
Foto AFP
Debido a la crisis económica, de salud y de respeto a los derechos humanos, con una inflación récord mundial y bajo el régimen de Nicolás Maduro, Venezuela sigue siendo una de las principales fuentes de migrantes en el mundo. Para diciembre de 2024, aproximadamente 7,9 millones de venezolanos habían emigrado, con 6,7 millones en América Latina y el Caribe. En la última década, Estados Unidos se ha convertido en un destino clave, con 770.000 venezolanos viviendo allí en 2023.
En segundo lugar está España, con más de 600.000 migrantes venezolanos y un crecimiento constante. Sin embargo, cada vez impone más trabas y complica la regularización de los venezolanos.
Alejandro Martínez emigró desesperado tras ver morir a sus padres por falta de trabajo y medicinas. Hizo lo que pudo, trabajó en todo, día y noche, a veces durmiendo apenas dos horas, hasta que logró comprar un pasaje a Madrid. Llegó con una maleta y lo puesto, y pidió refugio. Allí comenzó la penuria: pasó una semana encerrado en un cuarto con colchonetas, comiendo lo que le daban y lo que podía tragar. «Parecía un método para que pidieras ser deportado», dice Alejandro. Aguantó y obtuvo el estatus. Entró en dos chats colectivos: uno de delivery de paquetes y comida, donde alquilan casco, permiso de trabajo y, si te descuidas, hasta las piernas para pedalear. «Todos quieren sacar provecho, no digo que no, pero llegan a quedarse con 70% de tus ganancias». En el otro chat, todos eran médicos. Para trabajar, debía suplantar la identidad de un médico con permiso laboral. «Lo dejé a los dos meses. Hay muchos que solo buscan aprovecharse del recién llegado. Uno llega con hambre y miedo, solo quieres trabajar y estar legal».
El número de migrantes venezolanos que intentan llegar a Estados Unidos aumentó significativamente, en parte debido a la pandemia de COVID-19. Muchos toman rutas peligrosas, como cruzar el Tapón del Darién.
Ahora se espera que más de 200.000 venezolanos lleguen a España desde Estados Unidos.
Los encuentros de migrantes venezolanos en la frontera entre Estados Unidos y México pasaron de 49.000 en 2021 a 266.000 en 2023, aunque en 2024 hubo una leve reducción a 261.000 debido a mayores controles migratorios. Pero lo que viene es más muerte y penuria. «La gente no deja su país atravesando una selva o cruzando el Mediterráneo en una patera por gusto. Lo haces por desesperación», comenta Issa, un migrante afgano.
Para gestionar esta migración, la administración de Biden amplió el Estatus de Protección Temporal (TPS), beneficiando a 607.000 venezolanos en enero de 2025. También estableció un programa de libertad condicional humanitaria (CHNV), permitiendo la entrada legal de más de 117.000 venezolanos entre 2023 y 2024. Sin embargo, desde mediados de 2024, los venezolanos que cruzan la frontera de manera irregular son generalmente inelegibles para el asilo. Pero Trump les ha quitado todo, hasta la esperanza.
El regreso de Donald Trump a la presidencia en 2025 marcó un giro drástico y dramático en la política migratoria de Estados Unidos, afectando especialmente a los venezolanos. Parece que salir de Venezuela implica ser tratado como un criminal; se acabó la presunción de inocencia. Estados Unidos ya no es el sueño americano, ahora es la pesadilla trumpista.
En menos de 100 días, eliminó el programa CHNV, cerrando una vía legal de ingreso, y otorgó mayor discreción a las autoridades para deportar a solicitantes de libertad condicional. Además, revocó la extensión del Estatus de Protección Temporal (TPS) aprobada por Biden, lo que hará que las protecciones expiren en dos etapas durante 2025.
Con el cierre del asilo, la suspensión de CBP One y la eliminación del programa CHNV—que permitía a ciudadanos de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela solicitar ingreso humanitario a Estados Unidos—, miles de migrantes quedan atrapados en la incertidumbre, sin opciones legales para regularizar su situación.
En ciudades fronterizas como Ciudad Juárez, la falta de alternativas ha llevado a muchos a depender de redes informales o criminales para sobrevivir, exponiéndose al riesgo de explotación, violencia y abuso. Los migrantes recurren a viviendas clandestinas y refugios improvisados, quedando a merced de grupos delictivos que operan en la región.
La historia demuestra que las políticas de disuasión no frenan la migración, sino que la hacen más peligrosa. En 2019, cuando varios países de América Latina impusieron restricciones de tránsito a los venezolanos, muchos quedaron sin opciones de viaje aéreo y comenzaron a utilizar rutas más riesgosas, como la travesía del Darién. La falta de vías seguras y regulares obliga a los migrantes a entregarse a traficantes de personas y redes criminales, quienes explotan su desesperación y convierten el desplazamiento en un peligroso laberinto de extorsión, abuso y violencia.
Los venezolanos en Estados Unidos, principalmente en Florida, han llegado en su mayoría desde 2010, con niveles educativos altos en comparación con otros inmigrantes. Sin embargo, enfrentan barreras como menor tasa de naturalización, bajo dominio del inglés y menores ingresos.
Mientras tanto, los bolichicos y criminales de alto rango del mismísimo Tren de Aragua ya tienen estatus legal. Los grandes capos no cruzan selvas; toman un avión, presentan pruebas de fondos suficientes para costear seguro médico privado, montan negocios y comienzan a lavar dinero.
Estamos en una nueva tendencia política: la impiedad, la falta absoluta de empatía. Se ha impuesto una mentalidad que ve al migrante vulnerable como el enemigo, como si ser sin papeles fuera sinónimo de criminalidad. La humanidad está dejando de serlo. Lo peligroso no son los migrantes, sino quienes dirigen este circo. Y lo más triste es la altivez de los que deberían estar al ras del suelo, ahora los enanos ven a los otros desde lo alto de su egoísmo y el miedo lo están generando los verdaderos payasos.
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