Quizás sea necesario comenzar aceptando que la emergencia humanitaria instalada en Venezuela, que está tocando puntos neurálgicos de cada uno de nosotros y de la sociedad en su conjunto, no se debe a causas fortuitas, no es producto del cambio climático, ni de la animadversión de países y organizaciones mundiales contra Venezuela.
En realidad, la emergencia humanitaria en Venezuela es el resultado de un camino emprendido hace más de dos décadas para imponer una ideología. A corto plazo, esta ideología ha generado graves problemas en el país. El producto interno bruto (PIB) se ha contraído desmedidamente, la crisis energética se ha agudizado y la tasa inflacionaria ha alcanzado niveles exorbitantes. Además, el consumo ha disminuido, el aparato productivo se ha desmantelado y la inversión privada ha colapsado. En los sectores más vulnerables, como la infancia y la población anciana, el hambre se ha instalado. La convivencia cultural también se ha visto afectada por episodios de violencia y represión.
La crisis humanitaria que enfrentamos en Venezuela es el resultado de una suma de elementos que han afectado a los venezolanos en todos los aspectos de su existencia. Desde la economía, la educación y la salud, hasta el acceso a servicios básicos y la seguridad personal y patrimonial. Esta crisis también ha impactado nuestras perspectivas de futuro y nuestra estructura de valores, incluyendo la responsabilidad, la confianza y el respeto. Debido a estos factores, aproximadamente 20% de la población ha tomado la decisión de abandonar el país en busca de oportunidades de supervivencia. Experimentamos una cruel metamorfosis, pasando de ser un país receptor de personas de todas partes del mundo en busca de mejores oportunidades, a convertirnos en expulsores de nuestra propia población, empujada por el deseo de encontrar nuevas formas de seguir viviendo.
Quizás lo más difícil de superar en nuestro futuro sean las consecuencias de esta emergencia humanitaria que estamos viviendo en todo nuestro territorio. Nos enfrentamos a una población infantil desnutrida a niveles irreversibles, escuelas arruinadas sin recursos, maestros y profesores sumidos en la miseria, universidades en la indigencia, hospitales y centros de salud sin materiales ni personal calificado. Además, los medios de comunicación han sido clausurados, se maltrata y reprime a los ciudadanos mediante la aplicación de la Ley del Odio, y se persigue y tortura a los disidentes políticos. Un compendio de negatividades que definen el presente y quizás el futuro de los venezolanos si no tomamos plena conciencia sobre sus implicaciones, cómo se expresarán estas fallas en los venezolanos que están en pleno proceso de crecimiento, en las nuevas generaciones, en los sectores vulnerables y en general en toda la población.
Basándonos en nuestra experiencia, sabemos que las políticas macroeconómicas son clave para enderezar un país, como se ha visto recientemente en Chile. Sin embargo, estas políticas son indispensables, pero no suficientes. No podemos descuidar la orientación social de las políticas, para que la población se sienta parte de la expansión económica y de la mejora de los indicadores de riqueza nacional. Si bien una adecuada política económica puede ser la mejor política social, también debemos tener en cuenta la preocupación por evitar el aumento de los índices de desigualdad. Esto debe ser un enfoque prioritario de atención.
Motivados por la necesidad de comprender, comencemos por conceptualizar algunos criterios que pueden contribuir a abordar la emergencia humanitaria y restaurar nuestra aspiración de construir un país de ciudadanos libres e iguales.
La importancia de municipalizar
Para enfrentar esta destrucción institucional de las bases de la República, debemos trazar un camino que comience desde nuestro entorno más cercano: donde habitamos. Lo primero que debemos hacer es cambiar ciertas reglas de juego y dejar de lado la concentración y centralización política y administrativa. Debemos promover lo contrario.
Esto implica poner fin al país gobernado desde un centro único de poder centralizado, respaldado por un círculo de aliados políticos e ideológicos, sin equilibrio de poderes ni rendición de cuentas al ciudadano, que son principios fundamentales de la democracia.
