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Putin, un paria planetario

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Al cumplirse tres semanas de guerra salvaje del régimen ruso crece la ira del criminal Putin, ante la incontenible conexión emocional de solidaridad global con el pueblo ucraniano y su presidente Volodimir Zelenski, al multiplicarse numerosas marchas en las capitales del mundo con centenares de miles de asistentes, en rechazo a la guerra y a la invasión del ejército ruso a Ucrania.

El malvado Putin, quien creía asaltar en 2 días a Kiev, pasearse como un césar romano en la céntrica Plaza del Maidan de la capital ucraniana y nombrar un gobierno interino prorruso, siente en carne propia el desprecio de multitudes. En Rusia han arrestado a más de 18.000 manifestantes contra la guerra, en el canal de TV oficial una periodista filtró un cartel el 14  de marzo en el que denunciaba lo prohibido, la verdad sobre el conflicto: “No a la guerra, paren la guerra, no crean en la propaganda, aquí les están mintiendo».

Este rechazo nacional y mundial ha desquiciado al tirano, al extremo de imponer una ley en la Duma que condena con penas carcelarias de 15 años y multas de 12.000 dólares a los periodistas que difundan la verdad sobre el frente de guerra en Ucrania; asimismo, los ciudadanos que protesten serán acusados de traidores a la patria, en este caso a los planes macabros de Putin y sus oligarcas.

La realidad es que las noticias del holocausto al que ha sometido a Ucrania no son halagadoras, a pesar de haber difundido una vasta campaña de calumnias, en la que acusaba  de “nazi y agresor al gobierno de Zelenski”. Los partes de sus generales, algunos de ellos caídos en combate, anuncian desmoralización de la tropa, desgano en la ofensiva, lo que explica por qué un ejército de 200.000 soldados requiere hoy contratar mercenarios sirios para derrotar a un enemigo de menor envergadura. Ello origina la intensidad de los bombardeos, el secuestro de alcaldes y personal médico, el ataque inmisericorde a la población civil con la intención de desmoralizar la valentía del pueblo ucraniano.

Por el contrario, este ha respondido con un talante patriótico, decenas de miles de ciudadanos del mundo de 50 nacionalidades han ingresado a territorio ucraniano a incorporarse a los campos de batalla, despertando el sentimiento de nación en todos los sectores de la población martirizada. De igual modo, en la Unión Europea y Estados Unidos, que han recibido a 3 millones de refugiados, más de la mitad niños y otra parte adultos mayores.

En la acera de enfrente, la del dictador, cunde la rabia, el aislamiento y el desconcierto ante las certeras sanciones de Estados Unidos y la UE. Hoy Putin luce más solitario que Stalin antes de su muerte, ya han abandonado el país más de 200.000 rusos por Finlandia, 20.000 por Georgia, temerosos de que retorne la tenebrosa época de la URSS y el macabro sistema descrito por George Orwell en su famosa novela 1984. Como dato particular, ni siquiera en Moscú ha habido manifestación alguna de apoyo a la invasión, tan solo en la Republicana Centroafricana unos pocos acudieron a solidarizarse con Putin.

En todo caso, la ofensiva criminal contra Ucrania, aunque es un país soberano, resalta el pánico del exagente de la KGB al mundo occidental y a sus valores, en primer lugar, el referente a la democracia, con todos sus defectos ha demostrado que la humanidad puede convivir en paz a pesar de las diferencias, en ese tenor la existencia de los derechos humanos, las libertades económicas y sociales.

Para Putin, Lukashenko y unos cuantos líderes autoritarios en Oriente y Occidente, estos son conceptos degradantes de las sociedades, “las cuales requieren mandatarios de mano dura, que no utilicen la consulta y el diálogo como signo de debilidad, ya que en definitiva estas democracias son decadentes, dominadas por la sensiblería de la libertad de expresión, no son viriles y no son capaces de hacer la guerra”.

Por otra parte, pretender continuar con el argumento de que la invasión a Ucrania por Rusia ha sido culpa de la OTAN y la UE con sus pretensiones de extenderse hacia el Este, es una excusa vana y perversa, pues la última vez que una fuerza extranjera pisó el territorio ruso fue en 1945 al final de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy Ucrania se ha inmolado en nombre de la humanidad, aun cuando no ha sido en vano su sacrificio; ha convertido a su agresor, el criminal Putin, en un paria planetario, odiado por todo el mundo, no en balde ha sido despreciado en todos los escenarios económicos, sociales, culturales, deportivos, etc.

El heroísmo del pueblo ucraniano deberá ser compensado con el enjuiciamiento del dictador y sus oligarcas en la Corte Penal Internacional como criminales de guerra, tal como fueron tratados los nazis en los juicios de Núremberg; así también con la reconstrucción del país luego de consumada la derrota del invasor como tarea de la comunidad internacional, en reconocimiento a la decisión de un pueblo de entregar sus vidas en defensa de los valores humanos y de su país violentado.

La osadía del despiadado criminal Putin no tiene parangón, al no tener consideración alguna con los habitantes de este mundo, sobrevivientes de la peor pandemia en los últimos 100 años, quienes tratando de recuperarse en 2022 son sorprendidos ahora por un conflicto artificial de impacto global, producto de una mente torcida solo comparable con quienes asolaron al planeta Tierra durante el siglo XX.

 

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