¿Es posible una organización supranacional tipo Unión Europea para reemplazar la OEA?
La respuesta es un rotundo NO, debido a que exige una seriedad y disciplina institucional que no impera en la historia política de nuestras naciones, donde la picardía, el “caribismo” o la viveza criolla, como se dice en Venezuela, es una conducta culturalmente aceptada por amplios sectores sociales, quedando establecido el abuso y la desigualdad de los poderosos frente a los débiles, como algo propio y cotidiano, que muchos “débiles” aspiran hacer cuando sean “fuertes”.
Una de las ideas que no se trata nunca en temas de integración es que entrar a la Unión Europea no es cuestión de capricho circunstancial de un gobierno, sino que debe cumplir con unos requisitos muy bien definidos, conocidos como los criterios de Copenhague (criterios que todo país candidato debe cumplir para poder ingresar en la Unión Europea. Los principios fundamentales buscaban la homogeneidad de las instituciones en el seno de la UE, de forma que cada Estado miembro respete los principios de libertad, democracia, de los derechos humanos y las libertades fundamentales y Estado de Derecho. Estos puntos se incluyeron en el Tratado de la Unión Europea (artículo 6, artículo 49). Luego se intensificaron dichos criterios en el Consejo Europeo de Madrid, en 1995.)
Para comprender dichos criterios debemos presentarlos de forma sintetizada:
- La democracia funcional de la gestión de los asuntos públicos exige que todos los ciudadanos de los estados miembros tienen que estar en condiciones de participar, en condiciones de igualdad, en la toma de las decisiones políticas que rigen la vida política, en cada uno de los niveles, ya sea a nivel local, regional o estatal. Esto también exige la libre elección con voto secreto, el derecho a establecer partidos políticos sin ningún obstáculo por parte del Estado; la libertad de expresión y prensa; la libre organización en sindicatos, y la libertad judicial.
- El Estado de Derecho implica que la autoridad del gobierno sólo puede ejercer en conformidad con las leyes establecidas en cada país, que fueron aprobadas a través de un procedimiento establecido. El principio es la intención de ser una salvaguarda contra las arbitrariedades falladas en casos individuales.
- Los derechos humanos son los derechos que tiene toda persona debido a su calidad como ser humano, estos derechos son «inalienables» y pertenecientes a todos los seres humanos. Si es un derecho inalienable, lo que significa que no puede ser otorgado, concedido, vendido o limitado. Entre ellos figuran el derecho a la vida, el derecho a ser procesado sólo según las leyes que están en existencia en el momento de cometer el delito, el derecho a no ser sometido a la esclavitud, y el derecho a no ser sometido a torturas.
- Los criterios económicos, en termas generales, requieren que los países candidatos tengan un funcionamiento de economía de mercado y que sus productores tengan la capacidad de plantar cara a la presión competitiva de las fuerzas del mercado dentro de la Unión.
- Finalmente aparece el requisito último que todos los miembros potenciales tienen que adecuar la legislación nacional para armonizarla con el cuerpo de la legislación europea construida hacia arriba sobre la historia de la Unión, conocida como el acervo comunitario. En la preparación para cada admisión, el acervo es dividido en capítulos separados, cada uno tratando áreas de política diferente. Para el proceso de la quinta ampliación que concluyó con la admisión de Bulgaria y Rumanía en 2007, se dividió en 31 capítulos. En las rondas de conversaciones con Croacia y Turquía el acervo ha sido dividido en más de 35 capítulos.
En este punto, volvamos a nuestro continente o como le gusta denominarle a algunos a “Nuestra América”.
Aquí, sin duda, se presentarían conflictos solucionables que harían inevitable los rompimientos al estilo Brexit que sufrió la Unión Europea por las siguientes razones:
- ¿Cómo garantizar el Estado de Derecho y la independencia del Poder Judicial, si cada gobierno “populista” que llega al poder, quiere cambiar la Constitución y remover a los miembros del Poder Judicial para según ello, llevar la “verdad y la justicia” a los pueblos oprimidos por el gobierno anterior?
