Dentro de un ambiente en el que la propensión al consumo de sus ciudadanos se sigue deprimiendo, China intenta no sucumbir. Los problemas se multiplican por doquier porque el enclaustramiento en las grandes ciudades se mantiene, o migra, o se replica de una población a otra, mientras no existe inclinación alguna a despejar uno camino alterno para doblegar los contagios que no sea la estrategia COVID Cero del líder Xi.
¿Cómo hacer para trasladarle a los consumidores el aumento del costo ascendente de la energía o de las materias primas que debe impactar cada uno de los productos cuando, además, el confinamiento no facilita la acción de comprar? Una demanda deprimida repercute de inmediato en el incremento del desempleo, un índice que hoy (6,2%) es más alto que cuando se disparó en 2020, en medio de la pandemia. El despido de trabajadores es otra adversidad adicional que deben enfrentar los empleadores y el gobierno.
Por su lado, la actividad turística, que aporta cerca del 15% del PIB nacional, está en emergencia. El Ministerio de Cultura y Turismo informó que para el asueto de la Fiesta Nacional del trabajo, el 30 de abril, apenas se registraron 160 millones de viajes, 30% menos que en el año 2021. Y el gasto de los ciudadanos se redujo casi a la mitad.
La administración central ha decidido mantener a la ciudadanía informada de las razones de los desacomodos con el fin de hacer más manejable a cada individuo su propia débil circunstancia. La dosificación de la información, además, facilita a los sectores oficiales controlar mejor el descontento creciente.
Pocas veces se ha visto al primer ministro, Li Keqiang, hacer un “mea culpa” tan devastador como cuando le tocó reconocer ante 3.000 diputados, en la apertura de las sesiones del Parlamento, que la expectativa de expansión tendría que ser reducida por debajo del 6%: “el relanzamiento del consumo y de la inversión languidece; el mantenimiento de las cifras de exportación es cada vez mas difícil; el aprovisionamiento de materias primas energéticas sigue estando muy tenso; las microempresas y los emprendedores individuales encuentran serias dificultades en sus actividades; la tarea de estabilización del empleo se anuncia cada día más ardua”. Lapidario lenguaje para hacer entender a los suyos lo crucial de este año 2022.
Con el fardo a cuestas de esta desaceleración provocada por la pandemia, a Xi le corresponde enfrentar la recesión mundial y su impacto sobre las exportaciones, lo que también mina la resiliencia de los hombres de negocio presentes en su geografía. Las nubes anuncian tempestad y al mariscal chino le toca ingeniarse una estrategia que permita exhibir signos de recuperación sólidos para el otoño cuando el Congreso del Partido Comunista deba designarlo como su secretario general y posteriormente presidente del país. Los 25 integrantes del Buro político ya reciben presiones, mientras las regiones se encuentran en el proceso de designación de los 2.300 delegados.
Asi, cada paso en el terreno de lo económico debe ser medido, cada nueva medida debe ser valorada por este hombre que lleva sobre sus hombros, desde 2012, la responsabilidad de la conducción del país y el liderazgo del partido.
Un elemento es protuberante en este estado de cosas. No pasa un día sin que desde lo alto del poder no se insista en que Estados Unidos es el responsable de la guerra de Ucrania…
¿Este endoso de culpas ayudará a que Xi pueda, hasta noviembre,capear el temporal?
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