Debemos reemplazar el centralismo con la gobernabilidad representada por el poder municipal. La educación, la salud y el acceso a servicios básicos como electricidad, agua, vías de comunicación e instalaciones sanitarias deben ser posibilidades que se abran en el nivel más cercano de convivencia: los municipios. Estas entidades se han intentado desplazar en favor de un poder comunal dirigido políticamente desde el centro. Los municipios son la primera institución de la cual se desprende el concepto de nación. Según la Real Academia, son entidades locales formadas por los vecinos de un determinado territorio para gestionar autónomamente sus intereses comunes.
En Venezuela, los municipios se desvanecen y se intenta reubicar el origen del poder en un poder popular difuso y politizado. Esta instancia se adhiere a principios colectivistas y socialistas, lo cual emite señales contrarias a la búsqueda de la participación, el diálogo, la convivencia y la libertad. Este enfoque contiene un decálogo de conceptos políticos que expresan el control autoritario sobre los ciudadanos, la confrontación social como una dinámica constante, la eliminación de la libertad económica y la imposición de contenidos culturales y antropológicos que niegan la existencia del individuo responsable y de ciudadanos libres e iguales.
Según el artículo 168 de la Constitución: “Los municipios constituyen la unidad política primaria de la organización nacional, gozan de personalidad jurídica y autonomía dentro de los límites de la Constitución y de la ley. La autonomía municipal comprende:
- La elección de sus autoridades.
- La gestión de las materias de su competencia.
- La creación, recaudación e inversión de sus ingresos.
Es necesario derogar toda la legislación que busca eliminar el ámbito de gobierno municipal y reemplazarlo con una supuesta representación comunitaria. Esta idea tiene sus raíces en la aspiración de concentrar un poder político totalitario y centralista.
Una medida para abordar la emergencia humanitaria es devolver al municipio su carácter de institución política y administrativa básica. El programa de rescate de emergencia humanitaria debe ubicar su campo de acción en el municipio, que es donde la gente desarrolla su proyecto de vida. Al igual que los españoles que responden «soy de allí, donde fui a la escuela primaria y donde estudié el bachillerato». Estos lazos llevan consigo la responsabilidad y pertenencia a un pedazo de tierra donde iniciamos nuestra formación como ciudadanos.
La primera medida es devolver al municipio el poder de gestionar, actuar y decidir en representación de quienes habitan en ese espacio. Actualmente, se pretende imponer una legislación que consagra el Estado comunal, el cual no está previsto constitucionalmente y conlleva a la eliminación del municipio, sustituyéndolo por un modelo de Estado comunal universalmente fracasado.
Somos ciudadanos del mundo, pero crecimos y nos educamos en el municipio Torres, Arismendi, Bruzual, Páez, Girardot. Nunca he visto un presidente de la República, ni siquiera a un mandatario regional, que inicie su gestión convocando, escuchando y reconociendo lo primigenio del poder municipal, articulando acciones con los alcaldes y con el Concejo Municipal.
Esta es una invitación para el ciudadano que resulte electo en las primarias a iniciar una nueva etapa en su actividad política, convocando a los alcaldes de los 335 municipios del país a reunirse, dialogar, intercambiar ideas, conocerse y trabajar en equipo. Este primer paso tendría una alta significación política y administrativa, ya que contribuiría a recuperar las capacidades del municipio como espacio de convivencia, allí donde cada uno de nosotros vive.
Reinstitucionalizar
El segundo paso es la reinstitucionalización, que debe llevarse a cabo de manera simultánea, ya que es la esencia de la municipalización. Las instituciones son las limitaciones establecidas por el ser humano que dan forma a la interacción humana, como afirmaba North (1993). En otras palabras, las instituciones son las reglas del juego que estructuran los incentivos y castigos que moldean el comportamiento humano, ya sea social, antisocial, político, económico u otro, en una sociedad. Las instituciones definen y limitan el conjunto de elecciones de los individuos, proporcionan una estructura que da forma a la interacción y sirven como guía en la vida diaria.
Douglas North justifica la creación y existencia de estas limitaciones institucionales porque reducen la incertidumbre, estableciendo una estructura estable, pero dinámica, en constante cambio. De esta manera, las instituciones constantemente modifican el alcance de las opciones individuales, determinando lo que está permitido y prohibido, y moldean el marco dentro del cual ocurre la interacción humana (North, 1993).
