Nuestras relaciones dependerán de cómo nos relacionamos en la infancia con nuestros padres. Si el apego fue bueno, tendremos una persona segura, emocionalmente. La estabilidad emocional y la seguridad la determinan estas primeras experiencias. Hay variables: personas seguras, sin miedo a la cercanía y a la intimidad, o evasivas y ansiosas, con serias dificultades para establecer relaciones sanas y funcionales.
La persona evasiva se siente incómoda al mantener relaciones íntimas, le cuesta confiar y detesta la idea de depender de alguien, sea emocional o financieramente. Temen la proximidad, no se sienten a gusto con la intimidad. Sus parejas desean más intimidad de la que pueden darles. Para ellos, es muy importante la independencia y la autosuficiencia. En los momentos de estrés, tienden a buscar menos apoyo de sus parejas.
Aunque dan poco, piden poco y huyen de la intimidad, no quiere decir, que no deseen las tres cosas. Simplemente, se defienden, porque esperan ser rechazados, tarde o temprano. Aparentan una gran capacidad para estar solos, esconden una falsa autonomía; buscan la soledad, pero no la disfrutan.
Tienden a las relaciones formales y distantes, y son muy educados y amables, ya que se controlan y no muestran enfado, ira o rabia. Les cuesta manifestar sentimientos. No soportan ver llorar o gritar a su pareja. Si encuentran razones para romper, lo hacen de forma abrupta. Evitan el contacto físico; los besos y las caricias le molestan.
El amante evasivo huye del compromiso. No porque no lo desee, sino porque en el fondo le da pavor ser rechazado o abandonado. Muchos se casan, pero nunca se entregan del todo, construyen muros emocionales. Se vuelcan en su trabajo, en alguna adicción o se mantienen siempre reservados y fríos. Algunos ejemplos de este tipo de barreras emocionales: cólera, silencio, falsa madurez, distracciones, infidelidad.
En algunos casos, la infidelidad aparece cuando el evasivo se descubre dependiendo demasiado de su amada. Se puede sentir en manos de su pareja, y recurrirá a una tercera para evitar sentirse vulnerable. Teme a la intimidad porque ha sido maltratado en la infancia (el abandono o la distancia emocional), y la asocia con el dolor.
El evasivo es infiel por una cuestión de alma, más que de cuerpo: teme ser demasiado dependiente de la persona amada. Si su pareja es también evasiva, pero está legitimada por el matrimonio o la convivencia, se sentirá a gusto. Si su pareja no es evasiva y se cansa de esta distancia, entonces el evasivo la perseguirá cuando tema el abandono. Si es la pareja segura la que se marcha, no conseguirá retenerla. Pero si se trata de una pareja ansiosa, se entra en un círculo vicioso.
Los adultos evasivos recuerdan a sus padres como personas frías, que tendían a rechazarles y que nunca se mostraban disponibles.