OPINIÓN

Profundizan la banalización de la educación 

por William Anseume William Anseume

El deterioro educativo ha sido un trabajo arduo y prolongado del régimen de Nicolás Maduro, quien avanza con sus guerreros del acabamiento, sin ser Atila, en la destrucción de cuanto se le aproxima o a lo que se  aproxima, como una heredad, como un desiderátum impuesto por el socialismo del siglo XXI. Pero el ensañamiento contra la educación y el trabajo por parte de estos arrasadores no constituye una novedad; solo continúa su proceso de refinación, de purificación de la maldad. Con un solo fin mezclado de dominación, control y permanencia en el poder.

Mucho antes de este renovado despropósito con la ley recién aprobada en contra de la educación, han ocurrido diversos amagos, como también perturbadoras realizaciones,  algunos rechazados como la Ley de Educación Universitaria que Hugo Chávez se vio obligado a vetar en 2012. También se dio una intentona parecida a la que ahora ocurre contra la educación, cuando en 2012 se establece una resolución, en muchos aspectos parecida a la ley recién aprobada por la asamblea espuria, la 058, que pretendía ahondar en el adoctrinamiento de los estudiantes y el involucramiento de agentes externos al proceso educativo en el aula. Repudiado con el movimiento en defensa de los educandos, conocido por su lema «Con mis hijos no te metas». No pueden negarse algunos avances en esta puja por parte del régimen, al modificar materias o excluirlas, como la historia;  al incluir en los libros de texto la infiltración ideológica, en las canaimas, en los bolsos, con imágenes y otros métodos de penetración.

Pero la resistencia no ha cesado tampoco. La legítima Asamblea Nacional, la de 2015, declaró la emergencia humanitaria compleja en educación. Por nuestro lado, en 2018, en la manifestación de esa emergencia humanitaria compleja, nos referimos al ataque permanente desde el poder a los procesos fundamentales del Estado: la educación y el trabajo, como puede cotejarse en este evento en el que intervinimos en nombre de la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios -Fapuv: http://www.usb.ve/home/node/5282.

De este modo, la búsqueda de doblegar los procesos educativos, en todos los niveles, no carece de intencionalidad. La primera de ellas es el señalado adoctrinamiento, la permanente búsqueda implacable de la  dominación mental, ese inyectar ideología en los salones de clase del modo que sea. Para lo cual esta ley constituye un intento mayor, un avance más, esta vez impresionantemente desesperado por diversas razones. La primera es laboral, desde luego. Esta es la alocada respuesta a las demandas por sus derechos de los maestros, profesores y demás trabajadores de la educación que no cesa en las calles de todo el país. La otra, que no deja de ser delicada, tanto como rebuscada, es la intencionalidad de conquistar a los adolescentes para la pervivencia ideológica y política del régimen. Como un accionar indispensable, según ellos creen, para sostener el poder, de muchos modos tambaleante en la actualidad, ante la proximidad de elecciones en las que los adolescentes podrían ser votantes.

El intrusismo que legaliza este nuevo instrumento es digno de la mayor repulsa social, política, en el país. Por sus malignos propósitos de desplazamiento de los verdaderos profesionales de la educación. Ya se ha intentado en las universidades al convocar a recién egresados a tratar de suplir las innumerables carencias de profesores expertos, formados, académicamente intachables. Es vil el querer suplantar a quienes el régimen les niega sus derechos humanos y laborales, por otros a los que no podrá tampoco esquilmárselos. Trabajo es trabajo. Como negocio es negocio. Ahora, que exista una vocación de servicio, un deseo de contribución con la sociedad no se puede confundir con la explotación, el servilismo, o la esclavitud moderna que también el régimen quiere imponer a los maestros y profesores formados como a quienes ahora convoca rastreramente a sustituirlos. El régimen no puede irresponsablemente evadir sus compromisos, por maula que sea ante el mundo, como es.

No podemos esquivar la idea subyacente del escudo humano contra las sanciones impuestas al régimen. Este negarse a ajustar sueldos, este incidir con el hambre y la necesidad en la ciudadanía es la protección que el régimen ha encontrado como bandera para enfrentar sus desafueros en la política internacional. Representa también su amenaza de producir más refugiados, más desplazados que invadan otros países, de continuar especialmente Estados Unidos con las sanciones que le impiden avanzar al régimen en materia de corrupción, de la cual es un adalid mundial, acompañando nada menos que a Siria, Somalia y Sudán.

La sociedad venezolana debe continuar respaldando la lucha laboral. No es ajena a esta ley, como aquí indico. El problema del trabajo es de todos. El problema educativo es de todos. El problema político, aunque algunos se nieguen ahora a aceptarlo, es de todos. Los presos políticos son de todos. Todos debemos respaldar en las calles, en las redes sociales, por el medio que sea, en los chismes, en las conversas callejeras, en la instancia que nos sea posible esta lucha en la que la sociedad venezolana debe estar más unida que nunca contra el régimen del terror que pretende avanzar en su control absoluto, totalitario, de los venezolanos. Para ello, la educación y el trabajo resultan medulares. Así que estudiantes, amas de casa, comerciantes, empresarios, políticos, todos, debemos reclamar nuestros derechos humanos, sociales y políticos día a día, hasta que se den las condiciones indispensables para unidos salir de esta crisis inmensa generada por este régimen deplorable.