No es exagerado afirmar que, en los Estados con un enfoque colectivista, su principal preocupación es mantener el poder político del cual dependen. Por lo tanto, sus esfuerzos se centran en controlar, reprimir y anular la individualidad, así como en impedir la capacidad de identificar intereses distintos al poder político. Los ciudadanos son vigilados, numerados y juzgados según su grado de sumisión o rebeldía. No es coincidencia que el apoyo más firme para mantener el socialismo del siglo XXI provenga de las Fuerzas Armadas y las organizaciones de control represivo. Recordemos a Vladimir Padrino imponiéndose en las puertas de las escuelas en el primer día del calendario escolar. ¿Qué pretendía demostrar? Asustar a los estudiantes, a los maestros, a los padres y representantes, estableciendo que representa el poder incluso dentro del salón de clases, es decir, en las ideas.
En Venezuela aún no hemos evaluado completamente la significación de haber destruido las principales instituciones sociales que definen nuestras vidas. La emergencia humanitaria es el resultado directo de la falta de apoyo y abandono de las obligaciones fundamentales de toda sociedad, como educar y cuidar la salud de la población en crecimiento.
Una táctica común de los regímenes socialistas es debilitar el municipio y destruir las instituciones de intermediación que generan acuerdos y políticas entre los individuos y los ciudadanos. Intentan sustituirlas por ideologías colectivistas que eliminan la responsabilidad individual y el concepto de ciudadanía, llevando todo al control centralizado del Estado. Estas son las causas de la actual emergencia humanitaria que enfrentamos en Venezuela.
En el campo de la educación, el objetivo es reinstitucionalizar, volver la mirada hacia la estructura primordial de la escuela básica. Es en ese lugar donde se forman las nuevas generaciones, donde las familias ejercen su capacidad protectora y donde se perfila el futuro de todos los habitantes de esa escuela y municipio.
La escuela básica es una institución que debe asegurar la calidad alimentaria nutricional del alumnado, un lugar donde se comparten menús de forma democrática entre todos los miembros de la comunidad escolar. La emergencia humanitaria ha impactado de manera significativa esta institución. La realidad y las cifras demuestran que desde 2007 existe una disminución en la inscripción de niños y adolescentes en el sistema escolar.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre los años 2012 y 2017, 683.283 estudiantes abandonaron la escuela en Venezuela. En 2006, por cada 100 personas en edad escolar, 51 estaban inscritas en el sistema educativo. Hoy en día, solo 32 de cada 100 reciben educación. Los problemas en los servicios públicos, la falta de comida y transporte dificultan la rutina escolar. De acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida, en Venezuela 28% de los estudiantes no asiste a clases debido a la falta de agua, 22% por falta de alimentos en el hogar y 13% por la misma razón en la escuela.
La aspiración global de universalizar la educación básica está retrocediendo en nuestro país, pues cada vez hay menos escuelas. Desde 2016 se han cerrado 1.275 instituciones educativas, incluyendo 848 escuelas públicas y 427 privadas. De los 30.687 planteles educativos que existían en 2016, ahora solo quedan 29.412.
La emergencia humanitaria es una realidad diaria para los maestros. En las escuelas públicas del país, hay 263.769 maestros de los más de 500.000 que había en 2015. Y 50% de los profesionales en educación integral, especial, matemáticas, física, química, biología e inglés ya no está en las aulas.
En la escuela básica se puede lograr el milagro de reunir a niños de diferentes situaciones económicas para que compartan la misma comida, al igual que en los países más avanzados democráticamente y por cierto los más desarrollados. Desde esas mesas compartidas, se puede contribuir a que cada participante dé lo mejor de sí, expanda su vocación y comience a vislumbrar un plan de vida. ¿Qué quiero hacer? ¿Cuál es mi mejor opción? Estas son las preguntas que deben responder y encontrar la manera de encaminar sus acciones desde temprana edad. Es responsabilidad de la escuela básica preparar a sus integrantes para responder a estas interrogantes y desarrollar sus capacidades para convertirse en mejores personas y ciudadanos, tal como propone Amartya Sen.
