“I judge a restaurant by the bread and by the coffee” (BURT LANCASTER)
Me han pillado. El otro día sentí vergüenza en el cine. Resulta que antes del comienzo de la película que había ido a ver, la sala se quedó en penumbra para poner publicidad. Uno de los anuncios contaba el modo en que los clientes pedimos café en España. Aquí somos adictos al café y, la verdad, es que conocemos muchos tipos de esta sustancia. En nuestro país se sirve café con leche, café cortado, café solo, manchado, bombón, carajillo, Belmonte, descafeinado, vienés, café asiático, capuccino, etcétera, etcétera. Por si acaso hubiera pocas opciones entre las que elegir, hay quien pide el café con la leche fría, quien elige leche templada y también hay clientes que exigen leche de soja. El azúcar es otra historia porque algunos quieren azúcar moreno, otros piden sacarina, y también estamos los que no echamos azúcar en el bebedizo por querer saborearlo al máximo. Me hizo gracia ver retratado nuestro carácter cafetero en una filmación corta. La historia del anuncio mostraba a un camarero detrás de la barra del bar atendiendo las peticiones de café de una clientela exigente y, diría yo, caprichosa. Se va a reír, pero es que a veces uno no solo se preocupa del contenido, del café que va a tomar, sino que le gusta deleitarse también con el continente y sugiere al barman que, si no es mucha molestia, le sirva su cafelito en vaso de cristal. Uno de los personajes del anuncio lo pidió de esta manera, que levantó risas en la sala mientras a alguien le subió el color de las mejillas.
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