Los venezolanos somos seres alegres y perspicaces que nos gusta siempre repetir en las conversaciones informales expresiones particulares que causan gracia. Un amigo de la antigua industria petrolera, por cierto PhD, cuando nos reuníamos en grupo o individualmente y se refería a cualquier situación de algún conocido o colectivo recurría al sempiterno latiguillo: ¡Qué bochorno! y uno soltaba la risa por la gracia y hoy lo hago cuando acudo a la memoria del grato recuerdo. Me imagino estar conversando con el ingeniero Oswaldo García y referirle al batiburrillo de hoy, el sainete entre Guaidó y el G4, G3 o G10, si les gusta más, y seguramente con una sonrisa que envuelve algo de tragedia me diría: ¡Qué bochorno!
Los ciudadanos venezolanos que no hemos dejado de luchar, con constancia y honestidad, por la recuperación de la democracia en estos 24 años de ignominia en contra del ecosistema criminal que secuestró al país, no podemos calificar sino de bochornoso el espectáculo político que brinda una dirigencia infame, deslegitimada y completamente fracasada al cierre del año 2022.
Demás está decirles que los sufridos ciudadanos que hemos dado la pelea nos pronunciamos, de manera categórica, por la restitución del orden constitucional que fue violentado arteramente por el usurpador del poder. Esta posición la sostenemos en el tiempo de manera firme. Pero los ciudadanos republicanos no vamos a tomar parte del actual sainete entre enanos políticos y morales, ciertamente pudiéramos configurarlos como una Corte de los Milagros que le dieron duro a la piñata del concierto de Cúcuta y de Monómeros, y se repartieron los cargos del interinato a placer, como les dio la gana, por cuotas. Y jamás, enfatizo la palabra “jamás”, presentaron cuenta alguna por sus acciones u omisiones que los ciudadanos con conciencia de país, bien formada, hemos calificado de deplorable, de falta total de grandeza en su conducta. El chacumbele Guaidó sin sentido de su papel histórico se hizo candidato.
Más que nunca se ha hecho evidente el clamor ciudadano de hacerse de un nuevo liderazgo que nos dirija hacia la deseada transición democrática que vamos a elegir en unas primarias transparentes, sin el CNE, y tomando en cuenta a los venezolanos en el exterior que han migrado por los desmanes del régimen impresentable. Estamos de acuerdo con las cualidades indispensables que ha descrito el venezolano íntegro y de excepción Gustavo Coronel, en su reciente artículo. Se resume en honesto, sincero, coherente, competente, inspirador e integrador de un país roto por la ignominia gobernante. Agrego yo, ser hijo de su siglo, o sea, tener una relación muy rica y muy viva con la cultura, la filosofía, la psicología y las ideas de su tiempo. Entender, amar y vivir su siglo; apasionarse por la verdad y la justicia.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!