Inteligencia es capacidad de síntesis. Saber distinguir lo accesorio de lo fundamental. Inteligencia es capacidad para captar la realidad en su complejidad y en sus conexiones. Dicho con el lenguaje del ordenador: capacidad para manejar información remota e información reciente y dar respuestas eficaces que se ajustan a la realidad.
Hoy los psicólogos y los psiquiatras hablamos de inteligencias en plural, pues hay muchas y entre ellas hay rivalidades y exclusiones. No podemos tenerlas todas. Las tres que tienen en los últimos tiempos más resonancia son la emocional, auxiliar y la recién llegada, la artificial, que pertenece al campo de la informática y que se centra en el desarrollo de sistemas y programas.
¿Cómo podemos definir a la inteligencia auxiliar? Es aquella modalidad que utiliza una serie de instrumentos adquiridos, que le dan una gran altura y que son: el orden, la constancia, la voluntad, la motivación, la capacidad de observación y la facultad para tomar nota de algo sugerente.
Se forma así una estructura compacta, que integra todos estos componentes en una unidad. Voy a irlos exponiendo.
El orden es uno de los mejores amigos de la inteligencia. Es una de las grandes joyas de la conducta y ofrece un muestrario de posibilidades muy rico: en mi cabeza (saber lo que quiero, conocer mi aptitudes y limitaciones; jerarquía de valores, saber moderar las ambiciones), en mi horario (cuando tienes orden el tiempo se multiplica y llegas a más cosas, son las rutinas positivas), en mi habitación (en mi ropa, libros y cosas que manejo en mi día a día) y saber que ordenar es tirar lo que no sirve y ese es un arte difícil; en mis actividades profesionales (el orden se convierte en el placer de la razón). Todo esto es orden estático. Hay otro tipo que es el orden dinámico que significa saber planificarse, prever, adelantarse.
La constancia es tenacidad sin desaliento. Es firmeza, perseverancia en los objetivos que uno se ha propuesto. Es una palabra: saber empezar y saber continuar. No rendirse ante las adversidades, saber mantenerse uno firme y sin ceder cuando llega el cansancio o las cosas se tuercen y no van saliendo como uno esperaba. Crecerse ante las adversidades, tesón que no se da por vencido. Es el lema de Winston Churchill en su campaña política: «Never don’t give up», nunca te rindas.
Otro instrumento es la voluntad, que yo nombro como la joya de la corona de la conducta y el que la tiene, posee un tesoro. Es la estrella de la inteligencia auxiliar. Es capacidad para querer algo y poner todos los medios para alcanzarlo. Es la facultad que nos conduce a descubrir algo que es valioso, pero es de entrada es arduo, difícil, pero que nos ayuda a crecer como seres humanos. Voluntad es determinación, firmeza, querer algo con pasión, afán decidido, propósito firme, intención sólida y perseverante. Es la facultad para gobernar nuestra conducta y que se dirija a lo mejor.
Una persona con voluntad llega más lejos que uno persona inteligente. El acto de la voluntad es bifronte: anunciar y renunciar, saber decir si y no, en los momentos claves de nuestra trayectoria biográfica. La educación de la voluntad debe empezar desde los 4 o 5 años de edad y se trata de hacer atractiva la exigencia, esa es la clave. Los padres somos los primeros educadores y debemos tener bien claro que la voluntad es una pieza esencial y la sabemos proponer con arte, se convierte poco a poco en una disposición interior, que significa: no hago lo que me apetece (que algunas veces si que lo hago) sino lo que es mejor para mi y que termina en esta sentencia: la costumbre de vencerme en lo pequeño. Ahí donde se dan las batallas más frecuentes, en lo menudo de la vida ordinaria. Es la cultura del esfuerzo, de los méritos (la meritocracia), del esfuerzo deportivo por sacar lo mejor que uno lleva dentro. Son escaramuzas de escaso relieve en donde somos capaces de vencernos, un entrenamiento en cuestiones relativamente menores.
La educación de la voluntad es una tarea artesanal, lenta, gradual, progresiva. Es como la lluvia fina que empapa el campo y lo hace fructificar: es el orvallo asturiano, chirimiri vasco, la charrúa peruana o la camanchaca chilena… lluvia que va empapándolo todo de forma sigilos. Los campos no se riegan con trompas de agua, sino con formas medidas, frecuentes y espaciadas. La voluntad no es solo una facultad, sino también una virtud. El verdadero objetivo de la voluntad es la victoria sobre uno mismo. Lo dice Virgilio en ‘La Eneida’: «Fortes fortuna audivat», la fortuna ayuda a los audaces. La voluntad no es un estado de ánimo.
Luego quiero decir algo sobre la motivación. El término procede del latín, ‘motus’: lo que mueve, lo que empuja a hacer algo. Las motivaciones pueden ser físicas, psicológicas, profesionales, sociales, culturales y espirituales. Y cada una de ellas se abre en abanico. Y a la vez, existen estrechas relaciones entre ellas, pues unas se cuelan en el territorio de las otras. Unidad en la pluralidad. Lo debemos tener en cuenta es que motivación y voluntad van muy unidas: lo que hace una mujer por adelgazar, una persona por avanzar en su vida profesional, por aprender un idioma, por mejorar su vida conyugal… si hay motivación la voluntad viene pronta. Lo resumiría así: sueña a lo grande y actúa en lo pequeño.
La capacidad de observación tiene una serie de componentes: atender, escuchar, prestar atención al conjunto y a los detalles que tenemos delante. Es la mirada inteligente que escruta la realidad. Hoy vivimos en una etapa en donde son muchos los que viven desparramados, atentos a mil cosas que van y vienen. Hemos pasado del sentido de la vida al mundo de las sensaciones inmediatas y eso hace difícil que uno se concentre y asoma una dispersión, uno está desperdigado.
Y finalmente estamos ante el último elemento, la facultad para tomar nota. En los últimos tiempos he dado muchas conferencias, he estado en México, Londres, Guatemala, Buenos Aires… y poca gente tomaba nota en ellas. Tomar nota significa que se activa la corteza prefrontal (CPF), y esa información se almacena en el archivo de la memoria de nuestro cerebro (el hipocampo) y de ese modo, todo ese contenido se retiene. Esto ayuda a mejorar nuestro nivel de cultura.
La inteligencia auxiliar tiene una hermana gemela, la disciplina.
El autor es catedrático de Psiquiatría
Artículo publicado en el diario ABC de España
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