- ¿Cómo ofrecer Seguridad Jurídica a las inversiones si se mantiene el afán expropiador de los gobiernos de cualquier empresa privada que sea rentable, más allá de consideraciones estratégicas?
- ¿Cómo organizar el libre tránsito de personas, sin que se produzcan el éxodo de millones de ciudadanos de un país a otro que sea más próspero?
- ¿Cómo enfrentar los intereses económicos de las empresas y gobiernos que le huyen a la competencia y se han dedicado toda la vida a crear MONOPOLIOS ESTATALES y repartir dólares preferenciales y licencias de importación a sus aliados políticos?
- ¿Cómo realizar elecciones sin cuestionamientos de ningún tipo, debido a presiones gubernamentales o acciones violentas de grupos delictivos?
No dudo en no colocar ejemplos obvios de estos casos, debido a que la historia latinoamericana está llena de ejemplos de todo tipo y escala, por lo cual el Foro Político de esa hipotética “Unión Latinoamericana y del Caribe” sería un lugar muy conflictivo para llegar a algún tipo de acuerdo factible.
Los conflictos de intereses que enfrentó Simón Bolívar hace 200 años no han hecho otra cosa que multiplicarse y están muy arraigados en la defensa de sus parcelas propias, para dar pie a una organización supranacional tipo Unión Europea.
En segundo lugar, se aprecia que el objeto central de la propuesta es enfrentar nuevamente al gobierno de los Estados Unidos sin el valor de hacerlo de frente, al pretender que no puede existir ningún organismo regional en América donde esté presente dicho país, porque su presencia convierte al resto de países en grupos de “lacayos” (Lacayo es un adjetivo que refiere a alguien servil o rastrero. Como sustantivo, el término se utilizaba para nombrar al criado que acompañaba a su amo, ya sea a pie, a caballo en coche. Por extensión, solía mencionarse como lacayo al sirviente, siervo o esclavo.) o de “héroes revolucionarios “que son aquellos que se oponen a “trocha y mocha” a cualquier idea de origen estadounidense, por ser intrínsecamente capitalista e imperialista.
Ejemplo de lo anterior son las siguientes expresiones textuales del Presidente de México:
- «Washington nunca ha dejado de realizar operaciones abiertas o encubiertas contra los países independientes situados al sur del río Bravo», dijo López Obrador en la reunión diplomática.
- «Cuba, el país que durante más de medio siglo ha hecho valer su independencia, enfrentando políticamente a Estados Unidos (…) al haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña», afirmó.
- «La propuesta es ni más ni menos que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades», dijo el gobernante durante la reunión de cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
- «En ese espíritu no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador, a petición y aceptación de las partes en conflicto» Un punto de vista interesante que trata de justificar esta idea, haciéndola presentar como una idea magistral de la política diplomática regional apareció en el portal web: https://revistafal.com/el-discurso-de-lopez-obrador-ante-la-celac-el-grano-y-la-paja/ que señaló en un trabajo titulado : El discurso de López Obrador ante la CELAC: el grano y la paja lo siguiente:“Lo central de esta pieza de oratoria es que el Presidente compartió una serie de razonamientos geopolíticos que aluden a una pregunta fundamental: ¿cómo plantear la relación con Estados Unidos en el contexto de la disputa hegemónica entre Beijing y Washington? ¿Qué debería hacer Latinoamérica?
