Es común escuchar que los venezolanos tienen mala memoria y pronto olvidan.
Sin compartir este criterio plenamente, considero oportuno, a la luz de una posible pronta repatriación al régimen de libertades en Venezuela sustentada en la vocación democrática del pueblo, y solidaridad mundial de gobiernos, comentar algunos acontecimientos iniciados desde finales del siglo XX hasta nuestros días.
La década de los noventa marcaría el devenir político del pueblo por la acción de dirigentes demócratas a ultranza, Fidel y Raúl Castro, los empleados del comunismo Hugo Chávez, Nicolás Maduro, la solidaridad de instituciones subregionales y 56 gobiernos respetuosos de las leyes y los derechos humanos, junto con otros actores y circunstancias de importancia.
Una de las principales preocupaciones de quienes emigran obligatoriamente de su territorio de origen convirtiéndose en desplazados por ausente medio de ganarse la vida en su terruño, es saber si donde les tocará recalar existen oportunidades de obtener el sustento cotidiano que les permita estar con su familia o simplemente les facilite poder enviarles dinero a los seres que dejaron atrás para pronto volver, “cuando retorne la democracia”, expresan esperanzados.
Bien pudieran pensar los lectores que se refiere la reseña a un país lejano con muy pocos recursos para su desarrollo socioeconómico cuyos habitantes nunca conocieron la libertad, como nada sabían de sus derechos y deberes para una convivencia en paz con sus más cercanos vecinos.
Sin aseverar que no es solo un país el que conozco con tales tribulaciones, resalto ser la venezolanidad a la cual me refiero en cuyas fronteras y por convicción de sus lugareños acogieron la democracia para desenvolverse cotidianamente.
Al esfuerzo creador de sus moradores se sumó la mano de Dios que la dotó de inmensas riquezas, esplendorosa naturaleza y un clima prodigioso, como vivir en paz y tolerancia con sus paisanos.
Todo ello fue posible hasta que ascendieron al poder a seres de otras naciones protegidos por el engaño de viejas creencias tiránicas; cual lobos con piel de oveja.
En tales actuaciones violatorias de los derechos humanos vejan y torturan fundamentados en tendencias bolcheviques de la Rusia de Stalin de principios del siglo XX y la Alemania nazi de Adolfo Hitler, cercanas a la mitad de la centuria pasada.
La meta común de ambos períodos fue el sometimiento de los pueblos o desaparecer a quienes protestan o adversan; aniquilar su gentilicio, etnia, religión o raza para imponer el mandato.
La palabra genocidio es cada vez más común en la historia gobernante del mundo moderno.
El presidente Donald Trump, mediante las sanciones, ha logrado reducir al gobernante Nicolás Maduro con la clara intención de lograr una transición en paz sin derramamiento de sangre. Oh, qué felicidad -piensa el ciudadano común-, se van los cubanos, chinos, rusos, coreanos, vietnamitas, noruegos, hezbolá, sirios, iraníes y pare usted de contar.
Los comunistas tienen en las cárceles de la nación a inocentes pagando largas condenas y en su haber miles de muertos en Venezuela.
El título de los acuerdos impulsados por Trump no puede ser impunidad. Este legajo necesariamente debe mostrar el imperio de la ley.
Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros políticamente existen porque se les permitió violar la Constitución reiteradamente. Con el primero al sobreseerle la causa criminal a los miembros del movimiento MVR 200, autores de la acción contra el presidente Carlos Andrés Pérez, que les otorga el derecho a cualquier civil o militar atentar contra la autoridad constituida.
En el caso de Nicolás Maduro, la duda creíble y los procedimientos violados para demostrar no ser extranjero presentando a requerimiento público la partida de nacimiento como venezolano y aclarar fehacientemente que carece de doble nacionalidad para aspirar a ser presidente, lo convierten en objeto de la justicia.
Sin justa condena y respetada inocencia viviremos por permisivos siempre en el delito.