Hay que entender que la Iglesia Católica debe ser excluida de la lucha abierta de los venezolanos contra la barbarie del régimen. Normalmente la iglesia sabe actuar con circunspección. No es raro que en estos días el aleluya entona con José Gregorio Hernández.
En todo el mundo se conoce la depravación del régimen que está apaleando a Venezuela y todavía no hay un solo gobierno comprometido abiertamente a lograr el derrumbe del régimen, mientras los venezolanos apenas podemos vocear.
Los gobiernos en todo el mundo saben que el régimen es totalmente ilegítimo sin capacidad jurídica para actuar, pero no pocos lo tragan sin saborearlo, justificando una internacional «tradición factual» -que se arrastra dentro del relativo avance mundial democrático- desde muy atrás, al abrigo de la preponderancia armada. Pero ésta es procedente si hay choque de dos bandos en un país.
En Venezuela no ha habido choque ni dos bandos armados en pugna. Solamente ha habido imposición del régimen -contra la oposición electoral mayoritaria civil desarmada- mediante uso ilegal de las armas (que son propiedad del Estado, que no son propiedad de los militares).
Por tanto, no hay fundamento para que dicha «tradición factual» sea alegada en este caso venezolano a fin de justificar algún tipo de reconocimiento internacional al régimen.
En el lado civil venezolano, mayoritariamente, el 28J hubo un irrefutable apoyo a Edmundo González Urrutia y se espera legalmente a que se reconozca su triunfo.
Internamente no hay un recurso para hacer valer el triunfo. Los venezolanos no podemos ejercer violencia armada; no podemos lograr con efectividad la acción de brazos caídos; no podemos someternos a un insulso ejercicio de falso diálogo. Desde el exterior llegan noticias de prensa, hasta que se agoten.
Del lado interno se podría esperar acción de militares contra el régimen. Del lado externo no parecería improbable que pudiera haber acción efectiva contra el régimen.
Lo que sucede en Venezuela no tiene clara exposición, particularmente porque carece de una creíble base explicativa genuina y parece que más bien se debe a una inercia fortuita con falta de providencia. Para colmo, las guerras en el Medio Oriente y en Ucrania necesariamente acaparan la atención de los países que más pueden interesarse en la recuperación de Venezuela.
Mucho depende de lo que ocurre entre bastidores, sin perder de vista la viciosa etapa sin precedente de los dos oníricos perturbadores gobiernos paralelos totalmente fuera de exculpación.
En todo caso, la inmensa mayoría de venezolanos somos opositores del régimen con irreductible perseverancia. Esperamos la mano amiga, que es indispensable, pero sin miedo a que la fatalidad quisiera obligarnos a ceder, pues lo haremos con la frente en alto.
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