Creo recordar que con este o similar título publiqué hace algún tiempo un artículo, pero, por tratarse de una materia tan rica y que no se agota, vuelvo hoy, como un buey, buscando el surco.
Gramaticalmente el vocablo hombre es un sustantivo común masculino y como género abarca a los dos sexos. Así, al mencionar ciudadano o venezolano estamos aludiendo tanto al hombre como a la mujer. Sobre este particular en la Constitución vigente hubo predominio feminista que se acerca a deformar algunas normas gramaticales que al oído no caen bien, por ejemplo, fiscala, vicepresidenta, funcionaria, electora, ministra, etc.
Apartándonos del castellano, entramos ahora al tema que nos ocupa: la trascendencia del hombre. Para algunos el hombre no es más que un animal racional, para otros como Guillermo Cabanellas hombre es: “Todo individuo de la especie humana, cualquiera sea su edad y sexo”. Por su parte, Fernando Corripio, en su Diccionario de Sinónimos, identifica al hombre con los vocablos individuo, ser humano, persona.
En cuanto a su trascendencia, reiteradamente se ha afirmado, que el hombre es el ser más importante que existe sobre la Tierra. Y, ¿dónde está esa importancia? Imposible responder con pocas palabras. Está en todo cuanto no es la madre naturaleza. Pues, es el autor de la filosofía, de las ciencias, del arte y de las tecnologías; o sea, es el autor de la cultura y, con ello, el creador de la civilización. ¿Cuál es la razón de tanta sabiduría? La causa de ella es algo misterioso que permanece invisible dentro ser humano –llamémoslo– el aparato intelectual o psíquico del cual está dotado. Allí residen su capacidad espiritual y emocional y su vida de relación, fuentes generadoras de todas las inquietudes humanas que nos conducen a afirmar: el hombre es un haz de ilusiones, de preocupaciones, de problemas, de dudas y sediento siempre de aprender más y más, de adquirir otros saberes y conocimientos. Aristóteles, en su Metafísica, lo afirmó: “Todos los hombres tienen un apetito natural de saber”.
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