Podríamos responder afirmando, simplemente, es la casa de altos estudios. Pero, creemos que la interrogante sugiere una respuesta precisa, satisfactoria. Una definición ajustada a la misión que a ella le corresponde cumplir.
La universidad moderna es el máximo instituto de educación superior. Es el centro de altos estudios científicos y humanísticos, tiene por finalidad la preparación eficiente de los recursos humanos requeridos para alcanzar progreso y desarrollo en Venezuela, nuestro gran país. Para ingresar a esta institución el aspirante debe poseer nivel intelectual adecuado, preparación previa y, ojalá, un perfil vocacional, independientemente del estrato social al que pertenezca.
Es la Universidad, así con mayúsculas, una comunidad humana, académica y espiritual dedicada al estudio y a la investigación, únicos caminos viables en búsqueda de la verdad. Para alcanzar tan elevados propósitos le son necesarios libertad de pensamiento y autonomía de acción, con lo cual se accede al debate de ideas, sin exclusión de ideologías. Ello en razón de que ni la ciencia ni la filosofía pueden ser producto de un pensamiento único.
El recinto o espacio universitario es el más importante cauce para ejercer el natural derecho a pensar, opinar y disentir. A ello se le denomina “Autonomía”. Este requerimiento, en Venezuela, tuvo su antecedente en nuestro Libertador Simón Bolívar quien, al promulgar los Estatutos Republicanos en junio de 1827 (con los cuales se transformó la vieja Universidad de Caracas), propuso en ellos la autonomía universitaria, que es como el necesario oxígeno para el cumplimiento de sus elevados fines. También, Bolívar modificó la constitución universitaria, la cual hizo posible la elección del doctor José María Vargas como rector de la Universidad, pues antes los médicos no podían serlo.
Las universidades tienen larga historia. Su origen se remonta a la Edad Media. Algunas nacieron en forma muy sencilla, como corporaciones de alumnos y maestros encaminadas a satisfacer necesidades e intereses de las comunidades. No otorgaban títulos sino licencias para enseñar. Vino después el proceso de transformación, como fue el caso de la de Salamanca, la más antigua de España, que empezó sus actividades con la escuela salmantina creada en 1218 por Alfonso IX.
Oportuno es señalar, también, que durante mucho tiempo tanto los estudios de teología como los humanísticos ocuparon la atención preferente en las universidades hasta que fueron siendo desplazados ante el avance de las ciencias experimentales.
Por lo que respecta a Venezuela, el viejo Seminario Santa Rosa de Lima fue la remota semilla que dio origen a la primera universidad que existió en Caracas. Su fundación ocurrió allá por el año 1673 y, en 1721, a solicitud del propio Seminario, del Cabildo y del clero, se transformó en la Real y Pontificia Universidad de Caracas.
Al cabo de un siglo, concretamente, en 1826, se le puso fin a la denominación de Real y Pontificia, y tomó la bella denominación de Universidad Central de Venezuela, nuestra querida y admirada institución, vocablos tan gratos escuchar y pronunciar a quienes de ella hemos egresado. Es un invalorable patrimonio cultural que siempre debemos respetar y defender.
Muy grato recordar, la Unesco declaró a la Ciudad Universitaria de Caracas Patrimonio Cultural de la Humanidad el 30 de noviembre del año 2000, honroso y significativo gesto de distinción. Pero triste, muy triste recordar que nuestra gran Universidad Central de Venezuela ha sido pasto de algunos ingratos y desalmados hijos suyos, que la han maltratado a diestra y siniestra. ¡Qué ingratitud! La que los ha cobijado.
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