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¿Qué está pasando en Venezuela?

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La situación del país una vez realizada la elección presidencial del pasado 28 de julio es la fatal culminación del proceso político iniciado en Venezuela en enero de 1999 con la llegada al poder del teniente coronel Hugo Chávez, cuya única acción destacada hasta el momento había sido la fracasada intentona golpista contra el presidente Carlos Andrés Pérez del 4F de 1992. 

El gobierno populista, pro castrista, caudillista y “revolucionario” de Chávez (14 años) y de su heredero Nicolás Maduro (12 años), fue derivando hacia una dictadura militar sui generis ataviada con falsos ropajes de civilidad, constitucionalidad y democracia, pero con fines y medios iguales a los de otras dictaduras militares, especialmente la del general Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) con la que el chavismo guarda muchas afinidades.

Luego de perder el soporte popular que tenía, el chavismo, derivado ya en madurismo, utilizó prácticas electorales amañadas para inducir frustración, división y abstencionismo. Así ganó con amplitud las elecciones presidenciales, legislativas y regionales de 2018 y 2019 con una minoría de votos. Hoy no existe, como se dice, una polarización electoral. La oposición duplica (28J) o triplica (si hubieran votado los venezolanos exiliados) los votos del chavismo. Eso no puede llamarse polarización.

Lo ocurrido el 28J es algo distinto a lo antes mencionado. Ese día se produjo un arrebatón, un asalto a mano armada, un robo electoral sin mesura ni disimulo. Se falsificó grotescamente el resultado de la elección y se desconoció la victoria aplastante del candidato opositor Edmundo González. En otras palabras, se perpetró un golpe de Estado contra la Constitución, la República y la soberanía popular en complicidad con la fuerza armada nacional “bolivariana” que participó en el proceso, vio lo que ocurrió y no obstante ha avalado el fraude electoral.

No sabemos cómo terminará este último episodio de la tragicomedia nacional cuando llegue el momento de la verdad. La brutal y torpe agresión de Maduro contra el sistema electoral, ya maltrecho y desacreditado, pero alabado y presentado por el régimen como “el mejor del mundo”, no será beneficioso para nadie, menos aún para Maduro y la fuerza armada nacional. Algún engranaje se romperá, algún resorte saltará, algunos tornillos se aflojarán y debilitarán el ya endeble andamiaje de la dictadura. Por vez primera el régimen chavo-madurista está contra la pared y a la defensiva y como fiera herida ataca con desespero y sin mesura. 

La historia nacional y latinoamericana es rica en acontecimientos de este tipo. Todos han terminado mal para los dictadores. Tenemos 26 años de chavismo que se cumplirán en enero del año próximo. En ese período el país ha sufrido los estragos, la ruina, las muertes y el éxodo poblacional propios de una larga guerra civil no declarada. ¿Cuánto tiempo más puede durar este mal, el peor de todos los ocurridos en la historia nacional? La dictadura de Gómez, la más larga de Venezuela y en muchos aspectos mejor que la presente, duró 27 años.  

En apenas un mes de la elección han ocurrido muertes, persecuciones, encarcelamientos y desapariciones. La actitud de los países democráticos del mundo en relación con Venezuela está en suspenso. En su mayoría no reconocerán a Maduro como presidente y se romperán muchas relaciones diplomáticas. En lo interno, aumentará el malestar y el odio contra el régimen y, aunque no se produzcan grandes disturbios, la situación será muy tensa. Las inversiones no vendrán, las sanciones contra Venezuela permanecerán o se agravarán, no habrá crecimiento económico para resolver los grandes problemas nacionales, el país seguirá deteriorándose y continuará el éxodo. ¿Para qué se quiere conservar un poder en esas condiciones?

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