuela? ¿Será que sobran más palabras?
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