Hábil y cauteloso, el típico canciller de un país en guerra, Serguei Lavrov ha traído desde Moscú un mensaje para Hispanoamérica: aquí, donde hay poco interés por las bombas que explotan en Bajmut, Ucrania, tenemos un bloque regional aliado.
En gira de una semana, el diplomático ruso visitó Brasil, Caracas, Managua y Cuba, donde fue recibido como un aliado importante por presidentes y ministro de Exteriores.
Lejos, muy lejos, está Kiev de Caracas o Brasilia, queda claro. En contraste, la distancia es mucho menor entre Moscú y estas capitales suramericanas, no en kilómetros sino en política.
Un bloque de países latinoamericanos coincide con la lectura geopolítica y económica de Moscú y toma distancias de Washington, que parece un león adormecido incapaz de leer las dinámicas del sur.
Liderado por presidentes de izquierda, este grupo comparte que el orden mundial debe ser multipolar. Cree, también, que las sanciones impuestas por Occidente a Rusia son injustas y han golpeado las economías de los países en vía de desarrollo, como ellos.
Los regímenes de Caracas, Managua y La Habana, ya viejos aliados, no son los únicos que comparten la visión de Moscú. Con matices, Brasilia y Buenos Aires han asimilado favorablemente este discurso, igualmente.
«Queremos que los países de América Latina y el Caribe sean fuertes, políticamente unidos y económicamente sostenibles», ha dicho Lavrov. Incentiva, con populares declaraciones, una América Latina que juegue un rol más protagónico y autónomo.
Autonomía, no alineación
Autonomía y protagonismo en choque con antagonismo y alineación, así Lavrov seduce a sus aliados.
Enmarcado en una «visión pragmática» –parte de una política exterior de Moscú en la región que ya lleva casi 10 años– el agudo canciller sabe que Rusia no representa los mismos intereses en la región que China o Estados Unidos, pero su aproximación política le trae a la región enormes beneficios.
Parecida a la posición de los no-alineados en la Guerra Fría, la «marea rosa» que hoy gobierna la región por segunda vez, a excepción de Uruguay y Ecuador, hoy defiende la no-alineación de los pueblos, en un intento por ser autónoma frente a las potencias.
Lejos de ser esto cierto, salvo en los casos de Colombia y México, históricamente cercanos a Washington -así gobierne Petro y López Obrador– la mayoría del bloque regional busca consolidar sus lazos políticos y comerciales con Pekín y Moscú.
Hace una semana, Luiz Inácio Lula Da Silva dijo desde Pekín: «Con China es con la que intentamos equilibrar la geopolítica mundial discutiendo los grandes temas».
Estratégicamente, Moscú además tiene acuerdos comerciales con varios países de la región en sectores importantes. Provee arsenal militar a Venezuela y Nicaragua y desarrolla proyectos en gas, petróleo y energía nuclear en Argentina y Brasil.
Política pragmática
Para Brasil, Estados Unidos no es una prioridad. Europa lo es un poco más, por los tratados de libre comercio entre el Mercosur y la UE. Pero China y Moscú sí están en el número uno de su agenda.
Con un peso comercial y financiero menor que el de Pekín en Hispanoamérica, Moscú sabe que en la ONU y otras entidades multilaterales América Latina juega un rol clave. México, Brasil y Argentina hacen parte del G-20. Ellos, como otros países de la región, suelen además tener asiento en el Consejo de Seguridad, temporalmente.
Hace un año, Rusia logró que Caracas o Managua votaran negativamente contra las sanciones impuestas por la invasión a Ucrania y México se abstuviera. Dubitativamente, Buenos Aires y Brasil rechazaron la invasión rusa. Les ha costado hacerlo, ha sido notorio.
En respuesta al apoyo en instancias internacionales, Rusia defiende la autonomía de la región de Estados Unidos. A la posición de la administración de Joe Biden sobre América Latina la ha llamado «elección artificial: con nosotros o contra nosotros».
Días atrás, en reacción a los ataques de Lula contra el dólar y el FMI, el presidente estadounidense había pedido todo menos neutralidad por parte de los aliados latinoamericanos.
Unidos bajo una misma consigna, que es la no-alineación con Washington, Lavrov aprovecha la llegada al poder de Lula y la lealtad de Maduro, Ortega y Díaz-Canel, para dejar claro que Moscú no está sola.
Además de acompañada, muchos países apoyan su visión de mundo: multipolaridad, a costa de lo que sea.
Publicado originalmente en el diario El Debate de España
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