En su respuesta, López Obrador hace suyos los elementos centrales de la lógica realista, según la cual la paz internacional depende de que exista un equilibrio de poder entre las potencias del sistema. Explica que, en los tiempos que corren, ese equilibrio sistémico puede romperse si la economía de Estados Unidos sigue debilitándose en términos relativos frente a la de China; entre otras cosas, porque Estados Unidos mantiene su superioridad militar y podría caer en “la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza”. Como tantos especialistas han apuntado entre ellos Robert Gilpin y Graham Allison, el horizonte sería el de una guerra hegemónica en la cual perderíamos todos, y muy particularmente los países vecinos de los contendientes. ”
Quienes tienen edad y memoria histórica recordarán aquella organización de Países No Alineados, que decían ser neutrales durante la denominada Guerra Fría (1946-1993), pero que en la práctica funcionaban como apéndice político de la Unión Soviética, al punto de colocar a Fidel Castro como presidente de dicha organización “neutral”, lo que les llevó estrellarse políticamente cuando la invasión de Afganistán por la URSS en 1979, cuando no pudieron condenar en bloque dicha acción.
La guerra abierta en el campo tecnológico y comercial de China contra Estados Unidos y la Unión Europea no es una situación para asumir neutralidad alguna y crear un grupo de países “con Dios y con el Diablo”, sino para asumir una posición valiente nacionalista y pragmática de acuerdo con los intereses propios de cada país o región, ya que se trata de un conflicto abierto de modelos políticos irreconciliables, que exige asumir una posición política determinada.
Seguir con la fantasía discursiva de buscar una relación simétrica entre los países de América, obviando las diferencias económicas, tecnológicas y militares, evita que nuestros pueblos alcancen a comprender la verdadera magnitud del atraso económico y tecnológico en áreas fundamentales de la vida nacional y sigan con la consigna revolucionaria de “tomar el cielo por asalto” o “seamos realistas, hagamos lo imposible”, por lo cual la idea de buscar un equilibrio, donde en palabras de Andrés Manuel López Obrador: “Dejar de lado la disyuntiva entre integrarnos a Estados Unidos u oponernos en forma defensiva”.
La integración a Estados Unidos es un proceso virtualmente “imposible”, como lo demostró la aventura del ALCA en la que Clinton (Partido Demócrata) y Bush (Partido Republicano) llevaron todo tipo de palos e improperios al pretender crear una zona de Libre Comercio desde Alaska a la Patagonia, siendo especialmente degradante lo ocurrido en la Cumbre de las Américas en Buenos Aires, donde el mismo gobierno de la República Argentina organizó una Cumbre de los Pueblos para sabotear dicha iniciativa.
La misma iniciativa política de salvar al gobierno de la República Socialista de Cuba con barcos de medicinas y alimentos es una situación que muchos miembros del Congreso estadounidense lo calificarán de abierto desafío y en cuanto a los políticos demócratas y republicanos de Florida, prácticamente lo verán como una declaración de guerra a la comunidad cubana-estadounidense en dicho estado. No es de sorprender que en los próximos meses ensamblen represalias contra el gobierno mexicano, que tiene un comercio bilateral vital para su economía, así como un flujo de remesas más que vital para millones de familias mexicanas.
Por otra parte, seguir con la oposición defensiva se convierte en un contrasentido, cuando un número desconocido para nosotros, pero no para el Departamento del Tesoro estadounidense, de políticos y empresarios aliados de los gobiernos en América Latina, tienen propiedades y cuentas bancarias bajo jurisdicción estadounidense.
Qué interesante sería que el presidente de México imitara a Vladimir Putin y le prohíba a sus funcionarios tener inmuebles y cuentas bancarias en el extranjero y luego les solicite a los presidentes y primeros ministros de la Celac (Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe) que hagan lo mismo.
Es la misma necedad de los que plantean recuperar los centenares de miles de millones de dólares de dólares, salidos de Latinoamérica a través de planes de inversión, como si empresarios y políticos locales, no conocieran la afición por las nacionalizaciones y expropiaciones en nuestra región de los gobiernos denominados progresistas, nacionalistas o de avanzada.
En conclusión, la construcción de un proyecto de integración en América Latina debe responder a un diagnóstico serio de nuestros problemas sociales y económicos y una aceptación de la realidad global en sus dimensiones económicas y tecnológicas.
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