OPINIÓN

Proponer una sucesión es inoportuno

por Asdrúbal Romero Asdrúbal Romero

Después de algunos años de desesperanza, percibo que se ha abierto una ventana de oportunidad para que se produzca el tan ansiado cambio político en Venezuela. No ha sido una visión súbita, sino progresiva. Primero, fue la receptividad a su visita en algunos pueblos tachirenses. Luego vinieron Valera, Boconó, la misma Barinas, San Juan de los Morros. Seguramente he dejado sin nombrar unas cuantas ciudades. Imágenes esperanzadoras que comenzaron a decirme algo sin que yo estuviese demasiado animado  para escuchar. Las más recientes provienen de Portuguesa. Todos los testimonios visuales de estas visitas, videos e imágenes, se han unido para ratificar mi creciente convicción de que en nuestro país se está consolidando un fenómeno político.

Lo más inesperado para mí es que el fenómeno María Corina se produce de abajo hacia arriba. Contrariamente a lo que he venido pensando todos estos años, que sería la clase media la responsable, eventualmente, de liderar el proceso de liberación, está ocurriendo exactamente lo opuesto. A esos ciudadanos del interior de Venezuela les mueve el deseo del cambio y la fe. No hay afán de racionalizar sobre escenarios futuros. Ni pueden darse ese lujo. Simplemente, el deseo de dejar atrás veinticinco años que han sido muy duros y de los que ya están hartos hasta la “coronilla”. Cada uno tiene un relato para respaldar ese hartazgo: hijos sin escuela, esposa muerta por un parto mal atendido, muchachos idos a otro país en cuanto crecieron. En fin, innumerables relatos hundidos en el espacio de una gran tristeza que ha venido acumulándose en profundas capas.

Quienes han convivido con ellos y fueron chavistas crean sus propios relatos para congraciarse con sus nuevos aliados en la esperanza. Los que han sido más violentos en la imposición del dogma maldito, están preocupados.  Hasta los colectivos armados que les dan 100 o 200 dólares para que interrumpan una vía e impidan el acceso de la ilustre visitante, consiguen la forma para hacer mal su trabajo y luego alardean de ello –de buena fuente–. El cambio que se ha producido es irreversible. Ya no les soportan, ¡a los del Régimen! Y han conectado emocionalmente con MC. O como ella misma dice: espiritualmente, y cuando lo exterioriza se le percibe distinta, como si esa corriente de espiritualidad infundida desde los más humildes la hubiese transformado.

No todos estamos leyendo de similar manera ese interesante fenómeno que viene desplegándose ante nuestros ojos. En el ámbito de alguna dirigencia opositora y otros precandidatos, cunde una cierta ceguera. De no ser así, ya se habría concretado la iniciativa del CONSENSO DEMOCRÁTICO que expuse en anterior artículo y que me fuese calificada como “ejercicio de candidez”. Sí, seguramente sí, pero válida bajo la premisa de que todos deberíamos estar remando acompasadamente hacia el mismo objetivo de cambio.

En la misma línea de la ceguera, involuntaria o interesada, se ubican identificables sectores de las élites  y ciertos influencers. Convergen en un relato: la necesidad de acordarse, con anterioridad a la realización de la Primaria, sobre  un plan B. El cual sería aplicado en caso de que el ganador no pudiese inscribir su candidatura en el CNE por inhabilitación. Sugieren concertar, antes de escuchar la voz de los electores, un mecanismo por el cual se designaría al candidato sustituto, o lo que es lo mismo: convenir con carácter previo unas reglas de sucesión.

Ante ese relato se puede anteponer el argumento principista que establece la equivalencia entre sucesión y sumisión. O el jurídico, sobre la aberrante ilegalidad de las inhabilitaciones cuyos razonamientos ya todos los conocemos y compartimos, como también sabemos que al Régimen lo de los principios éticos o el respeto de la legalidad le importan un pepino. Yo privilegio el argumento de la inoportunidad. Sí, proponer un plan B en tales términos es absolutamente inoportuno. ¿Por qué?

El que podamos arribar a las elecciones presidenciales del 2024, con un candidato que la mayoría de los votantes desee acompañar, implicará transitar por un proceso muy complejo e incierto, secuencial en varias etapas y con diversos escenarios en cada una de ellas dependiendo de lo acontecido en las etapas anteriores.

Nos encontramos apenas en la primera etapa, sin la certera esperanza de que el régimen no intente abortar la Primaria: ¿por qué entonces no poner todos los máximos esfuerzos para que ella se realice y arroje el resultado de la mayor preferencia democrática? ¡Vayamos paso a paso! Distraernos ahora en la consideración de escenarios cuando ni siquiera estamos seguros de haber superado el primer desafío al régimen es, por decir lo menos, extemporáneo e inoportuno. Supongamos que se realice la Primaria, que resulta exitosísima y arroja una clara diferenciación en la inclinación electora hacia el ganador, esta realidad ya evidenciada tendrá el potencial de activar nuevos escenarios. ¿Qué va a hacer esa comunidad internacional que ha venido instándonos a negociar una salida electoral? ¿Van a quedarse de brazos cruzados ante la pretensión de Maduro de no medirse con el candidato claramente electo en ejercicio de la soberanía popular?

El escenario de un candidato fortalecido por el fervor popular es de un poder tal, que no debemos subestimarlo desde ya incorporándole condicionantes que le disminuyan sus vitaminas. ¡Qué Maduro y sus secuaces deciden hacer caso omiso de todas las presiones, externas e internas, y actuar como Ortega en Nicaragua! En ese momento se analizará. El ganador de la Primaria tendrá que escuchar a los ciudadanos, dialogar con ellos en un proceso que conduzca a una alternativa admitida por la mayoría. Así es que debemos proceder. Primero lo primero. Ocuparnos ahora en el parto de un plan B, es como pinchar con una aguja ese globo de esperanza que ha venido creciendo cuando menos lo esperábamos.

He sido un practicante del realismo excesivo (o del pesimismo mimetizado, como prefieran), aun con esta huraña condición: mi adormecida motivación la ha vigorosamente despertado ese fenómeno insuflador de esperanzas, que creo debe ser merecedor del más  sagrado respeto. Máxime por provenir de donde viene. Se le irrespeta, cuando insensatos, o traidores, apelan a supuestos racionalismos desinteresados con el fin de desconocer la soberanía popular.