La educación es el ámbito donde se forman los individuos, y la escuela básica es su raíz principal. En una sociedad donde la escuela básica es miserable, por antonomasia se carece de valores, responsabilidad, confianza y respeto.
Otro aspecto de la emergencia humanitaria está relacionado con el cuidado de la salud. Es fundamental poder resolver en cualquier circunstancia la crisis de salud como parte de la vida cotidiana. Lograr que el cuidado de la salud sea una rutina ordinaria, con enfoque en la prevención y protección. En este ámbito, la propuesta de reinstitucionalización se basa en valorizar la red de atención primaria y sus contenidos educativos, que promueven el bienestar de cada habitante del municipio.
La Red de Atención Primaria en salud fue vilmente abandonada y reemplazada por la ineficiente solución conocida como «Barrio Adentro». Se desmantelaron las instalaciones de los ambulatorios y consultorios locales, y en su lugar se construyeron edificaciones inadecuadas como viviendas para el personal de salud e insuficientes como espacios para la atención sanitaria.
Quizás el peor error de este programa fue depender del personal proveniente de Cuba, quienes parecían más interesados en escapar de la miseria de su país de origen que en brindar un servicio de calidad. Esto significó que se relegara a las nuevas generaciones de médicos venezolanos egresados de nuestras universidades autónomas. Además, se minimizó la importancia de realizar pasantías en medicina rural para los nuevos graduados.
A los graduados de las facultades de medicina de nuestras universidades se les robó la oportunidad de formarse atendiendo a su propia gente, y se les impulsó a emigrar a otros países donde podían ejercer su profesión. Hoy estamos cosechando los fracasos de estas políticas erróneas que separaron a nuestras facultades de medicina de la salud del pueblo y que literalmente obligaron a nuestros profesionales a emigrar para poder sobrevivir.
Recuperar la Red de Atención Primaria en salud es una tarea práctica y lógica. Significa abrir las puertas a aquellos que se forman en nuestras universidades. Tenemos la obligación de cumplir con nuestros ciudadanos, quienes presenciaron el cierre de los consultorios y ambulatorios de su localidad y vieron aparecer un personal que desconocía nuestra realidad sanitaria, con una formación deficiente y viviendo como exiliados de su país bajo tiranía.
Además, es de suma importancia evaluar y calificar la intención de reemplazar las facultades de medicina con centros de formación de un personal denominado «médicos integrales», cuyos resultados han sido lamentables tanto dentro como fuera del país. Es necesario reconsiderar la situación de estos jóvenes, nivelarlos y ubicarlos en posiciones que correspondan a su nivel de formación. Ellos no son culpables, son víctimas de políticas erróneas.
Evaluar y restablecer la red de atención primaria en salud, conectándola con las facultades de medicina, es una tarea urgente ante la situación de emergencia humanitaria que enfrentamos. Esta acción debe complementarse con la recuperación de los más de 300 hospitales en todo nuestro territorio, los cuales han sido abandonados tanto en términos económicos como asistenciales.
En resumen, para enfrentar la emergencia humanitaria debemos fortalecer las capacidades institucionales del municipio y convertir la escuela básica y media en instituciones corresponsables, junto a la familia, de brindar más y mejores oportunidades a las nuevas generaciones.
En el campo de la salud, es necesario esforzarnos por rescatar las 14.000 sedes de la red de atención primaria, que, junto con la red hospitalaria, contribuirán a mejorar las condiciones de salud de la población. Sabemos que 70% de los casos que requieren atención médica se puede resolver en el nivel de atención primaria.
Además, debemos promover iniciativas en el ámbito de las instituciones sociales y crear incentivos para el desarrollo de emprendimientos económicos que ofrezcan productos y servicios de calidad a los habitantes de nuestros municipios. Esto generará nuevos empleos y contribuirá a mejorar los ingresos familiares.
Es fundamental fomentar la gobernabilidad municipal y reconocer la importancia de las instituciones básicas. Esto nos permitirá enfrentar la emergencia humanitaria y lograr que los ciudadanos lleguen a acuerdos para resolver los asuntos e intereses comunes que afectan su existencia y calidad de vida.