Honrar honra. La Biblia declara que “El Padre honra al Hijo, el Hijo honra al Padre y el Espíritu Santo, honra a los dos”. Con cada artículo que escribo quiero honrar a mi padre. Miguel Henrique hace lo mismo al mantener vivo el legado de Miguel Otero, El Nacional y la libertad de prensa.
País verde y herido / comarquita de veras / patria pobre.
País ronco y vacío / tumba muchacha / sangre sobre sangre.
País lejos y cerca / ocasión del verdugo / los mejores al cepo.
País violín en bolsa / o silencio hospital / o pobre artigas.
País estremecido / puño y letra / calabozo y praderas.
País ya te amaras / pedazo por pedazo / pueblo mi pueblo.
Lo del embajador Armando Benedetti me insulta, no por la forma grosera y despectiva de dirigirse hacia el colega Juan Gerardo. Más de 20 años de revolución nos han hecho escuchar más y mejores blasfemias.
Lo del embajador Benedetti me ofende más por su ilustre apellido. Y es que este periodista y político colombiano la “embarró”, con la desvergüenza de un campeón. Con su locuaz y abusiva retórica realizó la más eficiente declaración pública para lograr que el gentilicio colombiano sintiese pena ajena.
“La víspera indeleble” del poeta Mario se debe haber estremecido en el recuerdo al ver cómo quien lleva su noble apellido destroza su legado lingüístico, sin sentir el más mínimo remordimiento. Y hasta quizás sin saberlo.
Armando, lo cortés no quita lo valiente. Tu expresión te describe, eres exactamente lo que dices. Te estoy ofendiendo, por si no lo entiendes.
Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada,
te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca,
te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos, mi amor mi cómplice y todo,
y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos.
Mario Benedetti.
Armando eres embajador. No, embarrador. ¿Te lo deletreo?
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