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¿Qué es para ti una princesa?

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Cantaba Joaquín Sabina que «las niñas ya no quieren ser princesas» y a lo mejor el verso ha perdido veracidad. Quién sabe si no hay alguna adolescente por ahí a la que le gustaría ser como Leonor de Borbón. Pero el concepto de princesa al que se refería el de Úbeda es otro. Leonor no encaja en él. No nos hace pensar en las princesas Disney, ahora que Disney también lucha contra sus propios estereotipos trasnochados de bellas durmientes, dependientes y víctimas pasivas a la espera de un príncipe azul. Como joven formada, preparada y defensora de lo que representa, Leonor nos cuadra más en ese otro molde literario. El masculino. El de la responsabilidad asumida.

No sabemos si a Leonor alguien le preguntó si de mayor quería ser princesa, pero por lo que la hemos escuchado ha dicho que sí. Es por cuna, pero ahí está: una princesa de carne y hueso que a sus 18 años, con un discurso desde la responsabilidad y la humildad –«Confíen en mí», ha pedido–, ha proclamado su total vocación de servicio a su país. Eso para lo que ha sido y sigue siendo educada es a lo que dedicará su vida. Una mujer al servicio de todos los ciudadanos de un país, sin importar qué voten o cómo piensen. Es más, sin importar lo que, libremente, opinen de ella.

Qué lástima no poder utilizar la misma descripción para definir a cada uno de nuestros ministros, aunque estos sólo ejercen de forma temporal, lo que debería darles más margen de aguante. Venga, que sólo es un ratito de tu larga vida. Y sin embargo, ni por esas. Se confirma con sus ausencias en la jura de la Constitución de la princesa que algunos sólo acaparan la cartera para trabajar por los suyos. Irene Montero dice que representa a todas las mujeres, pero luego deja bien claro que sólo a las suyas. Ella no será de Coronas, pero es ministra de España. Y por eso, aunque no quiera, representa a las mujeres más monárquicas y a las menos. Y a las que no se preguntan si lo son o no lo son, pero se alegran de que la princesa sea una mujer. Que no nos sobra igualdad ni por arriba ni por abajo. Despreciar eso no es sólo despreciar a las instituciones, también a una parte de la ciudadanía y, a la vez, el propio puesto. Y el desprecio es un espejo. Trabajar sólo cuando puedes pescar políticamente para tu butxaca refleja egoísmo, falta de responsabilidad y de valentía. Es representatividad identitaria y excluyente. Justo lo contrario a lo que ha hecho Leonor de Borbón. Por si luego en Podemos se extrañan por qué su partido anda de capa caída y la Monarquía sube en las encuestas.

A Irene Montero seguro que sí le preguntaron qué quieres ser de mayor. No sabemos si en algún momento dijo «ministra». Está claro que no dijo «princesa». Menudo esfuerzo y sacrificio. Porque ministra, como en ese concurso de los coles, ¿qué es una princesa para ti?

Artículo publicado en el diario ABC de España

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