OPINIÓN

¿Qué hace falta para despertarnos?

por Albert Geovo Albert Geovo

Antes que nada es necesario tocar muchos tópicos del pasado, incluso antagónicos, además de que la razón invita a proteger un pensamiento enfocado en el asunto del despertar individual como condición de ese gran despertar de la sociedad.

Identificar focos que permiten ese despertar es vital, sabiendo de paso que en este proceso no se busca agredir personas, grupos, partidos, nacionalidades, razas, religiones e ideologías, sexo, corrientes filosóficas, mas sí poder conocer cuáles son esos elementos, signos, símbolos, documentos, tradiciones, variables, así como frases que permitan reconectar al individuo con su verdadera humanidad.

Escudriñar la historia, voltear la mirada a ese camino recorrido durante el siglo XX y los pretéritos siglos, aunque disten mucho unos de otros, es urgente y necesario. Todo el siglo pasado la humanidad se debatió entre dos escuelas del pensamiento que se plasman, en la vida práctica de las personas, en especial en el área económica, entre un enfoque que pudiéramos clasificar como la derecha, donde están los que promueven y defienden la libertad natural de una vida responsable y limitada por los derechos naturales del otro.

Por otro lado tenemos lo que se subordina a la ideología de la mano izquierda; estos creen y promueven una economía planificada para la sociedad, mas no para ellos. Además, promueven un profundo proceso de reorganización del Estado, constituido por un sinnúmero de oficinas, medidas y controles directivos sobre la vida, las relaciones interpersonales, la propiedad privada, el comercio y hasta la forma de pensar de la sociedad.

Es decir, buscando sustituir las bases y principios morales, legales y económicos que originaron el desarrollo de la civilización cristiana, subvirtiendo estos a toda costa, incluso con el uso de la violencia e inseguridad, si es necesario a través del gendarme del Estado, guerra de guerrillas, guerras asimétricas entre las poblaciones, propaganda con una democracia fundada únicamente en partidos con puntos de contactos ideológicos, al mismo tiempo que con el uso de una cultura colectivista, comunista, socialista, entiéndase adoctrinamiento,  como arma auxiliar de esa lucha, mal llamada “lucha de clases”  contra la libertad de las personas, argumentando que solo así, en socialismo, es posible un orden social perfecto.

Estos modelos de la mano izquierda buscan numerar la sociedad por clases, bajo un esquema de “consciencia de clase”,  segmentadas de varios modos: clase marginal, proletariado, lumpen, clase obrera, el campesinado, la inteligencia obrera, la inteligencia técnica,  clase media, estamento militar, profesionales, intelectuales,  burguesía, clase empresarial, clase política, entre otras nomenclaturas,  para así lograr la  edificación de una nueva forma de sociedad, una nueva forma de gobierno, combatiendo el orden natural de la humanidad, que ellos llaman el “viejo orden”, por un “nuevo orden”

Con un objetivo social cardinal, al que llaman humanista,  que se fundamenta en el socialismo, argumentando que consiguiendo la igualdad social se logra la salida de la crisis económica, generada según ellos por el capitalismo y sus políticas de bajos impuestos, Estado limitado, seguridad, justicia e infraestructura de la que disfrutan las naciones desarrolladas en el mundo.

Durante más de un siglo el sistema socialista ha insistido en la idea de un modelo de economía planificada de diferentes nombres, que se resumen en una organización de la vida de modo total que denomina nuevo orden político, con nuevas leyes con nuevas reglas, con cambios revolucionarios. Esto sin menoscabo de las experiencias históricas violentas que han acaecido y que han de usar ante la natural oposición y disidencia que existirá lógicamente bajo estos sistemas que pretenden, muchas veces de manera exitosa, el modelaje, la modificación de la conducta humana a través de esas ideas.

Al mismo tiempo pretenden, al mejor estilo de un experimento psicológico y social de magnitud mundial, hacer de las naciones una especie de granjas de domesticación  a través del uso de un conjunto de ideas colectivistas,  implantadas en los cambios graduales que hacen  en la instrucción pública de las naciones, modificando la historia, la filosofía, la religión, la moral y las buenas costumbres naturales, a conveniencia del sistema que se configura al final en un caos por un lado, mientras por otro en un auténtico sistema totalitario.

Estos esquemas revolucionarios de dominación mundial para las naciones imponen cambios en el pensamiento y en sí en el sistema social que protege las bases y principios de la civilización, como la familia, la vida, la propiedad, la fe, la libertad, el respeto.

Por ello se observan corrientes ideológicas dentro de los mismos epicentros de desarrollo de esas ideas, donde se aplican medidas políticas y legales de igualdad de género, eutanasia, aborto, como programas auxiliares para no dejar piedra sobre piedra de los valores de la civilización cristiana como base del edificio filosófico de Occidente.

Es necesario por eso volver la cara a los orígenes de la civilización, revisar cuáles fueron aquellos elementos que permitieron la libertad y el desarrollo de las naciones. Ineludiblemente nos encontraremos con la fe, la inteligencia, la devoción y todos aquellos legados que permitieron romper los episodios de opresión, hambre, esclavitud y éxodo al que fueron y son sometidos los pueblos a lo largo de la historia. Y aún hoy no se logra reconectar con el presente.