OPINIÓN

Putin y Xi, los problemas del mundo

por Carlos Malo de Molina Carlos Malo de Molina

Día 32 de la invasión, desde la Casa Blanca y Europa le quieren quitar hierro a las palabras de Biden. Blinken, por un lado, dice que no buscan un cambio de régimen en Rusia y, por el otro, Macron dice que no utilizaría el tono de Biden que, entre otras cuestiones, calificó a Putin de carnicero. Me pareció excelente el discurso de Biden, llamarle a Putin carnicero es una obvia realidad y se puede decir con peores y más agresivas palabras. Entiendo que alguien que no sea asesino se enfade y sea de mala educación llamarlo por ese nombre, pero es que lo es y cosas peores, es un criminal de lesa humanidad y debiera ser procesado y condenado por la Corte Penal internacional, que es el órgano judicial de Naciones Unidas, ubicada en La Haya, Países Bajos, independiente pero relacionado con la ONU en función del Estatuto de Roma.

El problema de la ONU es que no es democrática, depende de gobiernos sin tener ningún fundamento democrático, en el que además participan países liberticidas como China y Rusia, entre otros muchos. Incluso entre los países democráticos prevalecen intereses concretos de cada país, más allá de una estricta política y filosofía democrática, no igualitaria, ni defensora de la libertad y los derechos humanos. Como he mencionado muchas veces y lo seguiré haciendo, la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU es una maravilla, casi perfecta, el problema es que no se cumple en su totalidad en ningún país, de forma más o menos aceptable en una minoría de países, de forma parcial en bastantes y prácticamente nada en demasiados. La Declaración Universal de Derechos Humanos es más un referente, se podría definir como “papel mojado” que según el diccionario panhispánico del español jurídico de la RAE define como “documento que, por circunstancias sobrevenidas, es de escasa o nula importancia, o no produce efectos jurídicos”.

Cuando usamos una palabra debemos ceñirnos a su significado para no engañar, mentir o estafar a los demás. Si quieres darle otro significado distinto, invéntate una o utiliza otra de las existentes. No puede ser que siendo una dictadura la denomines como democracia ya que es un oxímoron. Tampoco hables de libertad colectiva cuando eso solo es posible a partir de la libertad individual. No te inventes, como pasó en la reciente pandemia, conceptos como “la nueva normalidad” cuándo solo se puede volver a la normalidad anterior producto del trabajo y del pensamiento filosófico de miles de años para intentar vender un nuevo orden político. Hay miles de casos generados por tramposos mayoritariamente de grupos y pensamientos liberticidas como los que se denominan partidarios de la revolución cultural que son los que quieren adecuar la cultura del mundo a sus intereses ideológicos, generalmente antidemocráticos y liberticidas.

Las ideas evolucionan, claro que sí, son producto del mercado de las ideas, pero tienen que provenir del pensamiento democrático de la mano invisible la sociopolítica a base de la interacción de 7.700 millones de habitantes, de sus estructuras y sus organizaciones.

En Televisión Española, TVE, vi un programa de charlas en la Casa de América en Madrid en el que entrevistaban a José Luis Garci, director de cine español de los pocos que tiene un Oscar en su haber. Tuve una buena relación con él cuando los dos coincidíamos como tertulianos en un programa de Radio Nacional de España dirigido por otro amigo, Antonio San José. Estuve varios años de tertuliano dos veces a la semana hasta que un día me pidieron que me marchara, evidentemente para callar mi voz, gobernaba el PSOE y en 1996 podría perder las elecciones como así ocurrió. Recuerdo la llamada de Antonio en la que se ofreció para hacer un plante junto a su equipo. Lo agradecí y no quise aceptarlo porque no quería que ellos sufrieran las consecuencias.

Garci decía que los españoles estábamos históricamente siempre enfrentados unos contra otros, no lo dijo así, pero es evidente que vivimos buscando el divisionismo. Habló de un momento mágico que fue la transición, pero que los hijos y nietos de la transición no la quieren y luchan por el divisionismo. Dijo también que el problema de los españoles es que no nos queremos, que hasta pitamos el himno de nuestro país cuando se escucha en un acto público oficial, cosa que no ocurre en ningún país del mundo. El divisionismo no es más que la búsqueda del enfrentamiento entre personas y grupos en beneficio de intereses personales, políticos, de poder o ideológicos. En un momento difícil con la pandemia y la invasión de Ucrania el presidente español, su gobierno, su partido y sus aliados políticos buscan el divisionismo ideológico interno en el país, también la derecha radical española busca y colabora para el divisionismo.

Putin es un bastión importante del divisionismo mundial. Parte de la izquierda moderada del mundo busca el divisionismo asociándose y amparándose a grupos y países liberticidas y grupos de pensamiento liberticida como el Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla. En este proceso, parte de la derecha también busca y apoya la radicalidad y el divisionismo. Según recoge el diario El Economista del 12 de marzo, el multimillonario George Soros se ha sumado contra la invasión de Ucrania diciendo: “Solo podemos esperar que Putin y Xi sean retirados del poder antes de que puedan destruir nuestra civilización”. Acusa a Xi Jinping​ de dar “carta blanca a Putin para invadir”. Son ambos países los dos pilares de gran parte de los problemas del mundo y eje central de la coalición de países dictatoriales, tramposos y gamberros. En este caso estoy de acuerdo con él, pero, por otra parte, no tengo claro qué papel desempeña Soros en el acercamiento de determinados sectores de izquierdas a algunos líderes populistas, autocráticos y tramposos en línea con el divisionismo social y político mundial.

Decíamos que Putin se parece a Hitler y que su actitud es lo más parecido posible al nazismo cuyo verdadero nombre es nacionalsocialismo. Putin es más bien de extrema derecha que extrema izquierda, lo mismo que Hitler que se estructuró políticamente a partir de un partido obrero y socialista. El origen de la forma de actuar de Putin es demasiado parecido a la soviética, desde su núcleo más represivo, la KGB, donde comenzó su vida laboral y política. Putin es una mezcolanza de nazi soviético, de las entrañas de la URSS imperialista. Es como si consiguiera encajar perfectamente junto a la extrema izquierda y la extrema derecha, en la teoría es bastante posible y en la práctica es evidente que lo es. Putin es la representación más fidedigna del divisionismo mundial y como Soros le reconoce, sin decirlo, junto a Xi Jinping, el soporte fundamental de los movimientos divisionistas del mundo. Los divisionistas locales o por países tienen su vida propia, pero destrozan política y socialmente a los países en los que actúan.

Ayer en el diario El Español, Gonzalo Ugidos, hace una simulación de un juicio en la Corte Penal Internacional de La Haya contra Putin en el que se le juzga por los cargos de invasión con Fuerzas Armadas, crímenes de lesa humanidad, destrucción de hospitales y por el uso de bombas prohibidas donde, según su criterio, acabaría siendo condenado a cadena perpetua por crímenes de guerra. Menciona como criminales realmente llevados y juzgados por la Corte Penal Internacional a Slobodan Milosevic, expresidente yugoslavo; Milan Milutinovic, expresidente de Serbia; Charles Taylor, expresidente de Liberia; Khiev Samphan, ex jefe de Estado de la dictadura de Pol Pot; Omar Al-Bashir, expresidente de Sudán; Laurent Gbagbo, expresidente de Costa de Marfil y Hissene Habre, expresidente de Chad.

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