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¿Qué hacer frente al desplome del yuan?

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En el mundo de lo financiero se están esperando las medidas que el gobierno chino emprenda para detener la descolgada mayúscula que está protagonizando el yuan. La moneda china ha registrado el valor más bajo desde julio del año 2015 cuando se desvinculó del dólar consiguiendo así su apreciación. Solo en el pasado mes pasado de abril la moneda perdió 3% de su valor frente al dólar americano. El último trimestre no pudo ser peor con una devaluación de 7%.

De mantenerse la tendencia al debilitamiento de la moneda, la salida de capitales de la órbita china puede dispararse. Esta semana el Banco Central de China anunció reducir para el 15 de mayo su requerimiento a los bancos sobre el mantenimiento de una ratio de depósitos extranjeros a 8% en una clara demostración de incomodidad frente a la depreciación de la moneda. Esta había alcanzado una tasa de 6,56 yuanes frente al dólar, una tasa más baja que la de abril de 2021.

Tres cosas están preocupando a los inversionistas: una es la cuarentena impuesta a muchas ciudades chinas de gran talla como Shanghai, Pekín y unas treinta más; otra es el incierto destino de la economía china que está siendo observada desde afuera y acusa signos de retroceso; y la tercera es el temor de un eventual arranque solidario chino a favor de Rusia en la guerra contra Ucrania. Todo lo anterior, en mayor o menor medida, incide de manera directa en la confianza de los bancos y de los agentes de inversión.

La política Covid Cero sigue siendo el arma de combate de Xi Jinping. No se avizora en el horizonte temporal cercano un abandono de esta estrategia que ha provocado severas distorsiones al interior y al exterior de China y cuyo devastador coletazo se seguirá sintiendo a escala global durante muchas lunas. Al igual que el FMI, nueve bancos de inversión de talla han reducido sus expectativas sobre el desempeño anual del PIB en este año. 4,5% de crecimiento esperado es la nueva cifra promedio, un punto menos que lo que anticipan las cifras oficiales.

En otro terreno, la política exterior de Pekín sigue enviando un mensaje ambiguo a la escena internacional en cuanto a su solidaridad con el Kremlin. En momentos turbulentos e inciertos y en la espera de una posición más clara que asegure la exclusión de China de las sanciones de Occidente, los capitales seguirán mirando con recelo a los mercados chinos. El capital es cobarde y la inseguridad ahuyenta al universo de los inversionistas.

Y por último, la fortaleza de la recuperación de la economía estadounidense complica aún más las cosas. La confianza en un dólar más fuerte necesariamente desalienta la inclinación a refugiarse en la moneda asiática. Siendo el yuan un signo monetario sólido, éste también es susceptible de recibir los embates de la Reserva Federal quién adelanta posiciones con sus tasas de interés.

En los corrillos de los analistas de los mercados existe la preocupación por el camino que escogerá Pekín frente a esta terca debilidad del yuan. China se orienta hacia lo que convenga más para al sostén de su economía, pero las alternativas de acción son igualmente peligrosas: permitir que la devaluación de su signo mejore la competitividad de los productos de exportación o apostar a la fortaleza del yuan para mantener el ritmo de sus importaciones de energía. Esto último no se logra sin la quema acelerada de sus reservas.

 

 

 

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