OPINIÓN

¿Qué está pasando en Perú?

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

 

El placer de gobernar debe ser grande,

ya que mucha gente quiere involucrarse

Voltaire

Se ha dicho que la democracia es un sistema que forma a los pueblos, y los hace responsables de su destino, al contrario de las dictaduras y tiranías. Lamentablemente, el alto ingrediente de intervencionismo y paternalismo en América Latina no ha servido para que maduren, sino que permanentemente exigen más y a más a sus gobiernos hasta que las economías se agotan. Así sucedió con la democracia instituida en Venezuela desde 1958, la cual desembocó en una dictadura que aún padecemos los habitantes de esta nación. El caso extraordinario de Perú nos llama poderosamente la atención. Después de Chile, la nación virreinal era la que más había mejorado en Suramérica en 28 indicadores que 2 excelentes economistas peruanos presentaron en la página web del Instituto Cato, entre ellos la mortalidad infantil, la disposición de agua potable, el ingreso por cabeza y pare usted de contar, que anuncian un progreso permanente a pesar del mal ambiente político que se percibe en aquella nación. Nos basta nada más el PIB por persona, que en 1990 era de 1.196 dólares y en el año 2019 llegó a 6.977 dólares, creció casi 6 veces, lo que equivale a una tasa promedio interanual de crecimiento de 6,27%.

Esta segunda vuelta electoral ha descubierto además que existen dos Perú que convivían uno al lado del otro: un Perú urbano que se desenvuelve en las ciudades como Lima, Arequipa, Cuzco, etc. Y otro rural, de donde emergió este profesor Castillo, que ya está repitiendo el guion chavista: llamar a una Asamblea Constituyente,  redactar una nueva “constitución” que servirá para adueñarse de todos los poderes, destruir el Estado de Derecho e implantar un socialismo que no repartirá la riqueza sino que la destruirá y hará más pobres a los pobres y lanzará a las clases medias al despeñadero de la hiperinflación, y la miseria. Tampoco han aprendido los políticos de oficio, ni los que no son de oficio, sino que están agazapados en las clases empresariales, que las dictaduras que salen con algo de esfuerzo interno y externo son las de derecha como ocurrió con el gobierno militar de Pinochet, el de Pérez Jiménez, Somoza, etc, mientras que las de corte comunista nunca salen, como ha sucedido con el régimen cubano que ha encontrado una cantimplora en la ya miserable economía venezolana, y su avidez ahora mira a Perú y a Colombia, porque en Brasil con unas fuerzas armadas siempre alertas y vigilantes es casi imposible que el llamado Foro de Sao Paulo logre imponerse en el país del fútbol y la samba.

En Venezuela, sacar a Carlos Andrés Pérez de su segunda presidencia fue un error colosal, de inmediato se creó una matriz de opinión que favorecía al paracaidista golpista Hugo Chávez y ya sabemos lo que sucedió después. De igual modo, en el país de los incas se puso de moda sacar y enjuiciar a presidentes; así, pues, pasaron después de Alberto Fujimori (hoy en la cárcel) Alejandro Toledo, fuera de su país por acusaciones de corrupción; Alan García, en una segunda presidencia y quien se suicida después de haber sido acusado por corrupción; Ollanta Humala; P.P. Kuczynski, un brillantísimo economista que fue removido del poder y  posteriormente reemplazado por Martín Vizcarra, también echado a las fieras de la opinión pública; y finalmente tenemos al señor Francisco Sagasti en el sillón de Pizarro.

Todo este espectáculo de presidentes y expresidentes acusados y algunos castigados, ha generado un impacto negativo en la opinión pública, sobre todo en el interior del Perú donde los campesinos y gente de escasa preparación tienden a creer en los cantos de sirena del populismo y el simplismo de quitarle a unos para darles a otros. El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ha sido también un factor deplorable a la irresistible ascensión a la presidencia de Castillo, puesto que la campaña contra los Fujimori durante muchos años perseguida en su insaciable deseo de venganza echó a muchos votantes en las manos inapropiadas.

En un artículo del doctor Pedro Carmona leímos que un tal Vladimir Cerrón, ¡condenado por corrupción!, fue el fundador del movimiento marxista y populista del profesor Castillo, lo cual nos revela el mar de fondo de la antipolítica que no va a cambiar para nada positivo al Perú campesino y pobre, simplemente utilizará el odio a los políticos de turno y de oficio permanente para anclarse per secula seculorum en el poder y repetir el procedimiento de Ortega y Maduro de aplastamiento de la legalidad y las fuerzas productivas. Por si todo fuera poco, el gran tema de la campaña del profesor Castillo ha sido la xenofobia contra los venezolanos radicados allá, la gran mayoría de ellos empobrecidos de antemano por el gobierno castromadurista venezolano.

Como colofón, a este proceso, ya el Frente Institucional Militar formado por un grupo de oficiales generales en situación de retiro, ha llamado en un comunicado muy bien redactado, a no reconocer al “profesor” Pedro Castillo quien, dicho sea de paso, en sus declaraciones a los medios no se distingue por hablar con propiedad.

Sea como sea, ya The New York Times haciéndole el juego a las fuerzas antidemocráticas y antieconomía de mercado, habla de una demonización de Castillo por las fuerzas vivas y los grandes medios. Al parecer este periódico neoyorkino ya se olvidó de Jimmy Carter, ex presidente de Estados Unidos que salió de fiador político de Hugo Chávez y amansó la oposición para permitirle desbaratar la débil institucionalidad que existía en Venezuela. ¿A quién tratan de engañar señores de Nueva York?