En un artículo de prensa publicado en este mismo diario El Nacional con el título de “Habéis vencido, pero no convencido”, en el cual hacía referencia al proyecto de reforma de la Ley del Estatuto de la Transición (¡Habéis vencido, pero no convencido! (elnacional.com), expresé:
“Ante un hecho consumado, como ha sido la inconstitucional eliminación del gobierno interino, vale poco seguir advirtiendo sobre el proceder de los legisladores…”.
Agregué la famosa frase “Venceréis, pero no convenceréis” atribuida a don Miguel de Unamuno, supuestamente pronunciada el 12 de octubre de 1936 -en plena Guerra Civil española- en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, en respuesta al viejo general José Millán-Astray, uno de los cabecillas del Movimiento Nacional, legendario fundador de la Legión Española y héroe de guerra en África, de quien se dice que había interrumpido al ilustre rector gritando “¡Muera la inteligencia!” y “¡Viva la muerte!”.
Concluí en que: “Hoy, y guardando las distancias, se ha repetido -en Venezuela- la escena salmantina al resolver una mayoría parlamentaria a trancas y barrancas la destrucción de la estructura que sostenía al presidente encargado (…por lo que…) Han vencido, obviamente, pero no han convencido”.
De lo transcrito se deduce claramente que, independientemente de qué fracción o fracciones políticas se hayan impuesto unas sobre otras en la decisión de eliminar el llamado gobierno interino, todas ellas deben volcarse en buscar una solución que las satisfaga pero que a la vez implique una reconciliación nacional en paz. Por tanto, abandonemos las posiciones egoístas y los egos inmensurables -y los reconcomios, si los hay- en función del interés nacional.
En España, en aquellos tiempos de la anécdota referida supra, los contrincantes no consiguieron un punto de encuentro sino, al contrario, se crearon dos bandos irreconciliables que prolongaron la contienda por tres sangrientos años, seguidos por la férrea dictadura del Caudillo hasta que, finalmente, en 1978 se promulgó la Constitución que aún rige en el Reino, gracias a lo que se conoce como la “Transición”, período durante el cual las fuerzas políticas con representación parlamentaria, con el apoyo de las organizaciones patronales y sindicales, suscribieron los llamados Pactos de la Moncloa -Acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y Acuerdo sobre el programa de actuación jurídica y política- con el objetivo de procurar la estabilización del proceso de transición al sistema democrático, así como adoptar una política económica que contuviera la gran inflación que afectaba a la economía española.
En Venezuela se dio el Pacto de Puntofijo, suscrito en 1958 por los más importantes líderes de los partidos AD, URD y Copei, cuyas bases fundamentales fueron la defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar conforme al resultado electoral, un gobierno de unidad nacional y un programa de gobierno mínimo común.
En cumplimiento del pacto, y ganadas las elecciones generales por Rómulo Betancourt en 1958, este integró su gobierno con representantes de los tres partidos o de personajes independientes afines a estas organizaciones; y, a nivel del Poder Legislativo, también se adoptó la misma estructura, de forma tal que el presidente del Congreso pasó a ser Raúl Leoni, por el partido mayoritario AD y el de la Cámara de Diputados, Rafael Caldera, por el partido Copei. Jóvito Villalba no ocupó cargo en el legislativo porque había resultado senador de la República.
En lo atinente al Poder Judicial, se procedió a designar a los vocales de la Corte Federal y de la Corte de Casación siguiendo la pauta prevista en la Constitución de 1953, aún vigente. Para ello, el Congreso hizo un análisis riguroso e imparcial nombrando a abogados, la mayoría de ellos independientes políticamente y otros con ejercicio previo como jueces de la República; e igual sucedió con los nombramientos del contralor general de la Nación y del procurador general de la Nación, mientras que la nomenclatura judicial prácticamente permaneció inalterable, cumpliendo con el principio de la estabilidad judicial que venía rigiendo al menos desde inicios de la década de los cuarenta
Si bien el Pacto de Puntofijo se disolvió al retirarse URD por claras diferencias políticas con un Betancourt -a quien no le temblaba el pulso para defender la democracia- acosado por la derecha perezjimenista y la ultraizquieda castrista, le siguieron otros pactos como la Guanábana y la Ancha Base, que facilitaron la gobernabilidad en tiempos turbulentos para convertirse en una normal alternabilidad democrática cada cinco años, hasta que, para desgracia para todos los venezolanos, la democracia sucumbió en 1998 para dar paso a un salto al vacío que aún no tiene fondo.
En la actualidad venezolana se escuchan muchas voces, y se leen múltiples plumas, que abogan por la unidad de las fuerzas políticas que adversan al régimen e, incluso, claman por un candidato presidencial unitario, elegido popularmente en unas primarias.
No cabe duda, y es razonable que se considere la unión como fundamental para enfrentar a un poderoso adversario con un candidato único, pero esa proclamada e indispensable unidad debe contener un proyecto de país -como en sus tiempos lo vislumbraron los actores de los Pactos de la Moncloa y del Pacto de Puntofijo- que debe ser precedido de una elemental pregunta:
“¿Qué país quieres que sea tu país: un país de primer mundo o una república bananera incapaz de conseguir su propio destino en el concierto mundial con el núcleo del poder en una isla del Caribe?”.
Los centros de saber tales como las universidades, las academias, los profesionales, las instituciones religiosas, la sociedad civil organizada, así como los ciudadanos que tengan algo que aportar, pueden conseguir las respuestas y, una vez que se haya determinado el país que se quiere, podrá entonces desarrollarse un proyecto político unitario que tenga como objetivo formar una gran nación, que no es otra cosa que un plan común y único para alcanzar un lugar en el primer mundo. No se trata de una idea novedosa y por eso la rescato por considerar que nunca es tarde para hacer aportes en el camino hacia la reinstitucionalización del Estado de Derecho en Venezuela (Véase: Carlos J. Sarmiento Sosa. BASTA YA: OBJETIVO PAIS!. REFLEXIONES A PRIMEROS DE FEBRERO 2014. En: REFLEXIONES 2012-2014. www.amazon.com. Véase: Carlos J. Sarmiento Sosa. REFLEXIONES PARA UN IMAGINARIO AMIGO OFICIALISTA. En (REFLEXIONES A PRIMEROS DE JUNIO 2013. En www. carlosjsarmientososa.com).